Cuesta creer que siendo Martin Scorsese uno de los cineastas vivos más influyentes del último medio siglo cuente en español con tan escasa bibliografía sobre su vida y su obra. Rubén de la Prida (Madrid, 1982) se ha propuesto cubrir ese vacío aportando un ensayo riguroso y profundo en el análisis pero plenamente accesible que es, además, de interés tanto para el enterado como para el que desea adentrarse en la fascinante filmografía del director de Uno de los nuestros o Taxi Driver. A la oportunidad del libro hay que añadir la originalidad de su planteamiento al explorar el universo del creador neoyorquino, que en algún momento barajó ser sacerdote, en clave de adaptación y transgresión de los preceptos del decálogo de la Iglesia Católica. Eso es Los diez mandamientos de Martín Scorsese y lo mejor es preguntar al autor empezando por el primero de estos mandamientos, respetar el orden con los demás y no saltarse ninguno.

AMARÁS EL CINE SOBRE TODAS LAS COSAS. Ya lo decía su pareja en la primera mitad de los setenta, Sandy Weintraub: “Marty respiraba, comía y cagaba cine”. ¿Estamos, al menos en Estados Unidos y con el permiso de Peter Bogdanovich, ante el primer gran cineasta cinéfilo?

Es posible que sí aunque siempre es difícil hablar del primero. Al estar en Nueva York le llegó toda la influencia de la Universidad, de figuras como Jonas Mekas o Manny Farber, pero también de una crítica de cine como Pauline Kael, que había visto muchas películas europeas y que va consagrando a todos estos autores del nuevo Hollywood. Estar en Nueva York y no en Los Ángeles, donde estaba la industria, es fundamental y favorece su diferenciación. Él mismo se ve como alguien desgarrado que está, en ese sentido, entre ser europeo y ser americano, como una mezcla rara entre el cine de John Cassavetes y el de Luchino Visconti.

Segundo mandamiento: NO TOMARÁS NUEVA YORK EN VANO. El lobo de Wall Street, New York, New York, Taxi Driver, La edad de la inocencia, Gangs of New York, Jo, ¡qué noche!… Se acaba antes diciendo cuál no se localiza en su ciudad. ¿Su mejor retratista?

Como se indica en una cita incluida en el libro, es difícil hablar de Nueva York como un todo homogéneo. No es lo mismo la percepción que tiene Spike Lee, por ejemplo, que es otro gran retratista, que Woody Allen o que el propio Scorsese. Donde no tiene rival, donde es el mejor, único e irrepetible, es cuando nos muestra esa parte de Manhattan que le vio nacer, esos barrios católicos, más habitados por los italoamericanos y por los que llegaron de Irlanda. Cuando Scorsese conoce a De Niro, el actor le dijo que al ver su primera película, Who’s That Knocking at My Door, se dio cuenta de que nadie había retratado mejor el modo en que vivían.

Tercer mandamiento. TE HARÁS IMÁGENES DE DIOS. Tiene varias películas abiertamente religiosas, como Kundun o Silencio, pero una, La última tentación de Cristo, que fue especialmente polémica y que él necesitaba rodar.

Kundun es una película que dejaría al margen de sus otras cintas religiosas porque en ella habla de lo que quizá conozca, pero no de lo que él es. Efectivamente necesitaba rodar La última tentación de Cristo y él mismo le dijo al jefazo de la Paramount que la hizo para conocer mejor a Jesús. Ésta y Silencio son un díptico irrenunciable. Creo que Silencio no se entiende sin La última tentación de Cristo y ésta a su vez, ahora, se ilumina a la luz de Silencio. Son dos polos de un mismo camino de fe que hace Scorsese a lo largo de toda su vida. De alguna manera reflejan un proceso interno muy interesante de maduración de unas creencias, de un modo de vivir la fe. La solución trascendente que no logra dar con La última tentación de Cristo sí la consigue con Silencio. Me arriesgo a decir esto: sin Silencio, La última tentación de Cristo es una obra incompleta y al mismo tiempo es excelente, de las más arriesgadas que ha hecho, con imágenes imborrables.

Película muy criticada siempre, incluyendo a muchos que nunca se han molestado en verla.

Eso sigue pasando ahora. En la última edición del Festival de San Sebastián, Tardes de soledad, película sobre la tauromaquia de Albert Serra, gana la Concha de Oro y se organiza una manifestación, a las puertas del Kursaal, de gente que aún no la había visto. En este tipo de polémicas, Scorsese fue también un precursor.

AMARÁS A TU MADRE PERO NO A TU PADRE es el cuarto mandamiento. Da la sensación, por lo que leemos en el libro, que adoraba a su madre y que la relación con el padre era bastante más compleja.

Sí porque con el padre es una relación mediada por el silencio, por un silencio que abarcaba muchas cosas, por ejemplo su trabajo para la mafia, les hacía los trajes; estaba mediada asimismo por esa competición con su hermano por ser el favorito. Es algo muy ambivalente y él no la deja ver tanto en su cine. Le dedica La edad de la inocencia, su película más excelsa en relación al vestuario. La verdad es que con todo lo que habla Scorsese no ha sido hasta las últimas películas cuando ha empezado a contar un poco más. Dicho esto, tampoco es tan sencilla la relación con la madre: si lo llevamos a un nivel freudiano, tenemos una relación edípica chunga que sin duda favorece ese complejo de la virgen y la prostituta.

Hablando de relación padre hijo, ¿sería El color del dinero la que mejor muestra, de alguna manera, una difícil relación paterno filial?

Posiblemente sí. Luego está también Infiltrados, que en ese aspecto quizá aún sea mejor, con esa tremenda vuelta de tuerca que tiene el personaje de Frank Costello con sus pupilos. En El color del dinero está la figura del padre vampiro que corrompe a su hijo. Seguro que ahí hay algo de la relación de Scorsese con su padre porque, en el fondo, él tenía entonces esta visión del padre como un ser exigente, castigador.

Y puestos a elegir un hijo cinematográfico, ¿quién de los cineastas actuales podría cargar con ese peso o ese honor? Se habla de Paul Thomas Anderson aunque el propio Scorsese mencionó a Wes Anderson.

Si alguno de sus discípulos ha reproducido esa fuerza, ese nervio, esa pasión, esa violencia que se respira en cada fotograma, ese no es Wes Anderson por cercana que sea la relación entre ambos. Ese nombre sería, sin duda, el de Paul Thomas Anderson.

Quinto mandamiento: MATARÁS. La violencia es una constante en buena parte de su filmografía. Habla en el libro de una violencia estilizada pero nunca con el objeto de embellecerla. ¿De verdad es posible no embellecer una paliza mortal cuando la muestras a los acordes de una canción molona de los Rolling Stones?

Soy consciente de que puede ser uno de los puntos más controvertidos del libro. Si pienso, por ejemplo, en Toro Salvaje, en la secuencia de la última pelea entre Sugar Ray Robinson y Jake LaMotta, hay mucho recurso visual que no la hace disfrutable, pero sí la hace, entre comillas, bella. O el clímax violento de Taxi Driver. Pero la cuestión es que no hay regocijo ni gozo. No hace, para entendernos, lo que sí hace Kubrick en La naranja mecánica cuando la pandilla de jóvenes va a dar una paliza al mendigo; tampoco propone una estilización como la que plantea Mel Gibson en La Pasión de Cristo. Cuando Scorsese, en algún momento, estiliza la violencia nunca es para generar un conflicto moral en el espectador o para hacer de eso algo disfrutable, es más bien para decirnos que esto forma parte de la vida y le pone música de fondo como se la pone a otros momentos de una existencia, porque para él eso es cotidiano. Y esa cotidianeidad hace la violencia más perturbadora que la que pueda desplegar Tarantino o Sam Pekinpah.

Sexto mandamiento: AMARÁS A QUIEN NO DEBES. La imagen de Scorsese de esos últimos años nos está llegando a través de las redes sociales de su hija y es una imagen bastante entrañable, muy diferente de la que, nos recuerda en el libro, tuvo en una época muy marcada seguramente por el consumo de sustancias. ¿Es evidente que Scorsese tuvo una cara b de machismo y misoginia?

Completamente evidente y se expresa muy bien, sobre todo, en esa primera parte de su filmografía, donde asistimos a una incapacidad absoluta para ver a la mujer como compañera. A él le ha costado cinco matrimonios llegar a la mujer con la que ha encajado.

En el caso del amor más sensual, uno podría pensar, al menos  en primera instancia, que ese componente sexual en su cine lo encontramos en la Sharon Stone de Casino o en la Margo Robbie de El lobo de Wall Street. En el libro reivindica, en cambio, que ese tipo de ardor hay que buscarlo en La edad de la inocencia.

Nunca olvidaré, viendo La edad de la inocencia por primera vez, ese momento, de un erotismo sublime y para el que te han ido preparando muchos minutos antes, en que, ocultos en un carruaje, el personaje de Daniel Day Lewis abre el borde de un guante al personaje que interpreta Michelle Pfeiffer. En un ambiente muy victoriano, muy puritano, introduce a lo largo de toda la película una tensión sexual constante usando de una manera especial los colores, sobre todo los rojos, pero también los amarillos.

Séptimo mandamiento: ROBARÁS. Scorsese, con toda la historia del cine metida en la cabeza, es realmente hábil cuando pilla de otros sin caer nunca en el pastiche, sabiendo generar algo nuevo y personal. ¿Sería en esto Tarantino su mejor alumno?  

No sé si me decantaría por Tarantino o por Wes Anderson, alumnos aventajados ambos. Son además dos caras de la misma moneda de la máxima expresión del cine posmoderno. Ni Anderson ni Tarantino hacen un pastiche, sino todo lo contrario: son ejemplos de autores posmodernos en el sentido más glorioso del término, de gente que bebe de muchísimos sitios y luego son capaces de recomponer lo copiado para hacer algo nuevo. Al final nunca es realmente robar. Es un robar a mi modo, es un robar desde un estilo muy personal para pasarlo bien e, insisto, para acabar aportando algo nuevo.

Lo que hizo Tarantino con un Ennio Morricone ya anciano lo había hecho antes Scorsese con Bernard Herrmann.

Efectivamente. Herrmann se resistía a hacer la música de Taxi Driver y al final acaba entregando la partitura el día antes de su muerte. En 1991 Scorsese dirige El cabo del miedo y utiliza la banda sonora que Herrmann había compuesto treinta años antes para la versión anterior de esa misma historia, El cabo del terror.

Octavo mandamiento: DARÁS FALSO TESTIMONIO Y MENTIRÁS. Sobre las mentiras empieza uno el capítulo esperando leer sobre Shutter Island y sorprende que en ese aspecto le conceda más importancia a El rey de la comedia.

Se trata de dos escuelas en torno a la relación entre realidad y mentira. El propio Scorsese se ha referido a Shutter Island como una película sobre cómo percibimos la realidad, lo que es verdad o mentira, y sobre cómo se puede engañar al público. Es una película que no funcionó bien. Hay gente que al verla se siente engañada y no les falta la razón. Eso pasa cuando se descubre que el narrador que ha ido ordenando todos los elementos y del que asumimos que no nos va a hacer trampa resulta que nos ha estado engañando porque se corresponde a la percepción subjetiva del personaje. Son dos películas que giran en torno a lo mismo pero prefiero El rey de la comedia porque me parece más hábil, más fina, más sutil.

Vamos acabando. Noveno mandamiento: CODICIARÁS LOS CIELOS Y LA TIERRA. ¿Podemos encuadrar a Scorsese en esa categoría de cineastas de ambición desmedida que lo quieren todo, el éxito artístico y el comercial, el aplauso de la crítica más exigente y el favor del público mayoritario?

De esto Scorsese no ha hablado mucho. No sé si él realmente persigue el éxito. Más bien busca cumplir su vocación personal. Tiene claro que su identidad, lo que él es, es el cine y pelea por que así sea por encima de cualquier otra cosa. No parece que en toda esa energía que despliega como divulgador haya cálculo para llegar al éxito. Si ha llegado tan alto no ha sido a pesar de él pero sí en contra de las circunstancias. Siempre ha intentado hacer lo que ha querido aunque haya tenido que pagar algún peaje.

Último mandamiento: AMARÁS A TU PÚBLICO COMO A TI MISMO. Es ya célebre la crítica de Scorsese al cine de superhéroes. Entonces, ¿ama a todos los públicos o solo a aquellos capaces de prestar atención a películas que te tratan como persona adulta?

Lo compararía con un gran chef que está a gusto entre todos sus comensales. No le molesta el público sino cuando a ese público se le forma de tal modo que disfruta con la peor hamburguesa. De ahí que en su labor como profesor e historiador del cine se esfuerce tanto por formar a la gente en el gusto estético cinematográfico. En esto, que ha sido y sigue siendo muy importante para él, se ve que es alguien realmente cercano, que ama a su público y desea conectar con ellos a través de sus documentales y sus conferencias.

Como Coppola, Woody Allen o Clint Eastwood, Scorsese ya ha superado la barrera de los ochenta años. ¿Es posible que su cine empiece a acusar una edad avanzada o hay esperanza de que aún nos entregue películas a la altura de sus mejores obras? 

Basta con ver la evolución de las últimas películas, Silencio, El Irlandés, Los asesinos de la luna, para saber que si hay alguien que a esa edad todavía puede entregar una película portentosa, ese es Scorsese. Son las tres de una densidad antropológica y cinematográfica incontestables. Con la última en concreto, sales pensando que está dirigiendo con la sabiduría de los 80 años como si tuviera 30. Sigue muy ágil de cabeza y raro sería que, de hacer otra, bajara el nivel.


Los diez mandamientos de Martin Scorsese. Rubén de la Prida. Editorial Alianza. 368 páginas. 22,75 euros