Tres días después del atentado contra Charlie Hebdo y cuarenta días después de la muerte de su padre, Lary –40 años, médico– acude a una tradicional comida en la que familiares, amigos y vecinos se reúnen para honrar la memoria del difunto. Sin embargo, el evento no se desarrolla como estaba previsto a causa de un sinnúmero de interrupciones provocadas por el ir y venir de parientes y conocidos que, cada cual a su modo, pone encima de la mesa sus más o menos disparatados problemas, por las discusiones y conjeturas políticas, las cuentas pendientes…
Todo ello va conformando un irritante caldo de cultivo en el que cada asistente al acto tendrá algo que objetar, algo que reprochar, algo por lo que levantar la voz. En ese ambiente, Lary se verá obligado a afrontar sus miedos y su pasado y forzado a reconsiderar el lugar que ocupa dentro de la familia. Abocado, en definitiva, a afrontar su verdad.
Sieranevada fue rodada en solo 42 días con cámara al hombro, con lo que se intenta, en palabras del propio realizador, dar la perspectiva de la mirada del propio difunto, que según la tradición ortodoxa aún vaga por los espacios que frecuentó a lo largo de su vida hasta cuarenta días después de su fallecimiento.
La acción transcurre en el interior de una vivienda en la que se cruzan, en un juego de planos-contraplanos muy efectivo, los variopintos miembros de una familia rumana de lo más dispar y algún otro invitado que le añade a al historia todavía mas descalabre. En ese microuniverso la cámara va y viene entre conversaciones y broncas, entradas y salidas de los personajes y puertas que se abren y se cierran. Esas puertas juegan un papel esencial en el discurrir del filme, al igual que los discursos fanáticos entorno a las viejas dictaduras comunistas o las más o menos disparatadas conjeturas en relación con el trasfondo de los atentados neoyorquinos del 11-S.
Cuando en 2007 el director y guionista rumano formaba parte del jurado en Cannes de la sección Una Cierta Mirada recibió la noticia de la muerte de su padre. Regresó inmediatamente a Bucarest y asistió al homenaje al difunto. Aquel encuentro, como confiesa él mismo, fue el origen de Sieranevada: «Fue una reunión de lo más peculiar pues había gente a la que no había visto nunca. Se cruzaban por la casa las conversaciones, los encuentros y desencuentros… Allí nació la idea de esta película».
Considerado como uno de los precursores de la nueva ola de cine rumano, Cristi Puiu consiguió con su cuarto largometraje, Sieranevada, ser una de las sorpresas de la Sección a Competición del Festival de Cannes de 2016.
Puiu había rodado su primer largometraje en 2001, Marfa si banni, una road movie filmada en un estilo muy próximo al documental. Seleccionada para la Quincena de Realizadores de Cannes, ganó varios premios en festivales internacionales, entre ellos el de Tesalónica. En 2004 ganó el Oso de Oro al Mejor Cortometraje por Un cartus de kent si un pachet de cafea. A continuación rodó La muerte del señor Lazarescu, ganadora en Cannes 2005. En 2010, con Aurora, un asesino muy común, firmó la segunda entrega de una serie de seis historias de los extrarradios de Bucarest.
Ahora nos llega esta propuesta llena de ingenio calificada, en su promoción, como «una comedia familiar muy seria», un disparate digno de nuestro mejor Berlanga.
Dirección y guion: Cristi Puiu
Intérpretes: Mimi Branescu, Judith State, Bogdan Dumitrache, Dana Dogaru, Sorin Medelini, Ana Ciontea
Fotografía: Barbu Balasoiu
Música: Craig Armstrong
Montaje: Ciprian Cimpoi, Iulia Muresan, Letitia Stefanescu
Rumanía / 2016 / 173 minutos