El matrimonio formado por Boris (Aleksey Rozin) y Zhenya (Maryana Spivak) viven un proceso de divorcio marcado por el rencor. No se soportan. El amor se ha acabado entre ellos y lo han encontrado en otras personas. Aunque sentimentalmente separados, comparten casa y las agrias discusiones y la nula comunicación marcan su rutina. Ninguno de los dos parece estar interesado en Alyosha (Matvey Novikov), su hijo de 12 años que asiste al triste espectáculo de la incomprensión creciente y los reproches continuos. La falta de cariño y atención que recibe de sus padres marca su vida y su carácter. Hasta el día en que desaparece.

Nadie le ha visto; nadie sabe nada de él. Será entonces cuando la pareja no tenga más remedio que unir sus fuerzas para buscar al desaparecido. Con el paso de las semanas tanto los esfuerzos infructuosos como la preocupación por la misteriosa ausencia irán creando un clima desolador.

El guion de la película ha sido desarrollado por su director en colaboración con Oleg Negin, que también ha trabajado en tres de los anteriores e inquietantes largometrajes de Zvyagintsev: The banishment, Elena y Leviatán, en la que denuncia sin subterfugios la corrupción y los abusos de poder en la Rusia actual.

Sin amor confirma que el realizador ruso es uno de los creadores del cine europeo contemporáneo realmente interesantes. La atmósfera y la tensión que gravitan a lo largo de toda la propuesta se apoyan en una banda musical hipnótica y magníficamente ensamblada, en una milimétrica puesta en escena y en una fotografía que transmite el ambiente helado que se propone. Y, por supuesto, en las soberbias interpretaciones de sus protagonistas. Maryana Spivak, como la madre del desaparecido, pone en no pocas secuencias los pelos de punta al espectador y el pequeño Matvey Novikov llena la pantalla de la irrefrenable tristeza que le provoca su sentirse abandonado.

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