Lucia Aniello se pone a los mandos para su debut en la gran pantalla, escrito por ella misma junto a Paul W. Downs, que se reserva un agradecido papel en la película. Ambos, socios en la comedia (juntos formaron Paulilu, una sociedad de sketches humorísticos), se han ganado una reputación de cara al gran público por su trabajo en la serie Broad City, una de las mejores comedias televisivas que pueden encontrar actualmente.
Por esto mismo, lo que sorprende a los admiradores de su trabajo es que su primera película haya optado por un tono tan convencional que la acerca más a una de tantas comedias formularias y la aleja del sello personal de trabajos anteriores. Su desarrollo va por un camino que ya hemos recorrido muchas veces, y echamos en falta más garra, más atrevimiento, ese humor fuera de toda norma de Broad City.
No obstante, Una noche fuera de control se hace fuerte en sus diálogos desmelenados, sus situaciones absurdas, sus ramalazos bestias y escatológicos y la química entre las componentes de su reparto. Entre ellas, Scarlett Johansson solventa con gracia su rol de mujer moderada aspirante a senadora que lo último que necesita es un escándalo que incluya un stripper muerto, si bien es Kate McKinnon la que roba la función (como ya hiciera en Cazafantasmas) con su excesivamente cordial personaje y un maravilloso acento australiano. En cambio, Jillian Bell resulta cargante en un rol demasiado exagerado.
Si hay algo verdaderamente refrescante en esta película es la inclusión natural de arquetipos que tradicionalmente han requerido una justificación o un trato rancio, como el del colectivo queer, que es presentado con sencillez, sin necesidad de subrayado, y aporta un elemento secundario de tensión al que se recurre puntualmente hasta su desenlace. Además de la inversión de roles, lo que incluye una de las despedidas de soltero más hilarantemente aburridas que se recuerdan en la gran pantalla.
De ritmo ágil y gags acertados (aunque con peros), Una noche fuera de control cumple su cometido de comedia veraniega sencilla y de fácil consumo. Quizá no descubra la pólvora, pero sí cómo recorrer largas distancias en poco tiempo haciéndose un «astronauta triste».