Ya hay demasiadas comedias románticas en el mercado cinematográfico, o, para ser más justos, ya hay demasiadas comedias románticas superficiales. El amor no tiene por qué estar relacionado obligatoriamente con la conquista de una pareja. Cuando la vida ha dado muchas vueltas, el concepto del amor se liga íntimamente al miedo a la soledad. De esta fobia a quedarse solo y de la necesidad de romper con el inmovilismo habla esta película.
Nuestra protagonista es una masajista necesitada de afecto, un irónico contraste para alguien que se gana la vida a través del contacto físico. Su arisca hija está a punto de marchar a la universidad, y ella, divorciada y algo resabiada en el tema masculino, se siente más abandonada que nunca. Este grito callado pidiendo cariño la lleva a los brazos de un pretendiente inesperado. Entre reticencias iniciales, acaba dejándose llevar por la naturalidad de una relación sin niñerías.
El conflicto llega en forma de verdades ocultas. Nuestra protagonista debe decidir entre mantener con gran esfuerzo un equilibrio placentero o sincerarse y volver algunos pasos atrás del punto inicial.
Nicole Holofcener, directora y guionista, no cae en la tentación de ofrecer el recital de gags facilones que la historia podría haber generado. Por el contrario, indaga en los matices dramáticos de la etapa vital que atraviesa la protagonista.
El acierto de Sobran las palabras apunta precisamente a su ruptura con la comedia romántica tradicional. Aquí no importa simplemente si la chica conseguirá mantener al chico, sino si aprenderá a no depender más que de sí misma, si conseguirá aceptar el síndrome del nido vacío sin recurrir a sustitutivos desesperados (las bien construidas secuencias con la amiga de su hija) y si reconocerá que, por muy costosos que sean, hay cambios necesarios.
Madurez y carisma
Frente a la cámara, una enorme Julia Louis-Dreyfus se hace con cada escena del filme. Aún resuenan los ecos de esa Elaine de Seinfeld en las situaciones cómicas a las que se enfrenta, pero Louis-Dreyfus va un paso más allá y carga a su carismático personaje de una madurez y una melancolía que traspasan la pantalla. Un trabajo que le ha valido una nominación como mejor actriz de comedia en los próximos Globos de Oro.
Junto a ella se encuentra quien probablemente es el principal reclamo (por su triste pérdida) de la película: James Gandolfini. El actor se convierte en el complemento perfecto para Louis-Dreyfus, componiendo un personaje entrañable y reposado, un faro de seguridad para los titubeos de nuestra protagonista. Gandolfini encara su rol sin complicaciones, pero queda en un segundo plano ante la fuerza de su pareja.
El resto de intérpretes orbitan alrededor del dúo protagonista, algunos con la seguridad que da una larga trayectoria como las siempre interesantes Catherine Keener y Toni Collette. Cabe destacar el trabajo de Tavi Gevinson, una joven cuya inocente mirada cautiva al instante.
Sobran las palabras se perfila como una propuesta amable, una película que se recibe con una sonrisa y que deja un poso reflexivo en el espectador. ¿Hasta qué punto es uno capaz de desprenderse de aquello que ha conseguido para arriesgarse a ganar algo o, sencillamente, evolucionar? ¿Merece la pena jugársela? Eso queda en manos del público.
Dirección: Nicole Holofcener
Intérpretes: Julia Louis-Dreyfus, James Gandolfini, Catherine Keener, Toni Collette, Tavi Gevinson, Eve Hewson, Tracey Fairaway, Ben Falcone
Guion: Nicole Holofcener
Música: Marcelo Zarvos
Fotografía: Xavier Pérez Grobet
2013 / Estados Unidos / 93 minutos