Tres décadas diferentes en un escenario tan complejo como el de una guerra civil. En 1991 asistimos al origen de la Guerra de los Balcanes. En 2001 vemos las consecuencias inmediatas de aquella tragedia. En 2011 persisten los resabios y las cicatrices de aquel conflicto que partió la vida de millones de personas.
La cámara se sirve en las tres historias de la misma pareja de actores de un modo muy convincente. Tihana Lazovic se transforma en cada una de las tres mujeres a las que da vida para corporeizarlas de forma admirable, y Goran Markovic, aunque con menos brillantez, también hace verosímiles sus personajes masculinos.
Matanic, que apuesta por cerrar heridas en un entorno tan castigado, explica que el origen del proyecto tiene que ver con su ya desaparecida abuela. “Me preguntaba por mis novias para pedirme que no fuera una de ellas. Que no fuera serbia. Esas palabras me desorientaban en boca de una persona que siempre me apoyaba. Una mujer buena a la que siempre respeté mucho. Así nació la idea de esta película”.
Fuera de campo, en ningún momento vemos la guerra, pero el espectador la siente en cada uno de sus planos. No vemos sangre, pero percibimos el dolor de las heridas, el profundo desgarro emocional de los damnificados. Bajo el sol, como un a modo de Romeo y Julieta de los Balcanes, conduce inevitablemente a la reflexión, como logra hacerlo el cine de interés, y esta propuesta, sin duda, lo es.