La serie sube el telón para desgranarnos los primeros pasos de esta escuela que nació en el seno de la Alemania derrotada en la Gran Guerra, y en la que ya se estaba creando el caldo de cultivo antisemita y fascista que provocaría la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de todo, y puede que gracias a la paleta de color que se abre en los momentos más tremebundos de nuestra historia, la Bauhaus logró convertirse en una “herramienta para conseguir un mundo nuevo y revolucionario”, según clamaba Walter Gropius (Berlín, 1883 – Boston, 1969), su fundador y director entre 1919 y 1928.
Siguiendo uno de sus principios fundamentales, «la forma sigue a la función», la Bauhaus propuso una reformulación de la arquitectura y de todas las artes tal y como se habían concebido hasta ese momento para adaptarlas a las necesidades de la sociedad.
Color
La miniserie, compuesta por seis episodios de 45 minutos, está dirigida por Lars Kraume y protagonizada por un bello August Diehl, en su papel de Gropius, y Anna María Mühe en el de Dörte Helm, una de sus alumnas, con la que, según la serie, mantuvo un romance.
La narración, aunque centrada en estas dos figuras, transita libre por el color de esta generación en una etapa convulsa, de transición y renacimiento, como fue la República de Weimar (1918-1933). Ahí surgió esta extraordinaria reunión de inspirados maestros y estudiantes ávidos y talentosos que alimentaron la entrada a nuestra modernidad.
Como hilo argumental de la serie aparece la entrevista realizada por una incisiva periodista estadounidense a un ya anciano Walter Gropius que, desde su casa de Massachusetts, vuelve la mirada al pasado para rescatar la brillantez de un tiempo en el que las fiestas compartían espacio con vivos debates sobre el papel de la mujer, el extremismo y el arte, y el ser creador en un mundo cada vez más tensionado que caminaba sin freno hacia la hecatombe.
Dicen que es en los periodos más oscuros cuando más luz emana de la faceta creadora de las personas. Algo así debió significar la Bauhaus, una escuela de vida y trabajo en común que pintó de rojo y amarillo un mundo cada vez más oscuro.
Gropius narra aquella experiencia, con sus aciertos e incongruencias, con mucho de paraíso perdido y de experiencia fallida, sin otro propósito que hacernos partícipes de aquel excepcional tiempo creativo que dio la bienvenida a brochazos al mundo tal y como hoy lo conocemos.