Significativo es el título original de la cinta, Le chagrin des oiseaux, que podría traducirse como el desconsuelo, o la pesadumbre, o la pena de los pájaros. Y es que desde que Tombuctú está en manos de los extremistas religiosos, la zona está sumida en el silencio. Las puertas de las casas permanecen cerradas y las calles desiertas, con la excepción de quienes armados con fusiles imponen su terrorífica «ley».
Todo está prohibido
Prohibido está fumar y oír y tocar música. Prohibido reír y pasear y hasta prohibido está jugar al fútbol. Entre algunas de las escenas sobrecogedoras de la película destaca el partido de fútbol que unos chavales juegan en silencio y sin balón. ¡Sin balón! Transmiten esas secuencias una desazón sin límite en medio de una película que deja al espectador sin palabras ante la contemplación de una sociedad en la que las mujeres se han convertido en sombras que intentan resistir con dignidad.
Mientras tribunales improvisados dictan y hacen cumplir sentencias tan absurdas como trágicas, Kidane vive en las dunas con su mujer y su hija. Allí toca la guitarra y parece ajeno al caos hasta que accidentalmente mata a Amadou, un pescador que ha acabado con la vida de GPS, la vaca favorita del pequeño rebaño (ocho reses) del que vive él y su familia. Desde ese infausto momento todo se precipita y Kidane tendrá que enfrentarse a las leyes impuestas por los extremistas.
Sobre hechos reales
Timbuktu, en parte inspirada en el estremecedor crimen que en 2012 se vivió en Mali, donde un hombre y una mujer, padres de dos hijos, fueron apedreados y filmados hasta morir por el hecho de convivir sin estar casados -esa atrocidad se recoge en un vídeo que los asesinos colgaron en Internet-, es, ante todo, un firme alegato contra la pena de muerte.
Pese al peso terrible de lo que por la pantalla discurre, la cinta mantiene una puesta en escena nada escabrosa y un montaje ajustado en el que ninguna escena está de más. Sissako, como ya había demostrado en Heremakono (2002) y Bamako (2006), dota a sus películas de una fotografía cargada de poesía y una cadencia reposada que permite que el espectador digiera, sin sobresaltos, lo terrible de lo que se le está mostrando.
Profesionales y debutantes
Combinando actores profesionales con personas que nunca se habían puesto delante de una cámara –magnífica la naturalidad de Toulou Kiki y, especialmente, Layla Walet, en los papeles de esposa e hija del protagonista–, el director, pese a la crudeza del tema, logra evitar el sensacionalismo. Tampoco hay retórica ni juicios. Las imágenes hablan, sutilmente, pero con incontestable contundencia.
La escena final compendia con inteligencia la propuesta de toda la película: dos niños corren entre quedos lamentos por el desierto. Van hacia ninguna parte. Huyen. Lo único que les queda es escapar del infierno de los radicales; el destino no importa.
Explícito. Dramático. Clarividente.
Dirección: Abderrahmane Sissako
Guion: Abderrahmane Sissako y Kessen Tall
Intérpretes: Ibrahim Ahmed, Toulou Kiki, Abel Jafri, Layla Walet Mohamed, Fatoumata Diawara, Hichem Yacoubi y Kettly Noël
Música: Amine Bouhafa
Fotografía: Sofiane El Fani
Mauritania-Francia / 2014 / 97 minutos