Amy, una joven universitaria estudiante de astrofísica, se gana la vida como doble en escenas de acción para televisión y cine en las que, materialmente, arriesga su vida. A primera vista podría parecer que se trata de una persona que se siente atraída por el peligro extremo, pero en realidad es su forma de sublimar el complejo de culpa que le provoca una tragedia familiar que en el pasado vivió en primera persona.
Pasión y ausencia
En esa situación encontrará en primera instancia equilibrio y consuelo y más tarde una pasión irrefrenable en Ed Phoerum, su profesor, un eminente astrofísico del que se verá obligada a separarse cuando ella concluye su formación.
Amy y Ed mantendrán viva su relación a través de la tecnología hasta que inesperadamente recibe noticia de la desaparición de él. Ha muerto, le aseguran, pero ella sigue recibiendo correos y vídeos de él a tiempo real. Al menos así lo parece.
Dispuesta a conocer la verdad sobre el destino del amor de su vida, Amy emprenderá un largo viaje que determinará el resto de su existencia.
Mimbres complejos para una historia musicada por Ennio Morricone y espléndidamente fotografiada por Fabio Zamarion que se apoya en la misteriosa belleza del lago de Orta y la isla de San Giulio en donde discurrió buena parte del rodaje.
Como ha señalado el propio director: “En el cine como en la literatura no recuerdo simples historias de amor, tanto en Orfeo y Eurídice como en Romeo y Julieta, por citar dos ejemplos, el camino hacia el final es siempre más difícil de lo que debería ser».
Sin arrugarse
El hecho es que Tornatore no se arruga y da vueltas en torno a un guion al que, acaso, le sobran algunas. Acaso, porque aunque hay una reiteración que pudiera ser excesiva en los mensajes recibidos desde un supuesto «más allá», y una persistente voz en off que si no estuviera no pasaba nada, los circunloquios a los que el espectador asiste tienen su justificación en el resultado final de una película en la que, probablemente por deseo expreso de su autor, nada queda totalmente claro. Entre mensaje y mensaje la incertidumbre juega su papel y nos sitúa en un a modo de lo difuso como metáfora de lo que la vida es y lo que la muerte comporta.
Lo dicho, La correspondencia puede no ser la cumbre cinematográfica del italiano, pero deja en la pantalla muestras varias que refrendan el arte de un indiscutible creador.
Dirección y guion: Giuseppe Tornatore
Intérpretes: Jeremy Irons, Olga Kurylenko, James Warren, Simon Johns, Shauna Macdonald, Simon Meacock, Anna Savva
Fotografía: Fabio Zamarion
Música: Ennio Morricone
Italia / 2015 / 121 minutos