Charlie Chaplin murió en las Navidades de 1977. Por aquellas fechas Eddy, un raterillo de poca monta y no mal corazón, salió de la cárcel. Osman, su amigo argelino, le esperaba en la puerta y le acogió en la casa en la que vivía en compañía de su hija, una niña despierta que pronto hizo buenas migas con Eddy.
«Malotes», pero buenos
Osman es un buen hombre económicamente muy apurado a causa de la enfermedad de su mujer. De hecho no tiene el dinero suficiente para pagar los gastos del hospital. En esa situación acaba por aceptar la descabellada idea de su colega, que no es otra que robar el ataúd con el cuerpo de Charlot y pedir por él un rescate.
Muy distinta a su excelente De dioses y hombres, Xabier Beauvois ha optado por la sencillez a la hora de encarar El precio de la fama. Cargada de humanidad, la película deja su mensaje social, que no es otro que el que incide en el difícil destino de aquellos a los que la necesidad empuja. Personas que, muy lejos de la criminalidad, se ven metidos y han de asumir la responsabilidad ante un «fregado» que, en principio, no les corresponde.
En los papeles principales se lucen Benoît Poelvoorde y, sobre todo, el actor francés de origen marroquí Roschdy Zem, que llena la pantalla de un agridulce lirismo.
A Charlot seguro que le hubiera complacido -a la manera de sus «héroes» de La quimera del oro, Tiempos modernos o Candilejas– la mezcla de sensaciones que provoca esta «patética» odisea de su cadáver.
Dirección: Xavier Beauvois
Guión: Xavier Beauvois y Étienne Comar
Intérpretes: Benoît Poelvvorde, Roschdy Zem, Chiara Mastroianni, Peter Coyote, Séli Gmach, Nadine Labaki
Fotografía: Caroline Champetier
Música: Michel Legrand
Francia-Suiza-Bélgica / 2014 / 110 minutos