Ganadora en el prestigioso Festival Internacional de Karlovy Vary, la película se adentra en el decisivo año de la Segunda Guerra Mundial, cuando los habitantes de las grandes ciudades están a merced de violentos bombardeos. El hambre es el denominador común con el que tienen que convivir casi todos.
Cambio de vida
En esa situación extrema, una madre, presa de la desesperación, decide llevar a sus hijos gemelos a un pueblo de la frontera húngara a casa de su abuela, una mujer despiadada y alcohólica. Sus vecinos la han bautizado como “La bruja” porque se cree que hace tiempo envenenó a su marido.
Los dos hermanos, que habían llevado una vida cómoda hasta entonces, no tardan en darse cuenta de que solo sobrevivirán en el absurdo e inhumano mundo de los adultos si aprenden a no tener sentimientos. Liberándose del sufrimiento causado por el hambre, el dolor y las emociones, serán capaces de hacer frente a cualquier adversidad. A ello se ponen con un tesón y una entrega inocentes, pero aterradoras.
Dos cuerpos, un espíritu; dos cuerpos, una voluntad. Uno de ellos tiene una idea, el otro, sean cuales sean las consecuencias, la pone en práctica.
Texto extraordinario
El gran cuaderno, ese en el que los gemelos apuntan cada una de sus decisiones, es el título del primero de los volúmenes de la trilogía Lucas y Claus, de la escritora suiza de origen húngaro Ágota Kristóf que, fallecida en 2011, no llegó a ver el resultado de la adaptación cinematográfica de su extraordinaria obra.
Traducido a más de 30 idiomas, El gran cuaderno, publicado en 1986, es un texto demoledor que todos deberíamos leer para asumir de una vez por todas que la guerra, sea cual sea, es la culminación del fracaso de la cordura y el entendimiento. Kristof construye un texto sin fisuras. Con un lenguaje cortante pero con gran carga poética, traza una penetrante reflexión sobre el poder de la destrucción, la permeabilidad de la injusticia y la indefensión de unos niños a los que la barbarie de las circunstancias somete a un proceso de cruel endurecimiento. Su deshumanización es inocente, pero no deja de ser una aberración.
El filme de János Szasz no alcanza la sublimidad del texto original, pero es más que digno. Incómodo y valiente en su huida de cualquier atisbo de edulcoramiento, –muy distante en ese sentido, por ejemplo, de El niño con el pijama de rayas– refleja con conmoción y apoyándose en una brillante fotografía el descenso al infierno de esos niños a los que les han desdibujado las fronteras entre el bien y el mal; entre lo admisible y lo que no lo es.
Los estragos de la guerra en ellos, –muy bien corporeizados por los hermanos gemelos András y Lászlo Gyémant, que debutan en la pantalla–, son de tanto calado que no sonríen ni una sola vez a lo largo de las casi dos horas de proyección. Lo dicho: demoledor.
Dirección: János Szasz
Guion: János Szász y András Szekér (Basado en la novela de Agota Kristof)
Intérpretes: András Gyémant, Lászlo Gyémant, Piroska Molnár y Ulrich Thomsen
Fotografía: Christian Berger
Música: Johann Johannsson
Productoras: Hunnia Filmstúdió, Intuit Pictures GmbH, Amour Fou Filmproduktion y Dolce Vita Films
Distribuidora: Golem Distribución
Hungría-Alemania-Austria-Francia / 2013 / 109 minutos