Una pareja de ancianos viaja de la pequeña isla en la que viven a Tokio para visitar a sus hijos. Éstos, ocupados con sus trabajos, no podrán dedicarle a sus padres el tiempo que merecen, haciéndolos sentir incómodos en un lugar tan grande para ellos. Pero, de repente, todo cambiará.
Ése es el punto de partida de Una familia de Tokio, filme presentado en el pasado Festival de Cine de Berlín y que competirá en la sección oficial de la 58 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid.
Su director, el cineasta japonés Yôji Yamada, tiene 82 años y lleva 50 como director. En su haber tiene 79 títulos, algunos tan reconocidos como El pañuelo amarillo de la felicidad, El ocaso del samurái o Kabei: Nuestra madre.
Profundo abismo
Según él, su última película es un homenaje a Cuentos de Tokio, obra maestra de Yasujirô Ozu, elegida por directores de cine en 2012 como la mejor película de la historia del cine y la tercera mejor película en opinión de los críticos, según las votaciones que realiza cada diez años el British Film Institute y que publica la revista Sight & Sound [1].
Este remake de la película de Ozu supone una revisión actualizada a los conflictos entre la sencillez del campo y la complicación de la metrópolis. Al igual que la cinta de 1953, esta versión de 2013 deja testimonio del profundo abismo que separa a dos generaciones en los tiempos que corren, cuando la sociedad avanza tan deprisa que deja atrás a más de uno.