Los premios más antiguos de nuestra cinematografía (su primera edición data de 1945) conformaron anoche un triángulo. Sus vértices fueron Caníbal, Vivir es fácil con los ojos cerrados y Stockholm. La primera volvió a casa con el mayor número de galardones (director, actor, guion adaptado y fotografía) y la segunda y tercera subieron hasta tres veces al escenario.

La cinta de David Trueba recogió premios a mejor película, guion original y actriz revelación (la debutante Natalia de Molina). La refrescante propuesta de Rodrigo Sorogoyen fue reconocida en los apartados de mejor actriz (Aura Garrido) y director y actor revelación (Javier Pereira).

Terele Pávez repitió (tras los Premios Feroz) como mejor actriz secundaria por Las brujas de Zugarramurdi, la comedia negra de Álex de la Iglesia. Por su parte, Grand piano fue premiada en las categorías de música y montaje.

La cinta Guadalquivir fue reconocida como mejor documental. En lo que respecta al cine de más allá de nuestras fronteras, Gravity, la odisea espacial de Alfonso Cuarón, consiguió la medalla a mejor película extranjera.

Por último, el Círculo de Escritores Cinematográficos quiso reconocer la trayectoria de la actriz, cantante y eventualmente directora Ana Belén otorgándole su Medalla de Honor. La medalla a la labor de promoción del cine recayó sobre Enrique González Macho, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, y la destinada a la labor labor literaria y periodística fue para el crítico y escritor Carlos F. Heredero, director de la revista Caimán Cuadernos de Cine.