Arañando el final de 2014 se presenta el segundo bombazo bíblico del año. En abril tuvimos empacho de agua con el Noé [1] de Darren Aronofsky. Ahora le llega el turno a Moisés y su consabida historia del éxodo del pueblo judío.
La Biblia, qué duda cabe, atesora entre sus páginas algunas de las historias más épicas e imaginativas de la literatura universal. No es de extrañar volver a ella continuamente como modelo de tramas. En concreto, el relato del periplo de Moisés lo tiene todo: giros dramáticos, pérdida de la identidad personal, batallas, huidas masivas y magia. Carne de adaptación cinematográfica. Basta con recordar a Charlton Heston y Yul Brynner en 1956. Así las cosas, a la hora de enfrentarse a una historia conocida por todos de cabo a rabo es justo como espectador exigir algo nuevo, un punto de vista que abra senderos que otros no abrieron en el pasado. ¿Es el caso de la cinta de Ridley Scott? Veamos.
Lo primero que destaca de Exodus: Dioses y reyes es que a pesar de sus dos horas y media de duración no aguanta el tirón nada mal. No es poco que una epopeya bíblica de 150 minutos sea entretenida. Una de sus grandes bazas es, como cabía esperar, su espectacularidad visual. Una historia de semejantes proporciones requiere de unos efectos a la altura, y en ese punto la película cumple con creces. Capítulo aparte es el 3D que ofrece, que tropieza con la piedra de la mayoría de las producciones filmadas así: no aporta absolutamente nada a nivel visual.
Fórmula realista
¿Pero hay novedad, además del lucimiento de paisajes egipcios con muchedumbre hasta donde alcanza la vista y plagas divinas? Lamentablemente no. Sí que se diferencia de la propuesta bíblica de Aronofsky en que la de Scott trata de alejarse de la fantasía todo lo posible (el elemento mágico es inevitable en este relato) y aplicar fórmulas, si no realistas, sí más plausibles, al menos visualmente. El caso más claro es su visión del episodio en que Moisés abre las aguas del Mar Rojo.
Pero más allá de un planteamiento menos fantasioso, la película de Scott no tiene un enfoque novedoso. Su atractivo reside en contemplar una historia épica contada con espectacularidad. Es una lástima que la reflexión desde el presente quede en una charla entre Moisés y Josué acerca del incierto futuro del pueblo judío, «una nación de tribus» que necesita unidad.
El reparto es otro de los grandes atractivos de la cinta de Scott. Christian Bale tiene controlado el registro de héroe atormentado tras la trilogía de Batman firmada por Christopher Nolan. De hecho, nos brinda algún déjà vu cuando recurre a su voz de Caballero Oscuro. Joel Edgerton cumple como un Ramsés con pocas luces, papel poco agradecido en esta película, al que se le echa en falta más matices. El resto del reparto es más bien anecdótico, desde un Aaron Paul continuamente asombrado y una María Valverde de sonrisa seductora a un breve John Turturro y una Sigourney Weaver que pasaba por ahí.
En definitiva, Exodus: Dioses y reyes supone una revitalización de la historia de Moisés a nivel visual. No es mala idea acercarse a ella como primera aproximación al relato bíblico. Quienes busquen un entretenimiento épico encontrarán su película. Quienes esperen una reflexión innovadora o un enfoque crítico… Bueno, las bibliotecas están llenas de ensayos.
Dirección: Ridley Scott
Guión: Jeffrey Caine, Bill Collage, Adam Cooper y Steven Zaillian
Intérpretes: Christian Bale, Joel Edgerton, Aaron Paul, María Valverde, Ben Kingsley, Indira Varma, Golshifteh Farahani, John Turturro y Sigourney Weaver
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Dariusz Wolski
Estados Unidos / 2014 / 151 minutos