La infancia. Muchos músicos anhelan ese eterno brillo de la mente inmaculada; de la ilusión, de la imaginación. Otros músicos pretenden emular a sus ídolos de adolescencia y producir grandes álbumes que conecten con sus dispares y contradictorias experiencias. Por otra parte, los hay que aspiran a ser maestros y mostrar su destreza y habilidades adquiridas por la madurez. Algunos consiguen uno de estos deseos, pero pocos alcanzan los tres a la vez.

Anthony González se mudó desde su Francia natal a Los Ángeles, la ciudad donde se fabrican los sueños, la capital del espectáculo. Allí escribió y grabó «Hurry Up, we’re dreaming» (2011) que según una entrevista a musicOMH, es un reflejo de sus 30 años como ser humano y algo que se dedicó a sí mismo. Su último año en Los Ángeles es lo que dio ese resplandor fosforescente al álbum. Sus luces de neón, sus paseos nocturnos en coche fue lo que inspiró «Midnight City», el hit instantáneo que también ambiciona resumir todas sus influencias musicales en cuatro minutos. Y lo consigue.

Define la década porque es, quizás, uno de los pocos himnos con mayúsculas que hemos tenido estos años. Una oda épica a la ciudad desde la visión de un niño, el oído de un melómano y la mano de un experto. M83 es capaz de comenzar con un repetitivo fraseo de su voz distorsionada, hacer rock de estadio con sintetizadores y terminar con un solo de saxo sin que todo ello suene hortera o pomposo. Es el triunfo de lo excesivo.