Hay canciones que contienen más ideas y recursos que discografías enteras. Muchas veces no depende sólo del talento sino de la ambición que uno tenga, el afán por ganarse el cielo, el deseo de dejar un legado. Frank Ocean escribía canciones en la sombra para estrellas del pop pero decidió que no debía conformarse con eso si no apostar por su propia música. Esta apuesta fue un órdago a la grande, su primer álbum comercial “channel ORANGE” (2012) funciona como resumen de la mejor música negra de los últimos 50 años y la canción más ambiciosa del disco es “Pyramids”.

Esta monumental y faraónica canción es un viaje cósmico por el tiempo en el que se cuenta la historia de dos Cleopatras, la gobernanta egipcia y una bailarina de striptease; un recorrido épico a través de sintetizadores electrónicos, bajos funkys, guitarras jazzísticas y la voz con alma de Ocean. Desafía las normas de cualquier éxito millennial con sus casi 10 minutos de duración, su vocación experimental y sus cambios de tempo, pero milagrosamente sus melodías vocales y sus ritmos precisos mantienen la cordura en esta fantasía y la convierten en un hit colosal. 

Define la década porque Frank Ocean es uno de los faros por los que la música contemporánea se guía; un visionario, un iluminado que va dos pasos por delante. Su mayor triunfo ha sido encontrar el hilo que une la vanguardia con la música popular, y eso lo ha conseguido por su sentido y su sensibilidad.