A finales de los 2010s, la generación Z o posmillennial estaba aún por autodefinirse, pero, a pesar de su escaso recorrido con uso de razón, ya tenían un poderosísimo icono en el que reflejarse. Billie Eilish ya era una estrella en las redes con 14 años; la que para generaciones anteriores hubiera sido la rara de la clase ahora dominaba el fandom adolescente. Descreída, despreocupada, ingeniosa y nada ingenua. Ha ganado cuatro grammys y sigue viviendo en casa de sus padres. Post-postureo.

Antes de sacar su primer álbum ya tenía 1.000 millones de reproducciones en Spotify, pero «When We All Fall Asleep, Where Do We Go?» (2019) ha reconfirmado su trono, y por encima de todos los temas sobresale «Bad Guy», el arrollador y susurrante hit que, con la ayuda de su hermano en la producción, han perforado la entrada al panteón del pop. Lo ha hecho desde su habitación, sin haber comprado un disco físico en su vida. Un bajo voluptuoso, un estribillo de mini-teclado y mucha, mucha actitud. 

Define la década porque «Bad Guy» ha sido la banda sonora del final de la década, el cliffhanger que nos incita a ver qué nos deparará la temporada 2020s. Es un éxito tan iniciático como definitivo, que determina el camino tan voluble que tendrá el pop del futuro. Duh.