El techno tiene una paradoja intrínseca desde su nacimiento. Su sonido se obtiene de la última tecnología, experimentando con nuevos arreglos, texturas futuristas; sin embargo su estructura pretende volver a lo básico, a la esencia de la música, ritmos en bucle que lleven al trance, a nuestro pasado tribal.

Moritz Von Oswald es uno de esos tótems de la electrónica que no gozan de una grandísima popularidad pero que su influencia es grandérrima. Con Basic Channel, Maurizio o Rhythm & Sound ha sido pionero del Minimal Techno y el Dub Techno. Su afán explorador le ha llevado en su disco de 2017 «Moritz Von Oswald & Ordo Sakhna» al mismísimo Kirguistán, en el que entabla diálogo con lenguajes musicales ancestrales e instrumentos arcaicos. «Draught» se siente cómo los dos idiomas se entienden y confluyen místicamente. 

Define la década porque el techno siempre ha buscado un espíritu primigenio, una vuelta a nuestra naturaleza más elemental, pero en los últimos años esta búsqueda es en sitios cada vez más recónditos. Kirguistán es un país que no sólo no figura en las tendencias turísticas globales sino que apenas nadie podría citar algún dato sobre el país. Sin embargo «Draught», con flautas primitivas y electrónica dub, no se siente extraña. Es un ejemplo de que el techno le quedan aún fronteras por derribar, aunque estas están entre Tayikistán y Uzbekistán.