A finales de la década, la industria del videojuego ya facturaba el doble que la del cine y la música juntas. El ocio se ha desplazado completamente a la interactividad y a las posibilidades cuasi-infinitas de la programación. Aún así, el público general (sobre todo el de más edad) no considera este gigante como parte de la cultura con mayúsculas, todavía se ve en muchos casos como un entretenimiento superficial, como una distracción banal.

Gustavo Santaolalla es un músico argentino de larguísima y reputada trayectoria, empezó revolucionando el rock argentino de los 60 y fue productor estrella en los 90. Con “Amores Perros” (2000) hizo tándem con Iñarritu y empezó a darse a conocer como compositor de bandas sonoras, profesión que ya le ha aportado dos Oscar. Cuando la desarrolladora de videojuegos Naughty Dog se propuso realizar “The Last Of Us” pensaron que Santaolalla dotaría de la oscuridad y profundidad necesaria para ambientar un videojuego post-apocalíptico en el que el tratamiento de los personajes y la narrativa eran fundamentales. “The Choice” es una guitarra eléctrica ambiental, solitaria y lánguida, en perfecta sintonía con el viaje a través de Estados Unidos que realizan los protagonistas.

Define la década porque “The Last Of Us” consiguió ser un éxito absoluto de crítica y público, uno de los videojuegos más importantes de los 2010s. Aunque sea un juego de matar zombies, el argumento, los personajes, la relación entre ellos, el realismo en las peleas… todo ayuda a que sea un entretenimiento rico en matices y de gran valor cultural. Y por supuesto la música, que otorga emoción a la historia, y no sólo de suspense para meterte en la trama, sino de melancolía y aislamiento, de nostalgia por un pasado mejor.