En el 2010 David Guetta estaba en la cúspide de su éxito mundial, como DJ y como productor. Su disco «One Love» (2009) había nutrido todas las emisoras de radiofórmula, las discotecas de pachangueo y las tiendas de ropa. El nu-electro House era el núcleo del mainstream, y el francés estaba propiciando que el EDM triunfase de manera masiva.

Kelis ya había conocido el reconocimiento global con «Milkshake» (2003) canción que definía y sublimaba el pop del momento; R&B de sintetizadores producido por los midas The Neptunes. Como los tiempos cambian, Kelis Rogers se rodeó de Guetta y Makeba Riddick (que había escrito canciones para Rihanna, Beyoncé o Jennifer López) para crear «Acapella» (2010), una «cantadita» de enorme potencia y brío. Kelis se adaptaba así a los nuevos sonidos del nuevo pop, mucho más electrónicos y discotequeros, un ejercicio parecido al que hizo Donna Summer en los 70, pionera precisamente del EDM con «I Feel Love».

Define la década porque aunque Guetta fuera mayoritariamente un agente comercial de la electrónica de baile y no un creativo, en «Acapella» despliega su grandilocuencia electro con una canción y una cantante que están a la altura de las circunstancias. Kelis volvía a definir el pop del momento y mostraba su versatilidad y flexibilidad artística. Y aunque juntos no consiguieron que fuera un éxito grandioso como los habían tenido por separado, la canción tiene un aroma de hit como pocos de su época.