Lo más seguro es que nuestro primer contacto con la música sea al poco tiempo de nacer cuando, para calmarnos el llanto, nuestros cuidadores nos canten una nana para relajarnos. Este acto, que se produce casi de manera innata, realmente tiene un efecto neurológico positivo, puesto que la música estimula la producción óxido nítrico, una sustancia vasodilatadora; libera serotonina y ayuda a reducir los niveles de cortisol, la hormona responsable del estrés y la ansiedad. 

El compositor neoclásico Max Richter padeció una época de insomnio. Durante ese tiempo trabajó en la composición de una obra de ocho horas que ayudaría a conciliar el sueño y “alimentar el cerebro dormido”. Para ello trabajó junto al neurocientífico David Eagleman, para nivelar las ondas cerebrales y reducir el ritmo cardiaco, y por tanto la tensión. Esta magna obra de 31 composiciones, inspirada en las Variaciones Goldberg de Bach (también compuesta para paliar el insomnio) usa instrumentos clásicos y un mínimo uso de la electrónica; melodías repetitivas y cadencias suaves que te arrullan, como esta «Path 19 (yet frailest)» extraído de «From Sleep» (2015), la versión de una hora que editó el centenario sello Deutsche Grammophon. 

Define la década porque «Sleep» es uno de los trabajos más señalados de música clásica de nuestra época. Concebida para concierto en la que el público escucha la música acostado, la «canción de cuna de 8 horas» tiene el récord Guinness de la emisión radiofónica más larga de una única obra musical en directo. Max Richter, que ha creado bandas sonoras, piezas para danza e innumerables proyectos artísticos, terminó los 2010s superando los mil millones de transmisiones y un millón de álbumes vendidos.