Una mañana de 2015, Luis Fonsi se despertó con la palabra «despacito» y una melodía en la cabeza. Como «Yesterday» de The Beatles, «(I Can’t Get No) Satisfaction» de The Rolling Stones o «Every Breath You Take» de The Police, forman parte de esos éxitos masivos que fueron concebidos en sueños; pero, sorprendentemente, «Despacito» (2017) llegó más lejos que ninguna otra. 

Mucho se ha especulado con el tsunami con epicentro en Puerto Rico que supuso la canción de Luis Fonsi y Daddy Yankee. Se intentaron dar explicaciones neurocientíficas para esclarecer las razones de su éxito, partiendo de una anomalía rítmica antes del estribillo que la hacía más sorprendente e irresistible. Sin embargo, la alquimia de la viralidad masiva no responde a fórmulas matemáticas ni hechos empíricos. Seguramente la razón última, como casi todo en esta vida, es la pura casualidad; una serie de factores crearon una bola de nieve que fue creciendo hasta convertirse en un fenómeno pop sin precedentes. La sexualidad latente, la sencillez de acordes y letras, la inclusión del veterano Daddy Yankee para dar el toque urbano, el remix de Justin Bieber, el agotamiento de fórmulas anglosajonas, la globalización del reguetón, la democratización del smartphone en todo el mundo, la mejora del software de YouTube… Multitud de hechos que por separado no son definitorios pero que juntos crean un triunfo de proporciones bíblicas. 

Define la década porque, sencillamente, es la canción con más reproducciones streaming de la historia. En 2019 alcanzó los seis mil millones de reproducciones en YouTube, siendo previamente número uno en 80 países. Una sacudida mundial que ejemplifica el triunfo de lo latino en los 2010s y la confirmación definitiva de Puerto Rico como núcleo de la escena. «Despacito» une la sensualidad caribeña de Fonsi con la energía callejera de DY, pop latino de radio fórmula que ya es historia de la música popular.