17 Sep Alt-J – «Breezeblocks» (2012)
Es curioso como un «sencillo» cambio de ritmo significó tanto. Franz Ferdinand en «Take Me Out» unían dos canciones en una a través de un puente que elevó la banda a cotas casi míticas. La revuelta al rock bailable se materializaba en esta pieza que fue el punto de partida de toda una ola revival británica, en la que incluso los propios Franz Ferdinand se convirtieron más tarde en una caricatura de sí mismos. El indie rock subió a las alturas y bajó a lo largo de los 2000s, pero ahí queda ese riff mutando y el Mercury Prize de 2004 para conmemorar la hazaña.
Una vez pasados los Bloc Partys y los Arctic Monkeys de turno, la prensa inglesa se quedaba sin nuevos hypes creíbles a los que inflar, pero para principios de los 2010s apareció Alt-J como la gran esperanza blanca. Gran culpa de ello lo tuvo «Breezeblocks»; la canción no contiene un cambio de ritmo si no varios, del downtempo al uptempo en un constante vaivén de batería, bajo y guitarra, a la que se le suman campanillas y pequeños sintetizadores. Una canción sobre amar demasiado, libremente inspirada en «Where The Wild Things Are», el cuento en que los monstruos dicen a Max «¡Oh, por favor no te vayas! ¡Te comeremos entero! ¡Te queremos tanto!». Relaciones tóxicas y dependencia emocional a golpe de compases inestables.
Define la década porque Alt-J ha sido uno de los abanderados del indie rock británico de los 2010s. Con «An Awesome Wave» (2012), los de Leeds se mostraron como una banda ecléctica, diferente y capaz de mirar de frente al mainstream cada vez más electrónico. Vino también el Mercury y el apoyo del público, pero en este caso su aparición no trajo una nueva y fascinante ola de guitarras danzarinas y/o inquietas. La música urbana fagocitó la electricidad y Alt-J se quedaron en su reducto arty y no trendy. Música anómala y de excepción.
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