«Era cantante desde hace años con un éxito mediocre. Era alcohólica y adicta a las drogas, y cuando estuve sobria decidí que no quería ser artista por más tiempo porque empezaba a ser un poco conocida y eso me desestabilizaba de alguna manera». 

Así le contaba Sia a James Corden la dificultad que tuvo para asimilar la fama. Su lenta pero progresiva escalada hacia el estrellato le hizo en 2010 apartarse y centrarse en componer para otros artistas como Beyoncé («Pretty Hurts»), David Guetta («Titanium») o Rihanna («Diamonds»). De hecho fue para esta última que escribió originalmente «Chandelier» (2014), pero al ver el tremendo potencial de la canción se la quedó para ella. El tema comienza con ritmo tímido, como empieza cualquier noche, pero es al llegar el estribillo cuando Sia explota vocal y emocionalmente. Inspirada en su propio alcoholismo, «Chandelier» habla de beberse la vida, de autodestrucción por medio de la diversión desmedida, «Voy a vivir como si el mañana no existiera (…) , sentiré mis lágrimas mientras se secan». Electropop de altura, opulento y decadente; frágil y poderoso. 

Define la década porque «Chandelier» es uno de los hits más épicos y a la vez uno de los cantos más desgarradores de los 2010s. Al éxito hay que sumarle el videoclip viral dirigido por la misma Sia y Daniel Askill y protagonizado por la niña bailarina Maddie Ziegler, que danza solitariamente como una suerte de alter-ego de la australiana. Sia, que desde entonces suele aparecer en público cubierta con una peluca, es la cara oculta de la fama. Grandes voces han interpretado sus composiciones, pero el registro vocal que muestra en «Chandelier» la elevó al olimpo del pop.