Religión y ciencia-ficción son dos conceptos aparentemente separados, aunque muchos dirían que son dos caras de la misma moneda, diferentes variedades de opiáceos del pueblo. Lo que sí es cierto es que los dos sirven como proyección de algo más grande y también como vehículo para evadirse de los problemas mundanos. Como la música.

La pequeña Janelle Monáe creció en un ambiente con «mucha confusión y tontería» según ella misma, por lo que se creó su propia realidad: «Empecé a soñar con un mundo donde todos los días fuera como el anime y Broadway, donde la música caía del cielo y cualquier cosa podía pasar». Monáe, que aprendió a cantar en una iglesia bautista, comenzó a idear ya en su primera maqueta «The Audition» (2003) una historia mesiánica basada en la película «Metropolis» (1927) en la que un androide del año 2719 se enamora de un humano y viaja al pasado para liberar a los ciudadanos de una sociedad secreta que suprime la libertad y el amor. «The ArchAndroid» (2010) es el primer largo en el que desarrolla esta idea en un desfile de r&b, funk, hip-pop e infinidad de géneros e ideas milimétricamente ensambladas. Soul progresivo lleno de momentos de júbilo como «Tightrope», en la que se mezcla la big-band con la charanga, el tartamudeo funk de Monáe con la lengua ágil de Big Boi de Outkast.

Define la década porque «The ArchAndroid» es uno de los discos conceptuales más vivos y coloridos de los 2010s. Religión, ciencia-ficción y música se unen para crear una fantasía rítmica y melódica que Monáe continuaría en su siguiente álbum «The Electric Lady» (2013). Un estilo aperturista que allanaría el camino al neo-soul, tan en boga a mediados de década. «Tightrope» te hace olvidar cualquier problema con sus tambores callejeros, su bajo saltarín y su viento metal. Nerds extrovertidos haciendo música celestial y profana.