«¿Me acabo de enamorar del amor?». Con esta pregunta termina la letra de «Blissing Me», el segundo single de «Utopía» (2017). Björk venía del opaco y experimental «Vulnicura» (2015) que giraba en torno a la ruptura con su marido, el artista Mathew Barney. Un álbum descarnado, caótico, ruidoso. Todo lo contrario que la belleza gélida de «Blissing Me», que recuerda a «Vespertine» (2001) el disco que, precisamente, realizó al inicio de su relación con Barney.

Björk Guðmundsdóttir ayudó a diseñar el rumbo del pop de los 90 con su gusto por la electrónica de baile y la música experimental. Una funambulista independiente y vanguardista que se convirtió en icono cultural, además de, sorprendentemente, una cantante de éxito mundial. Su talento desborda cualquier histrionismo o extravagancia y no parece tener fin. En «Vulnicura» se asoció por primera vez con Arca y  desde entonces se ha abierto una nueva etapa de producciones de precisión creativa, cuatro manos dando forma a sonidos de alta gama que entrañan sentimientos puros y transparentes. «Blissing Me» es una canción de amor online, de dos amantes que se envían canciones por la red. Con más de 50 años, Björk sigue ilusionada con el amor, o quizás con la idea de amor, según señala al final. Arpa de ensueño y ambiente dreamy evocan una utopía emocional, una nueva oportunidad tras su batacazo conyugal.

Define la década porque la asociación Arca / Björk ha sido una de las duplas creativas más imponentes de los 2010s. En «Blissing Me» podemos escuchar su dominio de la sutileza, de la armonía y la resonancia. Capas de coros y pequeños ritmos que arrullan melodías que provienen del desierto islandés. Björk vuelve a ver con inocencia el mundo, pero lo que escuchamos también es madurez. Una de las artistas más importantes del pop descubriéndose de nuevo a sí misma.