A principios de los 2010s la juventud norteamericana estaba sedienta de EDM. La masa acababa de descubrir los grandes ritmos electrónicos que tuvieron su origen 30 años atrás en Chicago y Detroit, pero necesitaban que su música sonara a su tiempo, nuevas estructuras y texturas con las que empezar a hacerse un hueco en el mundo. 

Harley Edward Streten adoptó el apodo de Flume por la canción de Bon Iver, pero poco tiene que ver la música del australiano con el de Wisconsin. A Flume se le atribuye ser pionero del Future Bass, uno de los subgéneros que nacieron como respuesta al apetito de novedades sonoras de la muchachada. Frente al estridente dubstep de Skrillex y la arritmia del trap rave de Flosstradamus y RL Grime (que todos ellos calaron muy bien en las fiestas de principios de década), el Future Bass daba mayor calidez y suavidad a los ritmos, como muestra «Sleepless» (2011) uno de los primeros trabajos de Flume. La pieza, a pesar de la voz manipulada artificiosamente, es un downtempo con respeto por la melodía, una producción fresca que cumplía con las necesidades de renovación pero que sabía conectar con la música popular tradicional. 

Define la década porque «Sleepless» se siente como un sonido puro de su época. El canto de Jezzabell Doran se adúltera hasta convertirse en un riff electrónico; ritmos complejos, entrecortados, repeticiones digitales… Los jóvenes no sólo encontraron su anhelado sonido propio sino que este estilo de producción influiría de manera directa en el pop mainstream de los años venideros.