A poco de cumplir 100 años, Disney es el conglomerado mediático más grande del mundo. Su imperio se ha edificado a base de animación innovadora y cuentos clásicos. Pixar trajo nuevos aires y softwares a la compañía, con mundos en los que no había ni princesas Disney ni canciones a lo Broadway, pero ¿esa fórmula estaba agotada? 

El planteamiento de «Frozen» (2013) era tan clásico (está basada en «La reina de las nieves» de Andersen) que la idea inicial era realizarla en animación tradicional, en 2D; pero John Lasseter insistió en que se realizara por ordenador. Para las canciones llamaron al matrimonio Kristen Anderson-López y Robert López, especialistas en el teatro musical. Cuando la pareja envió por mail la demo de «Let it go», no sólo encantó a los directivos sino que propició la reescritura del personaje de Elsa. La hermana de Anna y heredera al trono de Arendelle, estaba planteada como una villana, pero esta canción le dio una perspectiva diferente, de «una niña asustada que lucha por controlar y aceptar su don» como dijo el matrimonio. La pieza es una potente balada de piano y cuerdas cantada por Idina Menzel. No hay nada nuevo en su estructura ni en sus texturas, pero da en las teclas adecuadas para empatizar con sus emociones y elevarte el ánimo.

Define la década porque «Let it go» ha sido la banda sonora de millones de infancias y, por consiguiente, de millones de paternidades del mundo. Disney apostó de nuevo por su formato clásico, ese que también le hizo renacer en los 90, y volvió a triunfar. «Frozen» se convirtió en la película más taquillera de los estudios de animación de Disney y «Let it go» fue su buque insignia, llevándose además Oscar y Grammy. El matrimonio López con un simple mail cambiaron la historia de Frozen y también, un poco, la historia de Disney.