La voz. El instrumento más antiguo y el que nunca pasa de moda. Va del grito al susurro, del rapeo a la aria. En los últimos años los músicos han manipulado las voces con autotune, con el pitch o sampleándola para crear ambientes. Pero seguimos estremeciéndonos con unas cuerdas vocales cristalinas, con alguien que habla desde muy dentro proyectando muy hacia afuera. 

Hannah Reid se había pasado la adolescencia componiendo canciones, pero padecía de pánico escénico. Dan Rothman le convenció en la Universidad para formar London Grammar. Tenía 22 años cuando grabó «Wasting My Young Years» para su primer álbum «If You Wait» (2013). Reid habla de una juventud malgastada por un desamor, pero su tristeza y su potencia vocal llevan la canción a otros niveles; parece encarnar el desencanto de toda una generación. «Nos encontramos en una posición en la que es imposible conseguir trabajo y estamos aterrorizados. Tantas personas que conozco no saben qué hacer con sus vidas» decía la londinense a The Guardian. Un canto que clama ayuda acompañado de unos arreglos sutiles de guitarra, piano y mínima percusión. Música crepuscular para alguien que en teoría está en la flor de la vida.

Define la década porque «Wasting My Young Years» encarna, quizás sin quererlo, la versión más dulce de la amargura que tenían los jóvenes en plena crisis económica. Reid, que para superar su pánico a los conciertos tuvo que realizar la Técnica de Liberación Emocional, libera precisamente como nadie emociones que van desde la melancolía al resentimiento; canto desesperado que paradójicamente insufla energía. Una voz generacional que podría emocionar en cualquier época de la historia.