Look up here, I’m in heaven. Así empieza cantando David Bowie en «Lazarus» del disco «Blackstar» (2016). La historia de Lázaro es aquel que Jesús devolvió a la vida después de muerto, y la historia de David Bowie es que dos días después de publicar este disco, se anunció su muerte por cáncer de hígado.

Bowie dedicó su vida a la música y el arte, ¿Por qué no dedicarle también su muerte? El duque sabía que iba a morir y escribió su propio réquiem, su epitafio, cerrando así el círculo de una carrera excelsa. Su camaleónico personaje optó en esta ocasión por mezclar su art-rock con jazz, un jazz oscuro, de luto, que mira de frente a la parca. 

Define la década porque la muerte de Bowie ha sido la más señalada del obituario porque su figura, como la de Lázaro, resucitó y su reconocimiento resurgió. No existe un icono en la historia de la música pop como él, que durante cinco décadas haya explorado sus poliédricas caras y tenga tanto ratio de acierto. Nos dijo adiós de la forma que mejor sabía, con una obra de arte.