El mismo Portera explica así el contexto del curso:
«El proceso de creación artística está siempre envuelto de una prodigiosa, inagotable e indomable libertad que ocupa cada una de las fases en las que se esboza la idea artística, persiste durante el emocionante desarrollo de la obra y se intensifica tras la terminación. Es en este momento cuando se transmite y domina la mente de quien escucha un concierto, interpreta un poema o contempla un dibujo. Esta libertad, inherente a todo proceso de creación, otorga a la obra una inigualable fortaleza que permanentemente garantiza su condición de ‘ser arte’.
El artista desprendiéndose de los limitantes condicionamientos sociales, culturales o comerciales, intuitivamente, obedeciendo a un impulso creador independiente, penetra, sin normas, señales o caminos en su íntimo ámbito emocional, extra-real, en el que reside su creación. Tras ese extraño salto desde lo externo y visual a lo subjetivo o mental, incluye sus sentimientos en sus obras, poseyéndolas o siendo poseído por ellas. Por haber sido creados en total libertad, sus lienzos o pentagramas sirven un soberbio menú estético para ser degustado por admiradores sensibles. Los colores, arrojados sobre el papel o el lienzo forman desordenadas imágenes que, tras adueñarse del blanco espacio enmarcado, transforman al artista en el privilegiado primer espectador e intérprete de los ritmos musicales o pictóricos que emergen de los instrumentos o lienzos: cuerpos, cabezas, crucifixiones, retratos imaginarios…
La soledad fue siempre el ambiente en el que creaba dialogando con su cultura, sus recuerdos y contradicciones. Su arte nacía desde todo lo representable, incluido lo puramente mental e inexistente, y puso en marcha una actividad emocional sin postulados que, a diferencia de la razón, no necesitaba articular conclusiones universalmente convincentes.
Creó su lenguaje estético a partir del mundo no material que se generaba en su mente de creador: su propio mundo personal. Desplazó los elementos que constituyen la realidad integrándolos en un nuevo orden estético expuesto ante cada ser humano, para su deleite. Así, cada una de sus obras ha iniciado una intensa e inalcanzable evolución artística. En todas, la luz, el movimiento, el espacio o el tiempo se miden y perciben como unidades distintas a las físicas. Son dimensiones pasionales totalmente personales e, incluso, difícilmente transferibles. Los espectadores sensibles las hacen renacer en un mágico instante como un asombroso orden mental con sorprendentes significados estéticos. Para que la obra de arte produzca atracción, indiferencia o rechazo, es necesario que el observador se enfrente a ella con una libertad comparable a la que existía en la mente y la mano del artista durante su realización.
Sus obras, condenadas a seguir siendo vivos testigos de múltiples y emocionantes análisis, quedan obligadas a desglosarse ante las mil futuras miradas o audiciones que añadirán enigmáticos momentos durante su estremecedor viaje hacia el futuro del Arte».
Un profesor muy especial Alberto Portera es, sobre todo, un gran amante del arte y, especialmente, de la pintura, pero además es profesor emérito de la UCM, presidente de la Comisión Nacional de Neurología, miembro del Comité de Neurociencias de la OMS, académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina y académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Temario
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- Madrid. 11, 18, 25 de octubre, 8 y 15 de noviembre de 2011. Salón de actos de la Fundación Caja Madrid (Hileras, 18). Entrada libre hasta completar el aforo.