“Cada día se abaten o se queman en el mundo veinte millones de árboles, unos siete mil millones al año, de los que apenas se reponen la mitad. Eso no puede seguir así”. Y después de esta especie de aquelarre, este empedernido defensor de la naturaleza nos ofrece un respiro, un punto de apoyo. Abren de pronto sus palabras una ventana verde (como la esperanza) y nos invita a mirar. Se llena entonces su conversación de árboles frondosos, de cielos cargados de pájaros que surcan, libres, aires transparentes, de aguas que fluyen hacia un mundo mucho más habitable. En esa mirada los bosques juegan papel de salvavidas porque decir bosque, afirma en su mensaje definitivo, es hablar de arte; decir futuro.
¿Naturaleza es arte?
Esa es la historia de mi vida. Lo que he defendido desde siempre y no porque lo hayan dicho o escrito a lo largo del tiempo muchas personas de renombre universal. Para empezar es el leitmotiv de todo el romanticismo y otra serie de movimientos. Así nos lo dicen los grandes expertos e incluyo a los grandes científicos como el Prof. Wilson de la Universidad de Harvard, Premio Príncipe de Asturias, que defienden con pasión que hay un punto en el que el científico para, tiene que parar, y tiene que continuar el artista. Me refiero también a los elementos de la vida. El científico puede escudriñar características biológico-moleculares o relaciones y simbiosis, pero hasta que no llega el poeta no se sabe lo que es un árbol.
¿En que pintores piensa, si piensa en naturaleza?
Hay un poema en mi último libro que en un verso dice: el mejor pintor es el agua que es el lápiz del tiempo. El gran artista es el agua, es el tiempo, es la luz. Cuando acaso muy arrogantemente hablamos de la capacidad creativa humana, tenemos que señalar en primer término que es deudora de la naturaleza. El arte se lo debe casi todo a la naturaleza. A mí me producen una gran fascinación las pinturas primitivas. Me estremecen las primeras representaciones de los árboles. Esa simplicidad está en la raíz de la vida misma.
La espectacular mirada que constituye la exposición y el libro sobre los Bosques del mundo incluye muchos de España…
Hemos querido significar que, aunque debería tener muchos más, nuestro país conserva todavía una enorme cantidad de formaciones arbóreas que hay que identificar como cercanas y asumir la ineludible responsabilidad de mantenerlas.
¿Qué se ha pretendido al hablar de los bosques del mundo?
Hemos hecho un recorrido por los bosques del planeta continente por continente. Queríamos reflejar lo que los bosques son, lo que son capaces de hacer, lo que les agrede y lo que fomentaría su propagación.
¿Cúal sería el diagnóstico sobre la salud forestal del planeta?
Sabemos que los bosques han perdido en torno a la tercera parte de su superficie en los diez mil años transcurridos desde la llegada de la agricultura. Pero también tenemos la triste certeza de que la inmensa mayoría de esa pérdida ha tenido lugar en los dos últimos siglos y, más concretamente, en las décadas más recientes. Cada día se abaten o se queman veinte millones de árboles. Es decir, unos siete mil millones al año. ¡Siete mil millones al año! No es una cifra dicha a voleo, sino consecuencia de trabajos muy basados en la realidad. Esto es dramático porque sólo se reponen la mitad de los que se pierden.
Si cotejamos nuestra situación con la global, ¿cómo está España?
Estamos aproximadamente en la mitad. Tenemos unos cinco mil millones de árboles adultos. El trece por ciento de la superficie nacional cubierta de árboles, pero no sería ningún despropósito aspirar a doblar ese porcentaje; a multiplicar por dos nuestra masa forestal.
¿Cuáles son nuestras asignaturas pendientes en este campo?
En relación con el bosque se trataría en primer lugar de crear al menos un uno por ciento de bosques intocables, de auténticas reservas. Conseguir que acabaran siendo bosques primarios. Ese objetivo es esencial porque de cumplirse obtendríamos enormes beneficios.
Naturalmente otro objetivo es no seguir perdiendo árboles y lo cierto es que últimamente las cosas han mejorado mucho. La lucha contra los incendios forestales, por ejemplo, se hace infinitamente mejor que en tiempos pasados. Se trataría de entender que el bosque no solamente tiene que estar en una ladera de una montaña; de hacer entender que cuantos más árboles haya en lugares artificiales, ya sea en los bordes de caminos y carreteras, en las ciudades, en los pueblos, etc. mejor nos irá, mejor será la salud del país y mejor la salud de cada uno de nosotros. Hay una serie de investigaciones médicas que evidencian la mejora de la salud mental del ser humano en relación con la presencia del árbol.
¿Mejora realmente la toma de conciencia acerca de la necesidad de cuidar la naturaleza?
Aunque desde el análisis de los investigadores y el punto de vista sociológico pudiera considerarse que ha mejorado mucho, muchísimo incluso, la concienciación sobre todo lo relacionado con lo ambiental y la naturaleza, que la información también ha mejorado, la realidad es que eso no se ha trasmitido o no ha calado a la hora de plasmarlo en políticas realmente serias en relación con lo que más afecta a los bosques, como es, por ejemplo, nuestro modelo energético. Y mucho menos a políticas en las que la prioridad sea la restauración de una naturaleza agredida a lo largo de demasiados siglos. El público en general ve con auténtico cariño todo lo relacionado con naturaleza, animales, bosques, etc. pero de ahí a que se hagan cosas reales para protegerlos hay una gran distancia.
Nuestro modelo energético y los bosques no casan bien…
La principal víctima del cambio climático es nuestro modelo energético, cuando el bosque sería el principal antídoto para paliar el exceso de C02 en la atmósfera. Hay una forma muy clara de visualizarlo: es como el que necesita ir al quirófano para que le intervengan y le salven la vida y destruye el quirófano. Con el bosque hacemos eso porque es la medicina planetaria, la medicina universal, y estamos saqueándola.
Bosques y mundo. ¿Se atreve a dar un mensaje?
Sería bueno dirigir ese mensaje a los jóvenes y hacerles ver que decir bosque es decir futuro.
Escritor, agricultor, naturalista… Joaquín Araújo es escritor, agricultor, director –de cine, editorial, de programas de radio y revistas–, naturalista, silvicultor y conferenciante. Ha plantado personalmente 22.000 árboles. Es autor de 85 libros, coautor de 10 y ha participado en otros 61 libros colectivos. Director y redactor de ocho enciclopedias, ha escrito unos 2.200 artículos. Ha dado unas 2.100 conferencias en todo tipo de centros e instituciones nacionales e internacionales. Ha sido guionista y/o director/presentador de 340 documentales y programas de televisión y ha participado en unos 5.000 programas de radio. Comisario y autor de 20 exposiciones, milita y colabora con 34 ONG y fundaciones. De algunas de ellas fue fundador y presidente. Premio Global 500 de la ONU; dos veces Premio Nacional de Medio Ambiente; Premio BBVA a la Mejor Divulgación sobre la Biodiversidad y Medalla de Oro de Extremadura. |