Sentado al piano, trabajando en un nuevo encargo de la violinista Hilary Hahn [1], recibe a hoyesarte.com en su casa de las afueras de Madrid.
La estancia rebosa música. Cualquiera sabría sin conocer a su dueño que éste ha dedicado su vida a ella. Lo delatan (además del piano), las partituras, los premios y reconocimientos, los retratos, los libros…
Su obra abarca un gran repertorio que pasa por sinfonías, cantatas, óperas, obras para instrumentos solistas, para grupos de cámara y hasta de carácter didáctico. De hecho, sus Cuadernos para Adriana han servido y sirven para iniciar hoy a los jóvenes pianistas de casi todos los conservatorios y escuelas de música del país. Difíciles de olvidar son también sus composiciones para series de televisión o películas como El hombre y la tierra, Fortunata y Jacinta, Anillos de oro o Brigada Central.
Personal, experimental, vanguardista pero típicamente español, García Abril es uno de los compositores contemporáneos más reconocidos. El año de su 80 aniversario los homenajes esperan. Mientras, sigue grabando, componiendo y dando rienda suelta a su gran capacidad creativa.
¿Cómo está llevando el año de su 80 aniversario?
Muy bien. Con mucha actividad y mucha alegría. Tengo muchos conciertos, muchas entrevistas y homenajes… Estoy muy contento de celebrarlo de esta forma.
Le he pillado casi con las manos en la masa, sentado al piano, preparando nuevas obras…
Siempre. En este momento estoy escribiendo una obra encargo de la gran violinista americana Hilary Hahn. Anteriormente escribí para ella una obra que se titula Tres suspiros y que ella ha llevado por todo el mundo. Ahora quiere que le escriba seis sonatas para violín solo y en eso estoy trabajando.
También con un montón de grabaciones…
Sí. Va a salir muy pronto un CD que grabó la Orquesta Sinfónica de Galicia con María Bayo cantando una de las obras. Y acabo de grabar otro dirigiendo a la Orquesta Sinfónica y al Coro de RTVE las obras Lumen y el Cántico de La Pietá.
«Los 80 han llegado sin que me diera cuenta»
¿Qué piensa cuando mira hacia atrás?
Como diría el poeta Antonio Machado: “La primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido”. Podría decir lo mismo aplicado a mis años porque han llegado sin que me diera cuenta de que estaban tan cerca. Han aparecido sin enterarme, como un día más.
¿Qué etapa de su vida recuerda con más cariño?
Mi vida ha sido muy intensa porque he estado trabajando permanentemente en la composición, en la creación. He tenido además cuatro hijos. Cualquier pasaje de mi vida está lleno de alegrías y de preocupaciones porque así es la vida. Está escrita con páginas de letras de oro y con páginas que habría sido mejor no escribir. En mi caso, el trabajo y la familia es lo que ha llenado la mayor parte de ella.
Ha compuesto casi de todo: obras sinfónicas, música de cámara, para instrumentos solistas, para series de televisión…
Hay una etapa muy especial, un período de mi vida creativa marcado con tres grandes obras (en relación al formato). Una de esas obras es la ópera Divinas palabras, con la que tuve la suerte de inaugurar el Teatro Real en su nueva andadura y para la que pude contar con grandes intérpretes, entre ellos, Plácido Domingo.
En esa misma época estrené también una cantata de gran forma, un encargo del Orfeón Donostiarra para celebrar su 100 aniversario. Además, en esos años estrené también un ballet, un gran espectáculo sobre Las Novelas Ejemplares de Cervantes, La Gitanilla, que estrenó el Ballet Nacional de España en el Teatro de la Zarzuela. Fue uno de los momentos de mayor actividad, aunque en realidad, aunque sean obras de pequeño formato: una canción, una sonata, una pieza para violín… siempre la tengo. Todo eso lleva mucho tiempo también. No hay obra pequeña desde el punto de vista del trabajo.
Esa dedicación se ve también en obras más sencillas, como sus Cuadernos de Adriana.
Sí, una de mis grandes preocupaciones ha sido la de ayudar a los niños. Por ejemplo, hice los Cuadernos de Adriana en un período de mi vida muy importante: justo cuando mis hijos tenían 9, 5, 4 y 3 tres años. En ese momento fue cuando escribí para ellos y para todos los niños esas obras basándome en mis experiencias.
Casi toda una generación de músicos ha aprendido con esos cuadernos, ¿qué le parece?
La verdad es que esos cuadernos fueron una ayuda muy grande para los niños o las personas que se iniciaron en el estudio del piano. Siguen siéndolo hoy, incluso fuera de España, ya que en muchos lugares han captado la filosofía didáctica de estos libros y los siguen trabajando.
«El momento realmente importante es cuando la obra se hace realidad»
¿Cómo considera su labor didáctica?
Muy importante, por descontado. He sido catedrático de Composición del Conservatorio Superior de Madrid alrededor de 36 años. Ha sido un trabajo muy importante porque me ha permitido vivir cerca de los jóvenes compositores y les he enseñado lo que se puede enseñar en la composición (que no es todo), y también he aprendido mucho de ellos porque sus preocupaciones se convertían en mis preocupaciones al intentar resolver sus problemas. Han pasado por mis manos y por mis aulas un gran número de jóvenes compositores españoles.
¿Componer hoy es muy diferente a como se hacía hace 35 o 40 años?
Ser compositor es una aventura maravillosa. Significa trabajar con algo que te entusiasma, que te llena, que vives por ello y que mueve todos tus impulsos a cambio del placer de escribir la obra y de escucharla. Prácticamente ahí termina el proceso del compositor.
El momento realmente importante es cuando la obra se hace realidad. Eso ocurre cuando el intérprete toma las riendas de la misma y la hace suya de forma que la comunica, a la vez que comunica la voz del compositor. Ese es el gran momento.
He tenido la suerte de que grandes intérpretes han interpretado mis obras, aunque me satisface tanto saber que un niño está trabajando los Cuadernos de Adriana como que se interprete mi música de cámara, mi música para violín y piano o mi obra sinfónica.
Un buen ejemplo es la petición de Hilary Hahn, ¿no?
Es el segundo encargo que me hace. El primero lo ha llevado por todo el mundo. Empezó la gira en América, después vino a Europa y después a Oriente. Ha hecho un gran recorrido con ella, unida a otros compositores. Después de eso ha querido que siga trabajando para ella y me ha ofrecido un proyecto muy difícil pero maravilloso: seis obras de amplio desarrollo para violín solo. Estoy empezando a componerlo ahora. Desde mi punto de vista, componer para violín solo es más difícil que hacerlo para toda la orquesta.
«He aprendido de los grandes compositores»
¿Quién aconsejó a Antón García Abril?
En mi época no había tantos maestros de composición como hay ahora, ahora bien, tengo que decir que he aprendido de los grandes compositores, los grandes músicos de la historia. Cada uno de una época. Podría nombrar la polifonía de Palestrina, el gregoriano o incluso al compositor de la última vanguardia. De todos he aprendido algo: lo que se puede hacer y lo que no se debe hacer.
¿Cómo se sabe que se está preparado para transgredir las normas?
A mis alumnos les he transmitido un sentimiento de libertad. En la música no debe existir ninguna prohibición. Aquello que estaba prohibido en los períodos clásicos era por el estilo de música que se hacía entonces y tenía un efecto importante en la polifonía o en la música clásica. Sin embargo, hasta el mismo Bach se saltaba las prohibiciones.
Ya en el siglo XX, en el que empecé a dar clase de composición, he tenido siempre el espíritu de enseñarles la libertad como arma importante, siempre y cuando aporte algo bello.
¿Volvería a escribir música para series de televisión o para cine?
Sí, por qué no… Si la serie fuese un lugar donde yo pudiese expresarme como músico lo haría encantado.
¿Cómo definiría su estilo?
He intentado que lo que hago tenga cierta continuidad con nuestra música, pero sin hacer lo mismo que hicieron otros. Más bien he intentado dar un paso adelante creando un estilo propio, personal y donde realmente no haya repeticiones de lo que ya está hecho. Esa ha sido mi filosofía y en la que me mantengo. Además, sólo se puede ser universal partiendo de tus propias raíces. Vivimos en una sociedad globalizada, pero precisamente por eso creo que hay que buscar más la personalidad de donde uno habita.
Además se ha inspirado mucho en los grandes escritores y poetas españoles…
No he necesitado ir fuera. España es una tierra de grandes poetas. He trabajado siempre con poetas españoles, tanto de las épocas más lejanas como con los más cercanos. Lo último que he escrito ha sido Siete canciones de amor con Antonio Carvajal. También con el poeta Ángel González.
Tuve la suerte, además, de que cuando escribí un homenaje a Chopin a través de una petición importante que me hizo el poeta y empresario Santiago Galindo, trabajé estrechamente con varios poetas: Hierro, Gala, Ridruejo, Espriú, García Nieto o Rosales. Es algo que nunca olvidaré. Tampoco cuando lo hice con Rafael Alberti en otras obras (no para este ciclo).
¿Es lector de poesía?
Leo siempre poesía. Ahora acabo de leer un libro pequeñito de Mayor Zaragoza que me ha encantado. No lo conocía como poeta. También leo muchos libros de tipo científico. Me gustan los artículos de fondo de la mejor prensa.
«Sería mi suicidio limitarme a uno, a dos o a tres referentes»
¿Y qué música escucha? ¿Prefiere el directo?
Como he tenido tantos alumnos recibo muchísimas grabaciones de compositores que me envían obras para que las conozca. En eso estoy muy informado. Oigo mucha música.
Suelo ir a conciertos de lo que yo llamo música nueva. Es la que tiene un especial interés para mí. No suelo asistir para escuchar la música que he oído tantas veces a no ser que sea algo muy especial. Suelo ir a conciertos de pianistas, violinistas o directores de orquesta muy especiales o de amigos (también muy especiales). Si cualquier compositor español estrena una obra también estoy allí, pendiente de lo que se está haciendo y de por dónde van las nuevas generaciones o, incluso, la mía.
Si tuviera que elegir referentes musicales…
Todos. No me limito. Mi amplitud de miras es tan grande que sería mi suicidio musical limitarme a uno, a dos o a tres referentes. Son todos, desde los más grandes, que no hace falta mencionarlos porque son los padres de todos, hasta cualquier compositor que deje una obra bien escrita. Hay compositores que no tienen demasiada grandeza desde el punto de vista de los musicólogos y sin embargo te encuentras obras suyas que son increíbles. Sobre todo en la primera mitad del siglo XX.
¿Qué le queda por hacer?
No tengo ninguna espina clavada. En cada momento he hecho lo que tenía que hacer. Nunca me he dejado llevar ni por cantos de sirena ni por aspectos que hayan podido ser negativos en mi trayectoria como compositor. Ahora mismo me gustaría terminar justamente las piezas que he empezado para Hilary Hahn.
¿Cómo se definiría usted?
Como persona creo que soy honesto, noble y dispuesto a ayudar en la medida que pueda hacerlo. Como músico y como compositor es mejor que me definan los demás. Yo no soy capaz de hacerlo.