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Antoni Muntadas, la deriva del ‘flâneur’

Diez años lleva Muntadas dando clases en Venecia, ciudad que conoce a la perfección, además, por su paso por las Bienales de Arte y Arquitectura. «Después de conocer bien la ciudad, porque yo creo que para un proyecto es importante conocer bien el lugar, empecé a pensar que Venecia es una ciudad tan estereotipo, tan cliché, tan llena de espacios comunes, una ciudad casi postal, que quizá hay otra historia».

Esta otra historia es la que busca Muntadas. Nada de rutas turísticas a la luz del sol. Nada de itinerarios marcados en un mapa. Nada de fotos sonrientes con los canales de fondo, copa de vino en terraza y camiseta de recuerdo con el nombre de la ciudad precedido de un «I LOVE». Esto es otra cosa.

«Mi trabajo trata de hacer visible lo invisible»

Derive Veneziane [1]Al caer la noche, nos montamos en un bote que nos lleva sin rumbo concreto por los canales venecianos, una idea que rescata las propuestas de Guy Debord y los situacionistas, eso de «descubrir una ciudad a partir de la pérdida, del get lost«. En ese trance de desorientación voluntaria, Muntadas, que filma entre las once de la noche y las cuatro de la mañana, encuentra una Venecia intrigante y fantasmagórica en la que, a pesar de atisbarse luz a través de alguna ventana, «la vida era prácticamente nula».

«Es una ciudad que duerme versus la ciudad llena de turistas y de actividad que hay durante el día», resume Muntadas al revelar los resultados de su experimento, la visión de una ciudad en la que sus famosos palazzos e iglesias se borran del mapa para dar lugar a un nuevo panorama urbanístico. Perderse para encontrar. «Si te dejas ir y, como pasa siempre en Venecia, te pierdes, quieras o no, consciente o inconscientemente, empiezas a ver cosas que de otra manera no verías. Creo que mi trabajo ha sido siempre tratar de hacer visible lo invisible».

Muntadas visibiliza la cara B de Venecia desde un ángulo aberrante, un plano contrapicado en toda regla que, irónicamente, hace que el espectador conozca más (o al menos algo nuevo) de lo que la agencia turística de turno propone en sus paquetes vacacionales. «Es como Chicago», ejemplifica. «Para ver mejor la arquitectura y la ciudad de Chicago hay que verla desde el río, en esos viajes en barca en los que ves una panorámica de la ciudad». Ese juego con la perspectiva y la distancia convierte las vistas en algo definitivamente más interesante.

«Nunca empiezo un trabajo sabiendo qué medio voy a utilizar»

Una vez que Alberto Barbera, director del certamen cinematográfico veneciano, conoció el proyecto de Muntadas y, entusiasmado, le pidió que lo presentara bajo su amparo, el artista impuso sus condiciones. «Siempre había pensado que se tenía que presentar en el espacio público», afirma con rotundidad. Lejos de la audiencia captiva que llenará del 2 al 12 de septiembre las salas de la Mostra, él buscaba «un espacio en el que la gente se pudiese mover y siguiera la idea de la deriva», dando forma al concepto final de la obra al contemplar sus 38 minutos sin inmutarse o abandonando su visionado en cualquier momento. De ahí que no se hayan colocado sillas en la pantalla de cinco metros por tres que ha sido instalada en el Giardino del Lido, un lugar de tránsito.

A pesar de estar enmarcada en un festival de cine, la Dérive Veneziane que presenta Muntadas se aleja de cualquier tipo de narración. Este carácter «intruso» tiene algo de reivindicativo. «De la misma manera que gente de cine está trabajando en galerías y museos, ¿por qué los artistas no podemos entrar en otros espacios?». Al fin y al cabo, no dejan de ser espacios de representación de la imagen. Algunos lo considerarán videoarte, otros quizá cine experimental. Cualquier acepción es válida y justifica su presencia en el certamen.

Derive Veneziane 2 [2]El artista ya había pasado por la Bienal (de Arte, en este caso) de 2005 con On Translation: I Giardini, en el que repasaba la historia del evento y la transformación del Giardini de un espacio público en la época napoleónica a un enclave privado. Su regreso al véneto tiene forma de videoinstalación, formato en el que se le considera pionero en nuestro país. Artista multidisciplinar, Muntadas no se cierra a ningún género artístico. «Nunca empiezo un trabajo sabiendo qué medio voy a utilizar. Se decide cuando el proyecto está en marcha, cuando ya he investigado, he entendido el contexto».

Futuro

El futuro de Muntadas apunta a Oriente y Occidente. Poca broma. Dos proyectos en direcciones opuestas del mapa ocupan su mente. Por un lado, Asian Protocols, «una relación entre Corea, Japón y China, sus similitudes y diferencias, los conflictos que hay entre estos países, a pesar de venir de la misma matriz cultural». La primera fase del proyecto, en el que lleva trabajando tres años, se presentó en Corea en agosto de 2014. Por delante tiene Japón, donde llegará en marzo del próximo año, y China, que cerrará el ciclo en 2017 o 2018. Una itinerancia que conlleva un nuevo trabajo a cada paso. «No es un proyecto que va de ciudad en ciudad, sino que en cada ciudad tiene una contextualización».

El otro ojo está puesto en América, donde está desarrollando About Academia, un trabajo sobre el mundo de la docencia, la universidad y «cómo la academia es conocimiento, pero también ejercicio de poder». Su primera parte vio la luz hace dos años en Harvard. Ahora es el turno de Baltimore, la despiadada ciudad que retrataba The wire, donde el proyecto continuará entre 2016 y 2017.

De momento, la deriva nos arrastra a una Serenissima enigmática que bien merece la pena descubrir. El resto, apelando a la psicogeografía de Debord, es mejor descubrirlo sin planes ni itinerarios marcados. Como buen flâneur, Muntadas, que se reconoce lento en su trabajo por lo minucioso, no tiene ninguna prisa.