«La Fura dels Baus es más que una compañía, es una marca. Les conocí por el año 1979, cuando eran unos comediantes casi medievales que iban con un carro y una mula y yo acababa de salir de la cárcel. Vinieron a hacer una actuación al pueblo y estuve a punto de meterles un tiro con una escopeta porque pensé que eran unos fachas que venían a por mí», dice Albert Boadella, actual director artístico de los Teatros del Canal y fundador de Els Joglars. «Descubrí que todo lo contrario, pero tiempo después», reconoce, «cometí la imprudencia de darles consejos de producción porque les veía muy jóvenes. Cuatro años más tarde nos triplicaban en público (a Els Joglars)».
Así, de manera casi cómica, entre halagos y mucha complicidad, Boadella resume la historia de una forma de hacer teatro: innovadora, original y colectiva, salvaje y primitiva a veces, poética y surrealista otras, bautizada como ‘lenguaje furero’, que continúa por espectáculos en todo el mundo. Carlus Padrissa, uno de los seis directores artísticos de la compañía, está estos días en Madrid para presentar Carmina Burana, que recala en los Teatros del Canal invitado por Boadella. No busquen entradas. Todas vendidas.
«Hemos aceptado la edad y nos hemos olvidado de los complejos de Peter Pan»
¿Qué queda de la esencia inicial del pasacalles y el carro?
Queda el sentido de la audacia, de aceptar los retos. Hemos aceptado la edad, porque la vida tiene estaciones y nos hemos olvidado de los complejos de Peter Pan. Hemos visto que ser eternamente jóvenes no es posible. Lo hemos aceptado y somos como los futbolistas que primero juegan de delantero, luego de defensa, después de portero y al final tienen que hacer de entrenador. Nosotros somos entrenadores (o directores, que es lo mismo) y dirigimos nuestros espectáculos. También hemos ido viendo con el tiempo que la provocación a veces no es tanto el grito, y sí más el silencio.
¿El arte se puede entender sin transgresión?
No, aunque la transgresión es un concepto que puede ser de tipo social a veces y surrealista en otras. Hay muchas formas de transgresión. Ésta va unida al mundo de los sueños y a romper la escena, un lugar donde precisamente se pueden representar los sueños, las cosas oníricas… Nosotros nos movemos más en eso, en el mundo de las imágenes, aunque hay gente que se ha especializado más en el texto y en obras que son más del tipo melodrama o historias de calle. De jóvenes hemos hecho un tipo de espectáculos muy visuales, muy fuertes, juveniles, Peter Pan… Y ahora en nuestros imágenes tiene más presencia el silencio. Es lo que nos corresponde un poco a la edad, pero puede ser igual de transgresor. Es otro modo de transgresión.
¿Cómo definiría el ‘lenguaje furero’?
Nosotros nos dedicamos al teatro porque éramos muy tímidos y necesitábamos llamar la atención. A partir de aquí, del año 79, pasamos cinco años en la calle y aprendimos las cuatro reglas de este lenguaje. La primera sería ocupar el espacio del público. Es decir, el escenario está donde está el público. No hay unas sillas y luego está el escenario, sino que éste es todo. X, Z, Y: las tres coordenadas.
La segunda sería el cuerpo como energía, como tesoro, como juventud… La expresión física. El cuerpo como lugar donde pintarse, donde maquillarse. En realidad tampoco hemos inventado nada. El lugar de nuestras actuaciones es también un punto importante en nuestro lenguaje ya que puede ser antiguo, público, privado… Desde una cárcel abandonada a una clínica antigua. Sitios raros…
Además tiene que ser multidisciplinar: sonido muy fuerte, la música como hilo conductor más que una narrativa poética, pero también donde puede usarse la palabra (aunque poco), la plástica con el cuerpo como lienzo, la pintura, la luz, las sombras, los barros, la maquinaria antigua, los trastos… Todo lo que hemos podido usar lo hemos usado. Por ejemplo, hemos cogido un coche y lo hemos roto porque es muy divertido verlo romper.
Esto es el ‘teatro furero’ y cuando dimos con esta fórmula llegaron las colas y las invitaciones a todos los festivales. Este tipo de género lo seguimos haciendo. La gente dice que cada vez nuestros espectáculos son más malos, pero para el que nos ve por primera vez siempre está bien. Quizás, para el que ya lo ha visto otras veces siempre es mejor el antiguo porque también es más viejo y, de la misma forma, está peor. Nos ve peores a nosotros y tiene razón.
«Durante estos años nos hemos mantenido como una compañía independiente»
¿Exactamente cómo funciona La Fura dels Baus?
Somos seis creadores y para no hacernos la competencia solo llevamos un espectáculo de gira. Mientras, los demás hacemos macroespectáculos como el que hicimos en las Olimpiadas de Barcelona o el que hemos hecho ahora en fin de año, también en la ciudad condal. En él sacamos una figura humana de hierro de 15 metros de altura a la que se suben 100 personas que consiguen moverla y que salude. También hacemos óperas, un mundo del que no hemos descansado desde que hemos entrado y al que nos dedicamos dos de los seis director artísticos. El tipo de ópera que hacemos es para nuevos espacios, para nueva gente. Es más simple, más barata y la podemos llevar a teatros más pequeños y a festivales.
¿Son conscientes de que han creado ya una escuela en el mundo? Por otro lado, ¿hay mucha copia?
Sí, sí. De nuestro lenguaje no hay muchos imitadores. Hay un grupo que se llaman Fuerza Bruta que hace un espectáculo cada 15 años y que lo rentabilizan mucho. Lo hacen en Las Vegas, Nueva York… Para hablar con ellos tienes que poner dinero en la mesa desde ya. Nosotros nunca hemos hecho esto. Nos hemos mantenido como una compañía independiente, aunque lo que sí hemos hecho es diversificarnos. Mientras se hace el ‘espectáculo furero’, que se renueva cada dos años más o menos y que puede ser discutible, vamos haciendo otros espectáculos: un compañero hace más óperas en grandes teatros con presupuestos que pueden ser de hasta medio millón de euros, lo que sería una producción de primera división para el Teatro Real, París, o cosas así. A mí, en cambio, me gusta más hacer producciones más pequeñitas como Carmina Burana porque investigo más, muevo a los músicos por el escenario, los hago bailar, y como me gusta ir a sitios diferentes, ya he creado un mercado propio.
¿La ópera es más difícil que otro tipo de espectáculo?
No, creo que es más fácil, en cierto modo, porque es una obra que ya está hecha. Ya tienes la inspiración sólo leyéndola. Vengo de hacer Electra en Omea, a 300 kilómetros del Círculo Polar Ártico y ha triunfado. Es una obra de Strauss basada en la tragedia griega con una música maravillosa. La cuestión es, con todas las versiones que hay hechas, cómo hacerla a mi manera. Como habla de venganza y hay asesinatos, pusimos 2.000 litros de sangre (agua pintada) en unos contenedores que cuando empezó la obra se abrieron y creamos un tsunami de sangre. La gente alucinaba porque no se había hecho nunca una Electra así.
¿Se nos olvida «mojarnos de verdad», pisar y sentir la tierra?
Sí, de eso habla Carmina Burana precisamente. Es muy simple pero es muy vital, es un soplo de vida. Carl Orff cogió unos versos del siglo XIII que hablan de la fortuna, de la luna, de la suerte, de las ocasiones que hay que aprovechar. Les puso ritmo, algo que se ha usado muy poco en la música clásica y que creo que falta, sin duda.
¿Quedan pretensiones?
Sí, sí, sin duda. Nos gustan los nuevos retos. Yo ahora quiero hacer una obra debajo del agua, dentro de un barco. En concreto, a dos metros bajo el agua y mientras el barco se mueve. Se llama Cantos de Sirena. Hemos hecho la prueba en tierra y quiero hacer la prueba en agua en primavera. Lo quiero probar flotando. Mi idea es llenar de agua el suelo, y poco a poco aumentar su nivel porque el barco es de metal al estilo de una gran bañera. La gente podría ir en bañador y verlo. Creo que lo podemos conseguir.
Sobre Carmina Burana
- Carmina Burana, de Carl Orff, firmada por La Fura dels Baus. Cuatro únicas funciones los días 16, 17 y 18 de enero.
Para Albert Boadella estamos ante una obra que hay que reflexionar. Confiesa que no es partidario de tocar las cosas cuando están bien pero en el caso de La Fura no le importa hacer una excepción a esta regla. «Ellos tocan las cosas y le dan gran originalidad y singularidad. Hay en ellos una especie de núcleo talentoso. Carmina Burana tiene un montaje realmente espectacular que va aún más lejos de la música, a pesar de que yo la considero de segunda regional. Ellos le han dado un relieve extraordinario y Carl Orff (que no creo que esté precisamente en el cielo, pero que estará en algún lugar) debe de estarles muy agradecido».
Para Carlus Padrissa, Carmina Burana tiene el punch de la vida. «Es básicamente un canto a la vida, una lección, y de ahí su impacto. Hemos hecho unas 30 actuaciones en las que hemos reunido unos 100.000 espectadores. Es una alternativa a los espectáculos del Teatro Real y del Liceu. Muy interesante para acercar la ópera a nuevos públicos y muy sostenible para los tiempos de crisis».