Soler Valero sigue dando la vuelta a la vida a sus ochenta años y puede considerarse un ejemplar único del auténtico creador, especie que parece extinguirse en esta época de nacimiento de la inteligencia artificial. El artista parece hacer suyas las palabras de su admirado José Luis Sampedro: “Os daré lo que me queda de lo que soy. Dadme la mano y adelante. En el umbral de los ochenta ya va siendo la hora de empezar de nuevo”.
– ¿Con qué completaría la frase: “Mi infancia son recuerdos de…”?
Mi infancia es el recuerdo de una escuela con el suelo entarimado y pupitres de madera. Dos entrañables maestros con las solapas de la chaqueta y el pecho poblados por la ceniza de los cigarros que fumaban. Uno de ellos me descubrió el mundo mágico de la poesía. Como contrapunto, la marca que me dejó la muerte de dos amigos y los ataúdes blancos en los que se los llevaron. Dijeron que su muerte se debió a la acetona, seguramente provocada por las penurias y el hambre que pasaban. Son los primeros recuerdos que acuden a mi memoria cuando quiero retroceder a la infancia.
– ¿Cuáles son los días azules y el sol de su infancia?
Los días azules eran aquellos en los que después de cometer diversas travesuras comprobaba con alivio que mis padres no se habían enterado. El sol de mi infancia salía cuando los amigos nos lanzábamos a las huertas para sustraer la fruta que ya maduraba. Después, nos refugiábamos en una alameda por la que transcurría una acequia, donde poníamos a refrescar lo robado. Otro sol, pero confuso, fue cuando me percaté de las miradas de algunas niñas y descubrí el sentimiento de la turbación.
– ¿Hay en su historia cosas que recordar no quiere?
Por supuesto que sí. Todos tenemos historias de las que nos arrepentimos constantemente. El recuerdo de algunas de ellas aún me conmueve y me causa remordimiento.
– En este momento de su vida, ¿vive en paz con los hombres y en guerra con sus entrañas o al contrario?
Desde hace bastante tiempo he llegado a pactos conmigo mismo que me han sido de bastante utilidad. Los voy renovando conforme van surgiendo situaciones nuevas. Borges decía: “Lo que es común a una persona, es común a todas las personas”. Si, con todas las dudas que queramos, damos por ciertas las palabras de Borges, llegamos a la conclusión de que en todos nosotros anida la maldad, la envidia, la venganza, la mentira, etc. No obstante, muchos hemos logrado dominar el demonio que llevamos dentro y vamos por la vida de una manera más o menos correcta. Otros, en cambio, no, y pasan la vida disimulando lo que son, aunque no es difícil descubrirlos. A los que no hay que dar tregua es a los imbéciles y los tontos, son más peligrosos que los anteriores. He logrado marginarlos de mi vida, no sin trabajo y sin reproches, pero me ha ido muy bien. Por otro lado, he aceptado mis pecados y vanidades y he logrado cierta tranquilidad.
– Nació en Sorbas, se crió entre Sorbas, Turre y Almería, emigró a Barcelona, a la que considera su ciudad, pero considera que ya no es de ningún sitio. Verdaderamente, ¿se hace el camino al andar? ¿Y al crear?
A veces tengo esa sensación, pero lo cierto es que la infancia crea un sentimiento atávico que nos acompaña siempre. Fuera de eso, llegué a Barcelona después de estar sometido a presiones terribles, como las de cierto cura de Sorbas que me atacaba por donde más daño podía hacerme. Me habían expulsado del internado de dos colegios religiosos por motivos que hoy se pueden decir. Emprendí el camino a Barcelona al comprender que mi presencia alteraba la paz familiar. Cuando llegué a la ciudad condal se me ensancharon los pulmones por el aire nuevo que respiraba, y la gente con la que me encontré estaba a años luz de lo que había conocido hasta entonces. Al llegar a Barcelona me identifique inmediatamente con la ciudad y su ambiente.
Es cierto que me agradaría no ser de ningún sitio: no soy patriota, no soy localista, ni nada que lleve ese tufo, pero lo cierto es que he regresado al pueblo que me vio nacer, a los lugares comunes de mi infancia. Seguramente es cierto aquello de que la patria de una persona es su infancia.
– En su larga experiencia como viajero, ¿da más valor al camino, a la posada o a regresar para contarlo?
Indudablemente al camino, en él está todo lo que puede saciar la curiosidad del viajero.
– En su mundar, ¿cómo suele conversar con el hombre que siempre va con usted?
El hombre que va conmigo a veces es un desconocido. A veces me ignora; otras veces, intenta abandonarme. Hasta ahora hemos logrado controlarnos mutuamente. En ocasiones me ha censurado conductas poco adecuadas, pero, curiosamente, nunca me ha alabado por nada. En general, nos hemos soportado con cierta dignidad. Dignidad no exenta de situaciones difíciles.
– ¿Ha tenido alguna vez la sensación de “estar dando vueltas al atajo”?
Ahora no lo recuerdo. Lo que sí he tenido muchas veces es la sensación de estar perdiendo el tiempo. Eso fue en el pasado; ahora, la brevedad del tiempo que me queda no me permite ese lujo. Aun así, a veces caigo en esa debilidad y me dejo llevar por esa relajada sensación, pienso que ya da igual: lo que no he hecho hasta ahora no vale la pena intentarlo a mi edad.
– ¿Cuál es la principal diferencia entre el camino del arte y el de la literatura?
Creo que es el mismo camino. El arte engloba todas las disciplinas artísticas. Es el artista el que elige cuál de ellas le va mejor para lo que intenta decir. En ese acierto radica gran parte de su éxito. Indudablemente, por cuestión de técnica, el sendero de la pintura, de la literatura o de la música son distintos, pero todos ellos discurren dentro del único camino del arte.
– Dice el poeta que “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”. ¿Es verdaderamente el olvido quien nos nombra y pronuncia, el desierto en el que irremediablemente ha de terminar nuestro viaje?
Sí, lo nuestro es pasar. Es cierto que algunos trascienden por las obras que han realizado: artistas geniales, científicos singulares, etc. Pero muchas de esas obras son efímeras, dentro de mil quinientos años no quedará nada de ellas. Tal vez haya alguna referencia en algún libro que se ha librado de la podredumbre o del fuego. Es posible que con las técnicas actuales se salven más cosas de las que creemos, pero eso está por ver. Irremediablemente, todos acabaremos en un desierto que nos cubrirá de olvido.
– ¿En qué medida ha perseguido la gloria?
Creo que todo artista es en el fondo un narcisista. Todos perseguimos “la gloria”, buscando dejar en los demás nuestra obra. Hay quien desespera y abandona el camino, pero también quien sigue a pesar de los inconvenientes. Otros, cuando vienen a darse cuenta, ya no pueden dar marcha atrás y continúan ante la indiferencia propia y de los demás.
– Su vida cambió por un acto de rebeldía. Luego, ¿ha seguido siendo rebelde, con causa o sin ella, o se ha podido más la resignación?
Sigo siendo un “rebelde militante”. Creo que, cuando las cosas se han conseguido y han sido puestas en marcha, hay que ir pensando en sustituirlas por otras mejores. Es cierto que mi ejercicio de la rebeldía ha adoptado otras formas. Por ejemplo, no estoy dispuesto a debatir con cualquiera que tenga sus ideas preconcebidas. Lo descubrí en el gran maestro José Luis Sampedro que decía las cosas más extremas y revolucionarias como si se hubiera tomado un ansiolítico. A veces, la forma de decir las cosas las hace más o menos receptivas. La edad me ha enseñado también a no librar batallas inútiles.
– ¿Ha sentido alguna vez su corazón helado por alguna de las dos Españas?
Helado, posiblemente no, pero profundamente decepcionado, sí. No comprendo cómo ciertas adversidades mueven al odio y cómo ese odio –sobre todo en lo político– cala en la misma proporción en la gente de la calle, sin que ésta perciba cuanto de fingimiento y teatralidad hay en esos enfrentamientos.
– Lo español, ¿le encanta, le indigna, o le encanta e indigna al mismo tiempo?
Este es un país de grandes contrastes. Lo mismo da a Velázquez, Picasso, Ribera, Manuel de Falla, Cervantes, Quevedo, Perez Galdós, San Juan de la Cruz y, al mismo tiempo, produce las manifestaciones más casposas en música, en literatura y en religión.
– ¿Hemos aprendido ya a separar las voces de los ecos o hay más ruido que nunca?
No, no hemos aprendido, pero de ello no culpo a la gente. Vivimos en la era de la comunicación, que más que nunca puede ser manipulada con métodos y técnicas de lo más sofisticado, haciendo difícil discernir lo cierto de lo falso. Es muy complicado distinguir la verdad, la media verdad, la mentira y sus derivados.
– ¿Se miente más que se engaña o se engaña más que se miente?
En mi opinión, se miente más que se engaña, aunque el hecho de mentir ya es una forma de engaño. Creo que el proceso de mentir es más sencillo que el del engaño y es posible que, por ello, sea más utilizado.
– ¿La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero, o también la verdad se inventa?
Sabemos que también es posible manipular la verdad sin que aparentemente pierda su valor. Pero, si la tomamos como un valor absoluto, estoy de acuerdo en que “la verdad es la verdad la diga quien la diga”
– ¿Cree que se ganaría mucho si los políticos actuales prestaran más atención al mensaje de Mairena: “para dialogar, preguntad primero; después, escuchad”.
A ese, y a más consejos, deberían prestar atención los políticos actuales, pero me temo que su mundo de soberbia y prepotencia no les permite ver fuera de su esfera.
– ¿Es el mejor de los buenos quien “sabe que en esta vida todo es cuestión de medida: un poco más, algo menos” o quien “guarda, cual venta del camino, para el sediento el agua, para el borracho el vino”?
Ambas situaciones se dan en la vida. La cuestión está en saber la solución adecuada en el momento oportuno.
– La moneda del alma, ¿se pierde si no se da?
Me temo que me iré de este mundo sin saber que es el alma. Pero, si en ella reside la sabiduría, la generosidad, el respeto, etc., indudablemente se pierde si no se comparte
– Usted se ha referido en varias ocasiones y con opiniones distintas a algunos de los maestros que tuvo a lo largo de su infancia y adolescencia. ¿Es el maestro quien hace al niño o el niño al maestro?
Salvo en ocasiones muy excepcionales, es el maestro quien hace al niño. Y, para mí, la palabra maestro la aplico a todas aquellas personas que nos hemos encontrado en el camino de la vida y con su ejemplo y generosidad han influido en nosotros de forma decisiva.
– ¿El artista es el que transforma en arte lo que no es arte o el que imita a la naturaleza?
Todos, aunque no lo sepamos, imitamos a la naturaleza. Procedemos de ella y todo nos viene dado por el origen, aunque después hayamos de descubrirlo por nosotros mismos. Dicho esto, el artista es quien transforma en arte lo que no es, aunque sería necesario que alguien, de una vez, nos defina qué es arte. Pero me temo –tal vez sea bueno– que esto continuará así siempre.
– ¿El hacer las cosas bien importa más que el hacerlas?
Creo que lo importante es hacer las cosas; una vez hechas se pueden corregir.
– Todo necio confunde valor y precio. ¿Hay mucho necio en el mundo artístico?
Abunda en demasía en cualquier forma de arte. Muchos están dispuestos a tragarse lo que les venden si, quien se lo vende, insiste y lo adereza de “opiniones autorizadas”. Por otro lado, tener criterio en arte no es asunto fácil.
– “El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve”. ¿Se puede aplicar también a la mirada del alma?
El ojo no deja de ser un mero transmisor, pero el alma, a la que nos hemos referido antes, es quien procesa la información que recibe. Pero en este caso el alma transforma en emociones lo que recibe, en cuyo caso creo correctos los versos a los que se refiere la pregunta.
– El corazón tiene razones que la razón no tiene, pero ¿tiene la razón corazonadas que el corazón no tiene?
Metafóricamente es así, sin dejar de reconocer que la frase es ocurrente. En todo caso, creo que ciertas corazonadas pueden siempre con la razón, sobre todo en las lides del amor.
– En el mundo del arte, ¿el pasado y el porvenir han pasado ya o el hoy es siempre todavía?
El hoy es siempre todavía. El pasado fue el que fue y el porvenir es solo una predicción. Creo que así es para el arte y para todo. En el arte se da la particularidad de que deja testimonio y ese testimonio no solo es pasado, sino que también puede ser provenir.
– Las memorias, ¿cuentan lo que cuenta o lo que no cuenta?
Generalmente cuentan lo que no cuenta. Sólo he leído unas memorias sinceras. Lo digo porque el autor era amigo y de gran parte de lo que allí se dice fui testigo.
– ¿Cuántos sueños ha podido novelar?
No he novelado ningún sueño, a lo máximo que he llegado ha sido a versificarlo.
– ¿Da por vivido todo lo soñado y todo lo imaginado?
No. Si fuera así, sería un ser monstruoso o, cuando menos, insoportable.
– ¿Vale algún exorcismo para la palabra dolor?
No, sólo ciertos medicamentos pueden con el dolor físico. El dolor psíquico o del espíritu dicen los psiquiatras que lo solucionan, pero aún no he probado ese remedio.
– Según José Manuel Caballero Bonald, “todos tenemos la misma edad: somos el tiempo que nos queda por vivir”. ¿En qué medida comparte esta afirmación?
Opino que no es así: somos lo que hemos vivido. El producto de nuestras experiencias, aciertos y, sobre todo, fracasos. El tiempo que nos queda siempre es una incógnita.
– También aseguraba el poeta gaditano que “si el adjetivo no funciona, se acabó la fiesta… todo se reduce a prosa administrativa. ¿Está de acuerdo?
Estoy de acuerdo. El adjetivo y su uso es fundamental para un texto. La oportunidad de su empleo, el lugar donde se coloca, además de su elección, definen un estilo.
– Por su parte, Borges afirmaba: “Otros se jactan de las páginas que han escrito; a mí, me enorgullecen las que he leído”. ¿En qué lado del orgullo se sitúa?
Además de gran literato y soberbio poeta, Borges era un “hacedor de frases” ingeniosas. La satisfacción por leer un libro no es la misma que la de escribirlo. Disfrutar de una obra de arte no es lo mismo que crearla.
– Si en el principio fue el verbo, ¿qué fue lo siguiente?
Lo siguiente ha sido lo que somos hoy: millones de años para que los hombres nos entendamos.
– ¿Los géneros artísticos están para respetarlos o para romperlos?
Están para superarlos.
– Siempre ha sido un hombre de arte y de letras, pero también le ha atraído la ciencia y la filosofía. ¿Acaso no son la ciencia y el arte, incluida la literatura, aspectos complementarios de una única realidad, como lo son la materia y la energía, o de una misma luz, como son las ondas y las partículas?
Por supuesto que sí. Todo forma parte de un “equilibrio global”.
– ¿No le parece que hay mucha literatura y de la buena en la fórmula de la relatividad, e=mc2, escrita por Einstein como explicación del universo, o en la explicación del origen de las especies de Charles Darwin?
Claro que sí. Mi preparación científica es prácticamente nula, pero si tenemos en cuenta que uno de los elementos que justifica la literatura, y especialmente la poesía, es la emoción, ¿por qué esa emoción no ha de sentirla el científico en sus descubrimientos?
– ¿Y en las pinturas de Velázquez, Goya o Picasso?
Depende de cuál de ellas te transmita más emoción.
– ¿Cree que se puede llegar a pintar un paisaje o un personaje como los que describen Antonio Machado, Miguel Hernández o Federico García Lorca?
Por supuesto que sí. Tanto el escritor como el pintor trabajan con la misma herramienta: la imaginación.
– ¿Se puede trasladar a una pieza cerámica la mecánica cuántica?
Supongo que no, aunque realmente lo ignoro. Una pieza de cerámica tiene el mínimo tamaño que unas manos pueden realizar, demasiado grande para la mecánica cuántica.
– ¿Ha descubierto ya el enigma del espejo?
No, ni lo pretendo. Si lo lograra perderían su encanto los numerosos poemas y relatos que Borges escribió sobre ello.
– ¿Despiertan más versos la música de Mahler, la de Beethoven o la de Mozart?
Los tres por igual, todo depende del momento y el lugar.
– ¿Hay más acordes amorosos en un bolero o en un tango?
Sin duda en el bolero; el tango es más desengaño y lamento.
– ¿Cuál es aquella vieja canción que escuchó a su madre y desveló su camino?
No sé si desveló mi camino, pero si fue la primera canción que aprendí. Fue el bolero Mirando al mar soñé, que mi abuela y mi madre cantaban al atardecer en la playa de Garrucha.
– Literariamente hablando, ¿las noches de Las Ramblas de Barcelona se prestan más a la poesía erótica o a la novela negra?
Desde los años 60 hasta bien entrados los 80 fue cuando de veras viví Las Ramblas. Eran noches prodigiosas en el mejor y el peor de los sentidos. Literariamente dieron para mucho, tanto en prosa como en poesía; en la novela negra proporcionaron personajes tan singulares como Ocaña.
– Decía León Felipe que, en su caso, el escritor y el hombre dormían en la misma cama, comían de la misma cuchara. ¿Ocurre también en el suyo, teniendo en cuenta que en su interior bullen multitudes artísticas?
Yo hago cama redonda con esas multitudes, aunque la memoria es selectiva y enseguida sabe a quién asignar lo que se cuece.
– ¿En qué medida su pintura, su cerámica y sus libros dibujan su biografía?
En ese aspecto, es más descriptiva la escritura, al menos la identificación es más fácil. La pintura y la cerámica obedecen a cánones más estrictos, debido a la materia con la que se trabaja, y el análisis objetivo resulta más complicado.
– Hay artistas y escritores que, tras haber hecho y rehecho una y otra vez sus obras, consideran que todavía no tienen su desarrollo definitivo. ¿Le sucede lo mismo?
Terreno muy peligroso para todo artista: saber y decidir cuando una obra está acabada. Una férrea lucha entra la razón y el corazón en la que a veces es muy difícil tomar una determinación.
– Haz el humor y no pilles perras. ¿Aconsejaría esta receta antes que un calimote de prozac?
Por supuesto, el humor, o, mejor, hacer el amor, antes que nada.
– Tanto en el arte como en la literatura actual se nota un exceso de yoísmo ¿no ha sentido el riesgo de que se colara también en sus obras?
En mayor o menor medida el artista es un ser narcisista; el hecho de crear algo para que sea reconocido lleva en sí esa carga. Cada uno actuamos desde “el yo”. Resulta prácticamente imposible sustraerse a eso, pero sí es posible, en un momento dado, poner cierta distancia entre la obra y quien la realiza, para que aquella “camine sola” hasta su final.
– En un mundo dominado por la inteligencia artificial, ¿cómo se puede crear una obra verdaderamente original?
Una obra verdaderamente original es un hecho raro. Todos partimos de un origen y en el camino hemos sido influenciados por multitud de circunstancias que han marcado nuestra mentalidad y los aspectos creativos que poseemos. Aun así se puede hacer una obra “original”, pero son pocos “los elegidos” que lo logran. Lo que nos traiga la inteligencia artificial yo no lo veré, pero confío en que el ser humano sepa conducir un tema tan peligroso como este.
– En estos tiempos de dictado de la “corrección política”, ¿prefiere arriesgarse y llevar consigo su retrato por donde quiera que vaya o dejarse puesta la máscara de la Covid?
Siempre he llevado conmigo mi retrato. No creo haber usado máscara, lo que me ha proporcionado serios disgustos, pero también perennes solidaridades.
– ¿Cuál es tu magdalena proustiana?
El primer amor.
– Si el otoño siempre hiere, ¿busca su corazón otro milagro de la primavera?
Mi corazón, el único milagro que espera es seguir funcionando unos años más.
– Un corazón solitario, ¿es realmente un corazón?
Un corazón solitario es, a veces, un corazón con mayúscula.
– Por último, ¿se queda con el epitafio del gaditano, “ná de ná”, o con el teresiano, “tan alta vida espero, que muero porque no muero”?
Lo de la santa de Ávila es muy poético, aunque el “ná de ná” tiene su retranca. Me quedo con este último por lo definitivo y definitorio.