En él, Aitor Hevia, Cibrán Sierra, Josep Puchades y Helena Poggio establecen una especie de simbiosis con Schönberg, Berg y Webern mientras realizan un recorrido natural por la tonalidad. Ese viaje les permite cruzar al otro lado, a un mundo nuevo, distinto y apasionante en el que, entre otras cosas, el silencio y la combinación más sublime de la música con éste se vuelve arte en estado puro.
Sin embargo, lo más reseñable es que dejan la puerta abierta y ese abismo, ese paisaje inmenso de posibilidades queda ante el oyente, descubriéndose una música «clásica» más allá de la probablemente considerada «clásica» por la mayoría.
Cien años más tarde de la creación de las Bagatelas de Webern y de un concierto que causó más que polémica en Viena, el Cuarteto intenta reivindicar con este CD «la importancia de la memoria y el patrimonio propio para construir, en tiempos de crisis, un nuevo camino para una fascinante y necesaria (r)evolución».
¿Cómo nació la idea de este disco y la elección de este repertorio?
Helena Poggio: Surgió con Schönberg, con el descubrimiento de este primer cuarteto. Se trata de un cuarteto de juventud y es absolutamente romántico, ya que él venía de la tradición posromántica. Estudiamos esta obra para un concierto de la fundación Juan March y fue un descubrimiento. Nos gustó mucho. Después surgió la idea de conectarlo con otra obra que ya teníamos, el Cuarteto para cuerda N.3 de Alban Berg, con las Bagatelas y con el Rondó de Webern para hacer este repaso de la tonalidad, desde tal y como la entendemos en el mundo más clásico hasta la vanguardia más rompedora que aparece en las Bagatelas de Webern, donde ya no hay tonalidad y es un microcosmos de sonidos y poesía.
Aitor Hevia: Creo que la música que grabamos en este disco en realidad no es tan diferente, lo que pasa es que a la gente le dan miedo los apellidos de estos compositores. Es una música muy desconocida precisamente por eso, por el miedo que generan estos grandísimos compositores. No creo que sea música difícil de escuchar ni difícil de entender. Es cuestión de ponerse en casa el disco o ir a un concierto y disfrutar porque en realidad es música muy cercana.
Josep Puchades: Los promotores a lo mejor son un poco reacios a programar este tipo de música, pero luego, cuando se les convence de que al público le va a gustar descubren que esto es así porque su respuesta es tremenda. Muchas veces es lo que más les gusta del concierto.
¿Qué une a estos compositores?
Cibrán Sierra: Lo que pretendemos es mostrar todo ese proceso de la tonalidad con tres compositores como buques insignia. Fue un proceso natural, lejos de esa convención que se tiene de la Escuela de Viena de un ejercicio de vanguardismo iconoclasta. Estos compositores estaban muy preocupados por mantener los conceptos estético musicales y filosóficos de la tradición clásica, pero el lenguaje estaba en un momento de saturación porque la tonalidad había aumentado de siete sonidos a 12 y el cromatismo había sido llevado al límite y parecía que no había más combinaciones. Todo estaba tan saturado que estaba al borde de ser pervertido. Estos compositores decidieron dar un paso más allá y buscar nuevas vías.
En este disco cada una de las obras representa un paso en esa transición. Primero está Schönberg, que es completamente tonal, marcado en la tradición clásica pero ya oliendo a algo muy especial, luego viene el Rondó de Webern con esos momentos donde se muestra que aquello puede explotar. Este Rondó es la representación real de esa crisis. Luego viene Alban Berg con una música donde la tonalidad se puede centrar en determinadas cosas, pero en realidad no está. Lo que sí está es la gestualidad romántica, el sentido discursivo retórico heredado de la tradición clásica.
Finalmente tenemos las Bagatelas de Webern donde ya todo explota de una manera clara aunque conservan también todos esos principios evidentes. Es decir, no se convierten de pronto en un follón tremendo… La obras de Webern son de una claridad, una unidad y una expresividad brutal.
Al final toda esta evolución significa que consiguieron lo que querían: ser fieles al testimonio de su pasado, a un patrimonio, a una memoria y una herencia. Es decir, no rompieron con ella, sino la continuaron sin quererlo o queriendo al encontrar un nuevo sistema, un nuevo mundo y un nuevo universo sonoro, que acabó siendo una revolución. A partir de ahí nada más en el mundo de la música sería igual ni para los compositores que vinieron justo después, ni para los que vinieron después de la II Guerra Mundial, ni para otros mundos musicales, ya que la ruptura de la tonalidad ha influenciado a otras músicas como las bandas sonoras, la música electrónica, algunos tipos de jazz libre…
¿La elección de este repertorio pretende decir también algo sobre vosotros?
C.S.: El disco sí que dice algo que tiene que ver con nuestra manera de ser como concepto. Estamos convencidos de que los intérpretes tenemos que tomar partido de alguna manera por las músicas que tocamos y, como dice Aitor, romper determinados tabúes heredados. Sí tenemos un compromiso con esta actitud. Creemos en la capacidad de comunicación de la música y creemos en la universalidad de su mensaje sonoro. Lo único que hay que hacer es tener la posibilidad de acercarse a ella. Cuando eliges un repertorio, la forma que le das y un proyecto estás también definiéndote.
A.H.: Hace poco tocamos en el concurso de cuartetos europeo y como propina tocamos una de las bagatelas que está en el disco. Al día siguiente íbamos caminando por la calle y una chica se le acercó a Cibrán y le dijo, «gracias por descubrirme la obra de Webern».
H.P.: Creo en nuestro compromiso de derribar barreras o tabúes porque nos hemos encontrado muchas veces a gente que nos dice «no soy un entendido, no entiendo nada, pero a mí me gusta». Para mí esta frase expresa muy bien la realidad del prejuicio ese de tener que entender algo para que te guste, que es totalmente erróneo. Hay muchas maneras de disfrutar: puede ser de manera más racional o de una manera más sensible o estética, pero cualquiera puede disfrutarlo.
Con este disco también queríamos ahondar en este concepto. No es necesario entender nada de música sino simplemente estar abierto a conocer, a escuchar, a dejarse llevar… Por ejemplo, Alan Berg es tremendamente expresivo, un lirismo increíble, un posromanticismo llevado al extremo… Hace cosas muy extremas, con una expresión muy fuerte. No hace falta entender nada y creo que nosotros debemos romper con esos tabúes para que la gente no se asuste con los nombres y pueda sorprenderse.
C.S.: Sí, eso es. El 90% de la gente no tiene ningún problema para colocarse delante de un cuadro, por ejemplo, el de El grito de Munch, pero ¿por qué no se puede colocar delante de una obra muy parecida musicalmente? La gente se coloca delante de un Kandinsky y entiende que tiene acceso a eso, pero no hace lo mismo con Webern. Yo voy al cine y veo una obra de Haneke, alucino y da igual que no tenga ni idea de cine ni de lenguaje cinematográfico. ¿Qué pasa con la música? Ha calado de alguna manera errónea el mensaje de que sólo la comprensión de la fenomenología del lenguaje te permite acceder al disfrute.
H.P.: La música clásica, claro, porque la otra todo el mundo la «entiende».
C.S.: Sí, y encima no hay tanta diferencia entre un lied de Schubert y una canción pop, hablando no en términos de calidad, sino de fenomenología: hay una voz y un acompañamiento cortito, ¿por qué para escuchar uno hay que saber y para escuchar otro no? Si sabes, mejor, porque tienes un capacidad de disfrute más poliédrico, pero no saber no significa no poder disfrutar.
¿Es una cuestión de prejuicios?
A.H.: La gente que escucha música desde que es joven está acostumbrada a escuchar a los grandes clásicos: Haydn, Mozart, Beethoven, Brahms, etc. En el momento en que escuchas la música de este disco alguien puede decir esto no es lo que entendía por música clásica…
J.P.: Todo es cuestión de prejuicios. Un nombre viene con connotaciones, que significa barreras y ya no quieres…
C.S.: Sí, vivimos en la cultura del etiquetado. Muchas veces desde el mundo profesional también hay una voluntad de mantener a esta música como si fuera una torre de marfil y no se le da acceso… En realidad muchas veces se complica algo que debería ser más sencillo: ¿Ha disfrutado de esto? ¿quiere saber algo más? Hay que dar acceso a las cosas y este disco nos define un poco en el sentido de que creemos en la música como ejercicio de comunicación y hemos escogido un repertorio que es de lo más normal.
Bajo la revolución que implican estos compositores ¿hay una pequeña revolución individual o colectiva, quizás promovida por el momento que estamos viviendo?
C.S.: Hay un momento paralelo, un momento de crisis, y hace cien años también lo fue. Una crisis de valores, fundamentalmente, sistémica y que se ve reflejada en el arte. El arte ahora mismo también está en un momento de crisis. La creación musical es un ejercicio muy complicado. Nosotros admiramos a los compositores que hoy en día consiguen encontrar una voz honesta. Lo que entendemos es que si bien hace cien años mirar hacia atrás propició un avance extraordinario quizás ahora haya que reflexionar sobre eso. Sin embargo, vivimos en esta cultura de lo superficial, de lo poco profundo, de la horizontalidad…
H.P.: Creo que esto tiene un sentido revolucionario y si cien años después es una revolución grabar a Schönberg y tocar a Webern, me alegro. Justo se cumplen cien años de un gran escándalo que sucedió en Viena cuando se tocaron obras de de estos tres compositores, Schönberg, Alban Berg y Webern. Se montó tal follón que hasta llegaron a lo físico, a pegarse. La gente empezó a decir que era una vergüenza y empezaron a abuchear y a gritar. También estaban los defensores, los que decían que ese era el nuevo camino.
C.S.: Uno de los que defendían a estos compositores era Mahler…
H.P.: Sí, Mahler estaba mucho en casa de Schönberg. Todo esto es como un pequeño homenaje, Cien años más tarde revivimos un poco este momento histórico tan importante en la historia de la música.
C.S.: Estamos viviendo un momento un poco parecido. Hay que pensar en ello. Creo que el mundo de la música en general tiene que recapacitar un poco de cómo accede al mundo. Es nuestra responsabilidad como músicos y profesionales reflexionar sobre eso.
¿Se valora hoy poco el esfuerzo?
H.P.: Es verdad que en el mundo del arte hoy en día hay mucho de entretenimiento fácil o rápido y no importa tanto la calidad, el esfuerzo, el cariño con el que se hacen las cosas. Creo que el cuarteto de cuerda es un paradigma de todo esto: del trabajo lento, concienzudo, con cariño en el que entregas tu alma, tu energía…
C.S.: Me he acordado de una frase de Walter Benjamin que también tiene unos cien años que dice: «El aburrimiento es el pájaro mágico que cultiva el huevo de la experiencia». Es decir, si no hay tiempo para aburrirte y pensar en las cosas no puedes realmente llegar a incubar una experiencia.
¿La música sigue siendo la hermana pequeña de las artes?
C.S.: Hay más gente en el Auditorio de la que la gente se piensa…
H.P.: La música abarca muchas músicas y por ejemplo, la música pop mueve tantos medios que nosotros no es que no existamos es que no nos prestan atención porque el Auditorio Nacional tiene un programa diario y suele estar bastante lleno.
Es decir, sí que hay un público diario en el Auditorio y en muchos otros sitios. No sabemos cuál es el misterio de por qué la música clásica parece estar un poco más alejada. No sabemos si es porque es un poco más difícil o elitista a la que sólo tienen acceso unos pocos y entonces sólo unos pocos la entienden y a unos pocos les interesa. Es, una vez más, una cuestión de una mala educación al no haber dado acceso a más gente que ni siquiera sabe que le encantaría la música clásica ahora.
Repertorio de (R)evolutions:
Arnold Schönberg. Streichquartett D-Dur [1897]
1 Allegro molto
2 Andantino grazioso
3 Andante con moto
4 Allegro
Anton Webern. Rondo für Streichquartett [1906]
5 Bewegt
Alban Berg. Streichquartett op. 3 [1910]
6 Langsam
7 Mäßige Viertel
Anton Webern. Sechs Bagatellen für Streichquartett Op. 9 [1913]
8 Mäßig
9 Leicht bewegt
10 Ziemlich fließend
11 Sehr langsam
12 Außerst langsam
13 Fließend