Detrás de tanto seudónimo y de tanta actividad, –dibujante, humorista, escritor, pintor–, ¿qué se siente Andrés Rábago?
Básicamente un creador plástico. Mi mundo es la imagen. También me siento una especie de contenedor de ideas.
Alguien que se siente cómodo expresándose en el lenguaje de la pintura…
La pintura es un lenguaje muy difícil y hay que considerar que vivimos en un momento en el que todo es espectáculo. Desde mi punto de vista, esperar espectáculo de la pintura es hacer un ejercicio circense que me disgusta. El lenguaje de la pintura es un lenguaje más sereno, más distante, con la necesidad de ser mirado y observado con el suficiente tiempo. Es un lenguaje que, si es bueno, es muy rico pues tiene niveles mucho más profundos que otros medios más superficiales. La pintura es un lenguaje extraordinario que, de forma general, me interesa más que el dibujo.
¿Cuando y por qué siente la necesidad de enterrar a OPS o a otros heterónimos y dar a luz a El Roto?
No es un acto voluntario. Es algo que se produce de forma natural. El tiempo manda. El tiempo obliga y decide cuales son nuestros movimientos. Creo que nuestros movimientos no los hacemos nosotros si no que se hacen a través de nosotros. Nos utilizan como vehículos. En ese sentido OPS muere y nace El Roto por la inercia de las circunstancias. OPS dejó de interesarme y murió cuando la sociedad española cambió. He dicho, para explicar aquel paso, que el lector español se hizo más vago y exigía que le contaran todo más directo, más rápido y de forma más clara, lo que me hizo ver que había pasado el tiempo de OPS. En el deseo que siempre me ha perseguido de estar con los tiempos y vivir el presente surgió otra firma, otro modo de ver y captar la realidad.
¿Cuáles son y han sido sus referentes?
En el tiempo en el que yo empecé estábamos ansiosos por empaparnos de la cultura que se estaba haciendo en Europa. Por recuperar todo el tiempo perdido. España estaba cerrada a cal y canto al arte y a las nuevas corrientes. Todo nos llegaba con mucha dificultad. Como consecuencia, cuando se abrieron las compuertas se produjo una auténtica avalancha y mucha gente muy válida quedó sepultada por ella. Otros nadamos como pudimos, salimos a flote y absorbimos todo lo que nos interesaba. A mí me interesó mucho el surrealismo y, dentro de él, Magritte, que creo que es el surrealista que mejor ha aguantado el paso del tiempo. También me interesan, y en ese sentido han sido referentes, creadores tan diversos como Giorgio de Chirico, Max Beckman, Goya, Topor, Groz o Gutiérrez Solana.
¿Cómo es su proceso creativo diario?
Si hablo como El Roto me baso en la lectura de prensa y tomo notas sobre los temas que me interesan, los dejo descansar y vuelvo sobre ellos una vez que han fructificado. Es un proceso de decantación. No de hacer inmediatamente aquello que te interesa o te moviliza si no de dejarlo reposar un tiempo de manera que al final conservas lo que se mantiene frente a lo que se ha ido dividiendo. Eso es lo que yo intento sacar y plasmar en el dibujo.
¿Ese escepticismo ácido que se detecta en El Roto es también el de su autor?
No, claramente, no. Yo soy muy optimista en lo personal. Mi mirada y mi actitud ante las cosas es claramente optimista, lo que pasa es que la sátira tiene sus leyes y tiene sus territorios que son justamente aquellas cosas que son criticables o que están mal. Por supuesto, también hay niveles que están bien y que valoro. A través de mi trabajo más que combatir al poderoso, intento reforzar el pensamiento y los mecanismos de defensa de quienes los soportan o los soportamos y necesitamos tener herramientas frente a ellos.
Aunque resulte curioso, no hay nada personal en mis dibujos. Sinceramente no estoy muy seguro de que lo que reflejo en las viñetas sea lo que realmente pienso y lo que reflejo me interese a mí personalmente. Lo que creo es que lo que hago, lo que me sale y lo que expreso está de alguna manera en la conciencia colectiva y esa conciencia procuro canalizarla a través de lo que dibujo. Procuro que tenga la calidad formal y la invectiva suficiente como para que ayude a digerir una realidad que muchas veces es bastante indigesta.
Acaba de publicar una recopilación de la obra firmada por OPS…
La edad del silencio es, efectivamente, una recopilación de dibujos de OPS de hace 30 años. Como señalé con motivo de la presentación del libro, siempre he sentido un intenso rechazo a revisar mi propia obra, quizás por una vaga sensación de vértigo al contemplar tanto trabajo acumulado. Una sensación que he intentado superar rompiendo un cierto número de dibujos, aquellos que me parecían más prescindibles. Ahora los dibujos que se han salvado, tanto tiempo dormidos, salen a la luz. Han pasado los años suficientes como para que se les permita despertar.
¿Cómo ve la situación actual? ¿Qué le sugiere España en estos tiempos?
Hay una realidad gris, sórdida, consecuencia de épocas pasadas muy grises y muy sórdidas que sigue estando presente. Olvidamos muy fácilmente pero el hecho de que nos olvidemos no quiere decir que esa realidad no esté ahí. Los que vivimos aquellos tiempos estamos afectados y nuestros hijos afectados por lo que sus padres vivieron y les transmitieron. Tendrán que pasar generaciones, probablemente tres o cuatro, para que ese tono sea definitivamente superado. Para ello hace falta libertad de expresión y libertad de pensamiento. Pero vemos los periódicos y los informativos y a menudo observamos, lamentablemente, que aquella ideología, el franquismo, sigue vomitando su pensamiento y eso nos hace ser un poco escépticos.
Estamos en una situación marginal respecto de lo que está pasando en el mundo. Nos hemos quedado atascados. Nos hemos quedado atascados y hay que recuperar la actividad, hay que recuperar la esperanza y las ideas.
¿Ese tapón es sociológico, político, global…?
Es un tapón a todos los niveles. Es político, pero también es ético y es social. Al no dejar paso y no tener cabida nuevas generaciones que están saliendo y que no tienen encaje en la sociedad por sus deficiencias estructurales hace que no podamos avanzar. La gente joven necesita tener cauces para poder desarrollar su potencial. Como decía, España está atascada en todos los sentidos y, es evidente, que en el plano ético, también.
Rábago, sin seudónimos Andrés Rábago García nació en Madrid el 11 de diciembre de 1947. Se declara autodidacta. Comenzó a publicar viñetas e ilustraciones en 1968 en revistas como Hermano Lobo, La Estafeta Literaria, La Codorniz, Triunfo, Totem, Cuadernos para el diálogo, Triunfo, El jueves o Ajoblanco, y en periódicos como Pueblo, Diario 16, El Periódico de Catalunya, La hoja del lunes o Informaciónes. Desde 1990 lo hace diariamente en El País. Ha colaborado en la escenografía de dos obras de teatro, una del grupo Ditirambo y otra de Luis Matilla, y producido el cortometraje de dibujos animados La edad del silencio. También ha ilustrado libros como Una modesta proposición, de Jonhatan Swift, y dos recopilaciones de artículos del escritor Manuel Vicent: Crónicas urbanas y No pongas tus sucias manos sobre Mozart. Crítico con el poder, ha escrito “todos los candidatos a gobernar deberían someterse a un test de veneno en la lengua”, durante años estuvo en el punto de mira de la censura e incluso, en 1971, sometido a proceso judicial. Es autor de una veintena de libros el último de los cuales es la recopilación La edad del silencio, firmada por OPS. Como pintor utiliza su apellido: Rábago. |
Fotografía: Pablo Álvarez.