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«Cuanto más conoces la música más dudas te genera»

En lo personal se confiesa tímida y serena, mientras que en lo profesional es mucho más intensa y segura. De la unión de ambas, surge una líder que vive por y para la música. Sobre su experiencia y su trabajo diario al frente de grupos diversos de músicos de todo el mundo habla en el libro La batuta invisible [1], que acaba de publicar Conecta. Entre medias, un mensaje a modo de conclusión: el liderazgo moderado basado más en la influencia que en la imposición.

¿Inmaculada Concepción Lucía Saratxaga es muy diferente a Inma Shara?

La gente que me conoce se sorprende cuando me ve en un escenario. Soy una persona de gustos muy sencillos, discreta, introvertida aunque sociable, con inseguridades, con miedos, con temores… No veo el éxito a priori y para mí los objetivos se van logrando haciendo camino, caminando firmemente pero lentamente. Es verdad que el escenario me abruma y la gente me dice que no parezco la misma persona. Ahora he venido de una gira de conciertos por la que han pasado casi 15.000 personas y eso hace que tengas mucha fuerza. En mi vida personal soy mucho más serena, tímida, me gusta pasar desapercibida… Solamente cuando hablo de música es cuando me manifiesto mucho más vital. Es verdad que quizás tenga mucha más personalidad en el escenario que en la vida real.

El libro La batuta invisible habla de ese silencio cuando sale al escenario, ¿qué siente a lo largo de un concierto?

Cuando uno comienza un concierto hay una sensación de fragilidad al sentir a todo un público esperando y al sentirte también herramienta de la música. Se dan una serie de sensaciones maravillosas que se entremezclan con el miedo escénico, con la responsabilidad del directo, con lo que el público espera de ti, con esa emoción que quieres transmitir y con la intención de llegar al corazón de las personas a través de la música.

El silencio es muy importante en nuestra vida. El equilibrio nace del sonido y del silencio. Es uno de los maridajes más exclusivos o más válidos. Es verdad que cuando uno sale a un escenario ese silencio que produce el inicio de un concierto es impresionante y evocador.

«En un director de orquesta la autocrítica es fundamental»

¿Cómo se prepara?

En el escenario se ve el resultado final de la visión que tiene el director sobre una obra y que se hace posible gracias a la respuesta acústica de la orquesta, pero antes de todo concierto hay muchas horas de preparación y de ensayo. Cuando un director toma una partitura lo primero que hace es analizarla para ver cuáles son los temas principales y los secundarios, luego viene el proceso de estudio, el de memorización y después el de interiorización.

Todo este proceso, el director de orquesta lo lleva a cabo en soledad con la partitura. Cuando ya siente que la razón no es la que está analizando la obra, sino que la obra es parte de él, es el momento de iniciar los ensayos, en los que se intenta transmitir esa fantasía mental. Cuando lo que se recibe de la orquesta coincide con tu visión no hay momento más maravilloso porque estás dando vida acústicamente hablando a lo que llevas dentro. Debemos estar muy agradecidos a las orquestas, ya que son ellas las que hacen posible esta fantasía.

El director es mucho más que mover las manos y decir cómo se ejecuta una partitura…

Eso es. No se trata de transmitir solamente una serie de contenidos musicales. Liderar un grupo musical es gestionar el mundo de los recursos humanos a través de la inteligencia emocional. Se trata de aglutinar todas esas individualidades artísticas y gestionar todos esos talentos, optimizarlos muchas veces en el mínimo tiempo posible, ya que muchas veces no disponemos de los ensayos que uno quisiera. Liderar supone gestionar factores a nivel humano tan esenciales a día de hoy como son el compromiso, la generosidad, el trabajo bien hecho. Todo eso es aplicable a la vida.

¿Qué cualidades tiene que tener un director de orquesta?
La responsabilidad y la disciplina son valores que deben estar siempre presentes. Debe estar emocionalmente activo y ejercer el liderazgo de manera muy amable. La autocrítica es fundamental: saber que estás aprendiendo siempre, que no hay razones absolutas ni en la música ni en la vida… También debe interaccionar en los conflictos que se generan y liderarlos de la manera más positiva para todos sin contaminar el objetivo final, la música por y para el público.

«Siempre hay una pequeña expectación cuando la directora es una mujer»

¿Se ha encontrado con muchas dificultades por ser mujer?
La música clásica sigue siendo un entorno clásico, pero nunca me he detenido ante ningún obstáculo porque mi pasión y mi confianza por la música me han llevado a superar esos momentos. Es verdad que siempre hay una pequeña expectación por parte de la orquesta, por parte del organizador y por parte del público cuando en el escenario aparece una mujer, pero cuando confías en que el arte es algo que se proyecta desde el interior, que supone la riqueza de diferentes sensibilidades, al final no cobra peso ser hombre o mujer.

El arte es patrimonio del ser humano, no lo es de la mujer ni del hombre. Cuando crees en eso el hecho de ser mujer pasa a un segundo plano. No porque sea mejor o peor, sino porque el arte es la suma de diferentes sensibilidades.

A pesar de todo, habla de la vulnerabilidad del director de orquesta…

El director de orquesta, al igual que un presidente de cualquier compañía, tiene que saber que es muy vulnerable o frágil porque su fantasía mental sólo se hace realidad si la orquesta lo permite. Para ello debe implicar a la orquesta en un proyecto común. El mensaje es creíble si ellos se implican.

Debe ejercer el liderazgo con compromiso, libertad y determinación. Hacerlo así no merma de alguna manera la solidez del mensaje que se quiere transmitir. Cuando dirijo una orquesta tengo muy clara la visión de una obra, pero también la pongo en duda para mejorar. Al final, los latidos de los acordes los siento yo, cuando respiro lo siento yo, pero si quiero un sonido determinado es la orquesta quien lo ejecuta. Ellos mismos te dicen además muchas veces las posibilidades de los instrumentos. Al final la suma es el éxito.

«He aprendido que no hay razones absolutas»

Afirma que cuando más metida está en la música parece que menos la conoce, ¿a qué se refiere?

Es verdad. Cuando más la conoces más te hace soñar y más te hace dudar. La música te da un gran equilibrio, pero cada vez te hace pensar más. Cuando no encuentras esa magia en un compás te obsesionas.

La visión artística responde a la suma de experiencias vividas, incluso personales, y por eso la misma visión de un director sobre una obra ahora es diferente a la de hace cuatro años. A veces sientes que cuando te pones a pensar en música, como actúan tantos sentimientos, es muy difícil abarcarla.

¿Qué le ha dado la experiencia?

He aprendido que no hay razones absolutas. Para mí la primera manifestación de comunicación es el respeto. He trabajado con orquestas de muy diferentes culturas obras en las que pensaba que solamente así se podía respirar, por ejemplo, pero hay muchas visiones que te alimentan y que te hacen crecer en lo profesional y en lo personal. Hay que tener la mente abierta, sobre todo para escuchar.

También he aprendido que detrás de toda concepción artística hay una gran reflexión que nunca sientes que alcanzas. Ese es el acorde que sigue sonando a modo de puente para enlazar con otro acorde del próximo concierto.

¿De dónde cree que viene esa ruptura que persiste entre el público y la música clásica?

A veces te encuentras con gente que va por primera vez a un concierto y que se pregunta cómo es posible que eso sea la música clásica y que estuviera al margen o no sintiera curiosidad por ella. Creo que los artistas no hemos sabido sembrar esa curiosidad necesaria para atrapar al espectador. La música clásica es algo que acontece en nuestra vida. Lo que pasa es que no hemos invitado bien al público y esa es nuestra responsabilidad y nuestro cometido porque es por y para todo el mundo, no para un determinado sector. Además no me cansaré de decirlo, de ella sólo se desprenden acordes de bonhomía, curiosidad, belleza, y un mensaje muy transparente. Creo que la música debería estar mucho más presente en la sociedad. La batuta invisible pretende compartir todo eso que sentimos los artistas.

libroshara [2]

 

 

La batuta invisible.
El liderazgo que genera armonía

Inma Shara
Editorial Conecta
156 p
15,90 euros