Azul y Jade es un valiente debut en torno a Sol mayor y Re menor, las dos primeras tonalidades que el compositor alemán eligió para comenzar sus Suites para violonchelo, que establecen un diálogo con otras obras más actuales, poéticas y muy visuales, compuestas por Iris en tonalidades amigas. El conjunto del disco supone un encuentro con la esencia de la música en términos globales, barroca o no, contemporánea o no, clásica o tampoco.
Formada musicalmente en Alemania, Iris Azquinezer empezó a tocar el violonchelo a los tres años estudiando con Suzana Stefanovic, Ángel García Jermann, Xenia Jankovic y el Auryn Quartett. Su fuerte atracción por la música barroca y la interpretación historicista le han llevado a actuar como solista con grandes formaciones y a ganar diversos concursos internacionales con su cuarteto de cuerda, Con Fuoco Quartet. Ha crecido y se ha desarrollado también dentro del ámbito de la música contemporánea y de nueva creación.
¿Qué tienen las Suites de Bach para violonchelo?
Son las primeras grandes obras que se crearon para violonchelo solo. Bach creó con ellas todo un lenguaje y nos dio la posibilidad de hablar por nosotros mismos, ya que hasta ese momento eran todo canciones. Bach creó al fin grandes obras y todos pasamos por ellas porque es lo que hay de esa época.
Las Suites exploran el instrumento de una forma profunda increíble para la época…
Creo que eso es algo que tiene que ver más con Bach, con su lenguaje y su mundo porque hay algo en él que es atemporal. Para mí hay otros compositores que pertenecen a su época y son maravillosos en su época, sin embargo, por alguna razón, el lenguaje de Bach es atemporal. Lo puedes tocar de muchas maneras diferentes y sigue transmitiendo, sigue diciendo algo. Conecta con muchos niveles diferentes.
Ha dicho que tocar estas obras de Bach es como sentirte en casa, ¿por qué?
Sí, porque son obras que me acompañan siempre. Son testigo de mi vida. Las he trabajado con todos los maestros con los que he estudiado, son mi refugio y Bach es quizás el lenguaje que más entiendo. Hay gente que tira más hacia lo romántico o hacia otros lugares para sentirse bien como chelista. A mí me pasa eso con Bach. Me acompaña cada día.
¿Son obras para volver a ellas cada cierto tiempo?
Son obras que te acompañan toda la vida, quizás en algunas temporadas puedes tocarlas menos porque estás con otros repertorios, pero incluso creo que en esos momentos también están. Al menos en mí siempre están presentes.
«Para mí la música es comunicación, disfrutar, aprender, compartir…»
¿No es un reto hacer una grabación de estas Suites que se han grabado tanto y por tan grandes violonchelistas?
Sí, sí lo es… Pero, al final, se trata de poner lo que uno siente y lo que uno opina. Me han preguntado, ¿no eres muy joven para grabarlas? Pero hay muchísimos solistas que las han grabado una vez y luego lo han hecho otra vez y luego otra más. Es lo maravilloso que tiene Bach, que puedes ir viviéndolo en diferentes etapas. Es curioso que de todas esas grabaciones a mí me suele gustar más la primera.
Creo que no se pueden grabar si no tienes una opinión propia porque en los instrumentistas de clásica abunda mucho el alumno que es igual al maestro. Por suerte tuve una profesora que era guía, que te dejaba hacer y te enseñaba a buscar. Creo que para un músico esto es fundamental porque al final nos olvidamos de qué es la música, nos olvidamos de cuál es el origen. Para mí, precisamente, este disco es Bach desde el origen. Vivimos en un momento en el que entre que todo es rápido y que se exige una serie de estándares al final olvidamos lo fundamental: ¿para qué es la música? Para mí es comunicación, disfrutar, aprender, compartir… Es todo eso. Y cuando eso se pierde…
¿Le ha dado miedo o respeto grabarlas?
Por supuesto, pero creo que existen diferentes miedos. Los miedos que te paralizan y que no te ayudan para nada, y los miedos que te hacen preguntarte. Grabar un CD al final es un juego de aceptación porque un CD no lo terminas, lo abandonas. Siempre podría estar mejor. Al final lo importante es que tengas un conjunto que comunica algo con el que estás de acuerdo, algo bonito, algo que tiene tu criterio… Luego viene todo el mundo y te dice lo que piensa.
En Azul y Jade, obras suyas dialogan con las Suites de Bach, ¿cómo se le ocurrió esta idea?
Son obras (menos Magdalena) que llevo haciendo desde hace tiempo. Hago muchos conciertos para violonchelo solo en los que siempre toco Bach y decidí unir mis piezas a eso. En los conciertos hay gente más entendida para la que puedes tocar dos obras de Bach seguidas sin problemas, pero también gente que no lo es y para la que no es fácil escuchar una suite completa. Mis obras son más sencillas. Son como imágenes. Eso hacía que los conciertos fueran más fluidos y ayudaban a escuchar Bach de otra manera. De ahí nace la idea.
«El mundo de la clásica sigue muy encorsetado»
¿Qué mensaje quiere lanzar con este disco?
Quiero que la música de Bach llegue a otro público. Hoy en día el mundo de la clásica ha llegado muy lejos, se están haciendo unas grabaciones maravillosas, pero seguimos muy encorsetados. Yo, por ejemplo, vendo los conciertos en taquilla, algo que los clásicos no suelen hacer. Creo que a la gente si le explicas que es una suite te van a escuchar de una forma muy diferente. Creo que tenemos que hacer cosas así porque si no la separación entre el público y la música clásica es mayor. Por supuesto, siempre siendo precisos y rigurosos, pero hay que abrirse a otras cosas.
Pertenece a una nueva generación de intérpretes, ¿qué retos tiene?
Creo que los retos son muchos y que cada uno los va sintiendo personales. El que yo siento que es el mío es llevar la música clásica a un montón de gente que tiene necesidad de ella, que le gusta, pero a la que no sabe cómo acceder por prejuicios, por desconocimiento… Necesitamos llegar a esa gente. Quiero, además, que la música de este disco sea un refugio del mundo. No es un disco que puedes escuchar mientras estás haciendo otras cosas.
Toca una gran variedad de repertorio: música barroca, romántica y también más contemporánea…
La música no es sólo una música, la música es música. Hay cosas buenas y cosas malas dentro de todos los instrumentos y luego hay diferentes lenguajes. Es importante comunicarse y creo que podemos aprender mucho de gente de otros estilos como el flamenco, por ejemplo. Creo que tenemos que quitarnos los anillos. Está claro que la preparación que necesita un concierto de Bach no la necesita un concierto de pop pero si de pronto te va a ver gente que nunca ha visto un violonchelo, como me sucedió a mí con Antonio Orozco, te asombrarías porque pasan cosas estupendas. Sales y se calla todo el auditorio. Le estás dando algo a alguien que normalmente no lo tiene.
Se trata de quitarnos el corsé y creo que lo estamos haciendo. Tenemos que quitarnos un poco ese esnobismo porque lo que está bien hecho está bien hecho en cualquier parcela.
¿Qué versiones de las Suites de Bach podría recomendar?
Pues me gustan las Suites de Anner Bylsma y las de Pieter Wispelwey. Ambas son preciosas, aunque escucho más la primera. También las de Boris Pergamenshikov, una versión muy bonita que no se conoce casi nada.
Es curioso analizar la misma obra tocada por dos intérpretes diferentes. ¿Dónde termina el compositor y dónde empieza el intérprete? Cogería una danza de cada versión. De una, el Preludio; de otra, la Allemande, la Sarabande de otra…
¿Cómo definiría su sonido?
A mí me han dicho que mi sonido llega aquí [señala las entrañas]. Creo que tiene un punto visceral. Sí, nace de ahí.