En él relaciona de foma explícita parejas de obras de ambos compositores, invitando al oyente a la reflexión y dejándolo sumergido en un ensueño de placer. Unir a Debussy y Chopin de esta manera debería venir con un aviso en la carátula: «Les advertimos que este producto es altamente sensible y puede transportale a otros mundos».
El inicio
El proyecto nació hace dos años en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, cuando Perianes acudió como artista invitado. Le habían encargado un programa en torno a Chopin, Debussy y Falla, y a raíz de eso, surgieron unas conversaciones con musicólogos y gente del mundo de la música (amigos, personas que normalmente le ayudan a programar y que le sugieren obras). A uno de ellos, a Luis Gago, se le ocurrió que se podía hermanar a Debussy, a Chopin y a Falla en parejas de obras, ya que, al fin y al cabo, el primer Falla es deudor de Chopin, y Debussy también. A Perianes le gustó la idea y Gago preparó un programa «totalmente delicioso». Más tarde, al proyecto se sumó también el especialista Yvan Nommick, que ha terminado escribiendo las notas del CD y participando en el DVD que lo acompaña.
Finalmente, como el pianista ya había grabado toda la obra de Falla para piano decidió centrarse en Chopin y Debussy, pero vistos, efectivamente, como una pareja. Se lo planteó a la compañía «como un proyecto de investigación, más que como un disco» y así nació … les sons et les parfums. Debussy meets Chopin, una invitación al oyente e incluso al músico a descubrir conexiones entre estos dos compositores.
¿Cómo describiría a Chopin y a Debussy?
El título de este disco, … les sons et les parfums (Las canciones y los perfumes), es muy definitorio. Son dos buscadores de lo absoluto. Hablamos de dos compositores totalmente esencialistas. Ninguno buscó el aplauso fácil ni el virtuosismo exhibicionista. Fueron dos buscadores de la esencia, de lo absoluto y de despojar a la música de cualquier tipo de artificio. Creo que ese es uno de los elementos en que puedes encontrar un parecido directo, como si fueran dos almas gemelas.
Para un pianista hablamos de dos poetas. Debussy, a su manera, hizo una poesía más con el color, y Chopin, con el belcanto, desarrolló una línea melódica que a veces puede parecer interminable.
¿Qué siente cuando interpreta a uno y a otro?
Hay elementos identitarios. Uno no puede tocar a Chopin como si fuera Debussy ni a Debussy como si fuera Chopin porque se quedaría en terreno de nadie. He obviado en este CD el Chopin más heroico y he metido el más intimista porque ese es el que puede tener más relación con Debussy: todo el arte del sfumato, del sonido… Puedes ponerte a buscar obras de Debussy parecidas al Chopin de las Polonesas, pero no las vas a encontrar.
«Cada uno tiene su universo»
¿Qué suponen para un pianista?
Es casi inasumible (aunque hay quien no lo hace y me parece respetable) que un pianista durante su trayectoria vital y musical no tenga la curiosidad o el desafio de intentar descifrar el misterio de estos dos grandes compositores. No podría elegir entre ellos, y en este momento menos aún porque estoy tan enfrascado en la música de los dos, les he cogido tanto cariño, amor y pasión…
Para un pianista la producción de Chopin es inmensa. Es un compositor que, además, escribió casi todo para piano. Dentro de su obra para piano y orquesta hay quien dice que está mal escrita. Yo me pregunto: ¿mal escrita o es que Chopin quería eso? Que se hagan afirmaciones tipo “aquí se equivocó Chopin” me parece algo peligroso porque a lo mejor es lo que él quería.
Técnicamente, ¿qué destacaría de ambos?
Se nota muchísimo que los dos fueron pianistas porque casi todo va a la mano. Cuando un compositor que no es pianista escribe para piano se nota mucho. Particularmente Chopin, más que Debussy, es un compositor puramente anatómico, en el sentido de que plantas la mano sobre el teclado y todo funciona perfectamente. Si encima tienes la mano parecida a la suya, muy fina y con los dedos alargados, encaja todo mucho mejor.
¿Y en cuanto al tratamiento del sonido?
Ambos compositores tienen conexiones entre ellos, pero el sonido y el color es distinto. En Debussy se produce ese efecto pictórico que quizás suene un poco pedante de parte de un músico: el ‘sfumato’. En música también existe. A pesar de que tienen puntos en común, no se puede hacer que se parezcan demasiado porque cada uno tiene su brillo, su intensidad, su color… Las líneas melódicas de Chopin, que son eternas, no se encuentran en Debussy, que es más episódico. Son dos compositores que se pueden hilar pero con el mismo material se pueden deshilachar. Cada uno tiene su universo, su lenguaje, su mundo.
¿Cuál es la contribución de ambos compositores al desarrollo del piano?
Chopin exprimió el instrumento que tenía hasta sus últimas consecuencias. Si hubiera conocido un Steinway moderno hubiera podido componer cosas más atrevidas. Creo que lo llevó al límite y si no hubiera muerto con 39 años hubiera sido un problema para la historia de la música. Su opus 67 es salvaje, mira hacia el futuro. Las mazurkas de sus últimos opus son ya impresionistas y se aprecia que estaba arañando con los dedos a los que iban a venir… 50 años después.
¿Se ha continuado con esa exploración del instrumento o ha ido decayendo?
Creo que los nuevos compositores se han centrado en ahondar más en el aspecto percusivo del instrumento, en el aspecto más vertical o, incluso, en la intervención o en la manipulación del mismo, colocando metal en su interior, tornillos… Todo es muy respetable.
Creo que, desgraciadamente, Chopin murió cuando debía morir porque de no ser así hubiera variado el resto de la historia de la música. Hubiera encontrado otros caminos. Por ejemplo, en la Barcarolla op. 60 se aprecia otro lenguaje, otro tipo de armonías, otro tipo de colores… No tiene nada que ver con el primer Chopin. Este último es mucho más existencialista, menos heroico, y va acercándose a ese sonido aspirado, a intentar tocar el piano hacia arriba en vez de hacia abajo, justo lo que se busca al tocar Debussy.
«La música, como la vida, es una carrera de fondo»
¿Qué opina de ese virtuosismo que se lleva ahora y de los músicos con etiqueta? ¿Ha querido alejarse de eso?
Este disco es temperamental, alejado de la cualquier visión comercial. La música la interpreto tal y como la siento. Estoy dispuesto a hacer según qué cosas desde un punto de vista del marketing, pero otras muchas no. Eso marca un poco tu carrera, y siempre he creído que la música, como la vida, es una carrera de fondo.
Soy un fan total de músicos como Maria Joao Pires, Radu Lupu, Richard Goode, Daniel Barenboim… Creo que ninguno ha tenido una de esas carreras fulgurantes ni especialmente mediáticas. Viven de otra manera y creo que ellos están el en olimpo de los más grandes y no han pasado por según que cosas. Lo peor que puede hacer un músico es traicionarse a sí mismo por conseguir un objetivo bastante fugaz y pasajero. Como decía Barenboim: “Siempre hay alguien que dispara más rápido que tú”. Y es así: siempre puede llegar alguién más rápido, más guapo y más alto que tú. Nunca se sabe. Contra lo que nadie puede competir contigo es contigo mismo. Cada uno tiene una personalidad y una manera de expresar la música. Ahí no hay rivales. Nadie puede expresar como tú. Tú eres tú y tu circunstancia, como la famosa frase, que además viene al pelo porque son mis circunstancias las que condicionan mi carrera.
¿Qué le motiva?
No es ninguna pose lo de buscar un repertorio muy determinado o acometer proyectos que desde el punto de vista discográfico puedan tener un poco de enjundia o, por lo menos, que hagan al espectador preguntarse cosas. Es temperamento. Este es un proyecto que me ha apasionado desde el principio. No hay nada más grande para un pianista que tocar a Chopin y a Debussy. Es grandioso. El año que viene haré Mendelssohn, y ya estoy entusiasmado porque hay poco grabado. Haré Romanzas sin palabras, obras más serias… Una especie de caleidoscopia de Mendelssohn. Estas son las cosas que pueden “poner” a un artista.
¿Qué momento destaca de su carrera?
Lo único que tengo claro es que en mi carrera y en mi vida personal todo ha ido sucediendo de la forma más natural posible. Nunca me he sentido presionado y no he pasado de tener cero conciertos a tener 800 al año. Si me hubieran dicho que iba a tocar con la Filarmónica de Londres, con la de Israel, con la de Atlanta, Cleveland o con las orquestas más grandes del mundo… Ahora, que con todas esas voy a trabajar este año, no sólo no me aterra si no que me motiva muchísimo. Cuando uno hace las cosas de manera artesanal, poco a poco, trabaja los proyectos de una manera muy intensa y se prepara… Por lo menos, el susto se lo ahorra. Cuando sales al escenario con una orquesta de éstas, la responsabilidad y la tensión están ahí, pero no es vértigo.
¿Se esperaba el Premio Nacional?
Para nada, ni me lo esperaba ni nunca pensé algo parecido. Acabo de cumplir 35 años, tenía 34 años cuando me lo dieron y no imaginaba que me lo podían dar con esa edad. De hecho, aunque nunca lo cuento, al principio pensé que era una broma de unos amigos y cuando me llamó José María Lassalle [secretario de Estado de Cultura] le vacilé un poco porque pensé que no era él.
«No hay baby boom de instrumentistas»
¿Cómo ve la situación de la música clásica actual?
Me preocupa la generación de los jóvenes, la mía y la de los mayores porque no podemos ser hipócritas, el IVA cultural es un pelotazo en la línea de explotación de cualquier intérprete, ya tenga 80 años o 12. Me preocupa todo. Es cierto que a veces lo veo con cierta lejanía debido a mi actividad internacional, pero cuando vengo y lo veo, pienso: vaya tela, la que está cayendo…
¿Y en cuanto al nivel?
España siempre ha tenido un nivel pianístico extraordinario. Me sorprende mucho que se piense lo contrario. Cuando escucho aquello de «tenemos la mejor generación de músicos de toda la historia…» pienso que es una mentira radical. Nos olvidamos de otras generaciones de pianistas, de violinistas o de directores de orquesta que por las razones que sean han tenido menos exposición, menos oportunidades… Miguel Ituarte, Gustavo Díaz-Jerez, Claudio Martínez Mehner… No estoy hablando de buenos pianistas, sino de pianistas sobresalientes. Si voy a la generación anterior me encuentro con Juliá López Guimeno, Almudena Cano, Joaquín Soriano y puedo irme a la anterior. Me acuerdo de muchísima gente, a muchos les he escuchado tocar. Sin embargo, muchos quieren vender la moto de que ahora se toca como nunca y que estamos más preparados, ¿seguro? ¿Más que Alicia de Larrocha o que Orozco? Pero si estos dos señores grabaron con Decca, con Phillips y con todos los grandes sellos los conciertos de Rachmaninov, los cinco de Beethoven… ¿Qué estamos contándole a la gente? ¿Estamos seguros de que ahora hay gente más preparada? Estamos preparados, unos más y otros menos, pero no hay baby boom de instrumentistas, hay cultura…
¿Alguna vez pensó tirar la toalla?
¿Sabe por qué no? Porque nunca me he planteado que estaba haciendo nada así. Cuando alguien me pregunta cuándo decidí dedicarme a esto le contesto que no lo he decidido todavía, que estoy pensándomelo. La vida me ha llevado de un lado a otro. Yo nunca he dicho: papá, quiero ser artista.
Más sobre el nuevo disco
¿Como ha sido la elección de las obras del disco?
Primero Luis Gago hizo una lista, luego Yvan Nommick añadió más parejas, y después añadí algunas más que quería hacer. Insistí mucho en que había que grabar parejas entre las que se encontrasen obras maestras tanto de Chopin como de Debussy, porque no podía grabar un disco de miniatura. Entre ellas, la Barcarolle op.60, por ejemplo, para la que enseguida apareció L’isle joyeuse, de Debussy, que además tiene una estructura similar: el trino como elemento expresivo. También la Ballade op.52, para la que encontramos el preludio Les sons et les parfums tournent dans l’air du soir, en el que parece que hay una cita a la melodía principal.
Algunas parejas son más sugerentes que evidentes porque Debussy no estaba cogiendo música de Chopin y copiándola. Otras, en cambio, como los Preludios de Chopin, dejan en evidencia que Debussy tuvo que conocerlos y que le sirvieron de inspiración. Otro tipo de similitud es el movimiento topográficamente circular que hacen los dos… Hay colisiones evidentes y otras que lo son menos, pero no por eso menos atractivas.
Ha optado por escoger al Chopin quizás menos virtuoso o menos vivo…
Sí, es el Chopin de cerca. De hecho, él dijo que había compuesto la Barcarola para ser interpretada por una persona y escuchada por otra, no escuchada por 4.000 en un auditorio grande ni pegándole porrazos a un piano. No intento reivindicar absolutamente nada con ésto, pero sí estoy bastante convencido de que Chopin fue un grandísimo pianista. Las cartas, documentos e información que tenemos sobre él hablan de que no tenía un sonido especialmente poderoso y siempre me he preguntado si realmente lo que pasaba es que no quería un sonido así.
¿Y la idea del DVD?
Me pareció que que había que explicárselo a la gente gráficamente y se lo propuse a la compañía. Escogimos la Berceuse op. 57 de Chopin, y Clair de lune de Debussy, y luego, Ivan y yo explicamos durante cinco minutos al oyente, al músico, a quien quiera, en definitiva, por qué hemos grabado esto y por qué hemos puesto un poco más de relieve a estos dos compositores.
Pistas:
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- 1. CHOPIN. Berceuse op.57
- 2. DEBUSSY. Clair de lune
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- 3. CHOPIN. Étude op.25 no.1
- 4. DEBUSSY. Étude XI. Pour les arpèges composés
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- 5. CHOPIN. Ballade op.52 en fa mineur
- 6. DEBUSSY. Préludes. Les sons et les parfums tournent dans l’air du soir
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- 7. CHOPIN. Grande valse brillante op.34 no.2
- 8. DEBUSSY. La plus que lente
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- 9. CHOPIN. Nocturne op.15 no.2
- 10. DEBUSSY. Préludes. Danseuses de Delphes
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- 11. CHOPIN. Prélude op.28 no.1
- 12. DEBUSSY. Préludes. La terrasse des audiences du claire de lune
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- 13. CHOPIN. Barcarolle op.60
- 14. DEBUSSY. L’isle joyeuse