En 2013, Lang realizó George, el filme ganador del Premio de la Televisión Alemana. Desde entonces, compaginando la gran pantalla con otros medios de difusión, su trabajo, en el que lo documental ocupa una significativa plaza, ha sido galardonado con numerosos reconocimientos, como el Premio de Periodismo Alemán-Francés, la Medalla de Oro Mundial en el Festival de Cine de Nueva York y el Premio Especial de Oro de Praga.
Presenta ahora El ministro de propaganda, una película en la que ha volcado años de investigación para, según su firme apuesta y con la verdad histórica como esencial objetivo, intentar comprender lo incomprensible, sondear lo inconcebible y mostrar lo indemostrable. «Estoy convencido de que esto sólo es posible si mostramos a los mayores criminales de la humanidad como lo que son: personas de carne y hueso. A primera vista, esto parece una violación de tabú, una aventura arriesgada que tal vez sea mejor dejar de lado. Porque nos hemos acostumbrado a ver a los líderes nazis de una manera muy diferente, de una manera que nos permite distanciarnos cómodamente de ellos, como demonios sensacionalistas y psicópatas».
Sobre otras películas sobre la temática puntualiza: «Hay muchos filmes sobre el Tercer Reich, en su mayoría contados desde la perspectiva de la víctima, una forma importante y necesaria de abordar el terror nazi. Otras películas, como Malditos bastardos, intentan una visión exagerada, incluso satírica, pero precisamente por eso no están comprometidas con la verdad histórica. Cuando se muestra a Hitler y su séquito a menudo aparecen como iconos del horror, tanto en documentales como en largometrajes. Los cineastas suelen ser reacios a centrarse en el fondo de personajes como Hitler, Goebbels, Stalin o Mussolini. Lo hacen con la mejor de las intenciones, pero entonces se consigue lo contrario de lo que se pretende, porque se evita una de las cuestiones más importantes de la historia. Si retratamos a estos criminales en una película sólo como figuras periféricas unidimensionales, o incluso como personajes histéricos que dan risa y gritan, no seremos capaces de entenderlos a ellos ni a sus acciones. Tampoco aprenderemos nada, a pesar de que sería muy importante hacer transparentes a los demagogos de hoy y sus estrategias de persuasión. El peligro no está en humanizar a estos criminales, sino en demonizarlos. Como demonios, es fácil mantenerlos alejados de nosotros. Pero sólo pudieron llevar a cabo sus crímenes porque eran seres humanos y también tenían rasgos que todos reconocemos en nosotros mismos. Un enfoque que va mucho más allá es el que intenta comprender las estrategias de seducción del terror y los crímenes sin precedentes perpetrados por personas. Sólo así se puede impedir que ocurran. Esta es la postura clara de la película».
– ¿Cómo y cuándo nació su interés por Joseph Goebbels?
Cuando era adolescente leí el libro de Eugen Kogon El Estado de las SS. Me quedé impactado. Los mayores crímenes de la historia de la humanidad ocurrieron hace tan solo unos años y la gente ya había vuelto a la rutina diaria. Quería comprender y encontrar respuestas a la pregunta crucial: ¿cómo pudieron los perpetradores cometer crímenes tan inimaginables con millones de víctimas inocentes y por qué la mayoría de los alemanes siguieron a Hitler en la guerra y el Holocausto? Este tema me ha preocupado desde entonces.
– Insiste usted en que muchos alemanes han tenido y tienen que ver con este pasado. Muy a menudo en la propia familia. ¿Y en su caso?
En el pueblo donde crecí, cuando empecé a ir a la escuela, un tercio de los habitantes eran desplazados que se vieron obligados a abandonar su localidad natal como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Mi padre, siendo muy joven, tuvo que vivir experiencias terribles en la guerra. Sufrió toda su vida. Mi madre tuvo que abandonar su pueblo natal con sus padres y su hermano. Así que para mí siempre estuvo claro que no me alistaría en el ejército, y mis padres también apoyaron mi decisión. Por otro lado, también hay esperanza en una historia tan terrible. Es un logro especial que en la Alemania de posguerra tantos refugiados y desplazados hayan logrado integrarse. Hablé con mis padres muy a menudo sobre sus experiencias y, por supuesto, les hice preguntas como ¿qué se podía hacer?, ¿qué hiciste tú?, ¿cómo pudo ocurrir el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial? Quería entender y esa fue una de las razones por las que me decidí a estudiar historia. Considero El ministro de propaganda como mi misión. Esta película faltaba, era absolutamente necesaria.
– Existe un gran número de películas de ficción y documentales sobre la era nazi, ¿en qué se diferencia su propuesta?
Aparte de las comedias, la nuestra creo que es la primera película de ficción en veinte años que se centra en Hitler y su entorno. Teniendo en cuenta que Downfall (El hundimiento) solo muestra los últimos 12 días, es la primera película que se centra en la camarilla de líderes del régimen nazi en los años decisivos de 1938 a 1945. Pero en cuanto a las películas existentes: hay algunas que son bastante destacadas, pero no sobre este tema que acabo de mencionar. Empecemos por las películas documentales, Shoah por ejemplo es un hito. Todas las películas que se centran en material del Tercer Reich tienen que enfrentarse al problema de que la mayor parte del metraje histórico que tenemos fue montado por Goebbels y los propagandistas nazis. Por lo tanto, existe un gran peligro de convertirse en esclavo del material porque siempre contiene esta intención subyacente. Es por eso que necesitamos crear imágenes que no existen. Y estas sólo pueden ser imágenes ficticias. Un ejemplo es el discurso del Sportpalast. Miramos por encima del hombro de Goebbels y vemos cómo manipulaba. Quien haya entendido alguna vez cómo funcionan la manipulación y la demagogia lo aplicará a otros ejemplos y mirará las imágenes de hoy de manera más crítica. Es una película contra la manipulación, una película contra la seducción.
Entre las películas de ficción, las películas de víctimas son las más frecuentes. Y con razón. Hay algunas bastante destacadas, por eso no quise hacer otra. Cuando Hitler y su séquito son retratados ficticiamente a menudo aparecen como demonios o personajes que gritan y hacen reír. Considero que estas representaciones son problemáticas, no sólo porque son falsas, sino porque impiden la necesaria comprensión de por qué tantos alemanes siguieron al régimen criminal a la guerra y al asesinato en masa. Cuando se reducen los años de terror a un espectáculo horroroso de psicópatas se crean demonios que bloquean las percepciones más profundas. En definitiva, estas representaciones se inscriben en la tradición del período de posguerra, cuando los crímenes del Tercer Reich se atribuían a una supuesta camarilla dirigente demente con habilidades diabólicamente ingeniosas. Un enfoque que intente comprender los crímenes sin precedentes como perpetrados por personas nos lleva mucho más lejos.
– Habla usted de Goebbels como un maestro de la demagogia y la manipulación…
Casi todas las imágenes históricas fueron montadas por Goebbels con la intención de engañar al público de la época y al de la posteridad. Nuestra idea del Tercer Reich fue en grandísima medida moldeada por él. Los materiales que creó definen nuestra imagen del pasado hasta el día de hoy. Estos documentos pretenden ser objetivos y a menudo se utilizan como tales. Sin embargo, fueron el resultado de un enorme esfuerzo de puesta en escena dirigido al presente y, hacia el final del Tercer Reich, cada vez más a la posteridad. Si solo vemos a Hitler y su séquito en los documentos montados, corremos el riesgo de caer en el engaño de Goebbels, que fue el seductor de la dictadura nazi, el consumador del mito de Hitler. Era una especie de profeta del Führer, que era para él un mesías. Nuestra película intenta deconstruir la imagen creada por Goebbels y ofrecer miradas detrás de la fachada que no se han visto hasta ahora. Muestra los métodos que Goebbels utilizó para llevar a la población a apoyar los objetivos criminales de Hitler.
– Y comienza con una conversación grabada en secreto con el propio Führer…
Que muchas personas con formación histórica desconocen y, cuando la escuchan, a menudo no reconocen quién está hablando. Nuestra imagen de Hitler es muy diferente a la de los documentos montados por Goebbels. Empiezo con esto para llamar la atención sobre mi método. Es importante ser cuidadoso al tratar con material documental. Necesito deconstruirlo y decodificarlo para poder llegar detrás de la cortina y entrar en la realidad. Ese es mi objetivo.
– Antes de escribir y rodar la película llevó a cabo una amplia investigación que incluía cribar y evaluar innumerables fuentes y documentos académicos, ¿se sintió en algún momento abrumado por el volumen de datos?
No, no. Quería saber tanto como fuera posible. El material es casi infinito, los diarios de Goebbels por sí solos ocupan volúmenes. Cada día escribía entradas en su diario. Estaban destinados a ser publicados más tarde, así que por supuesto hay que ser especialmente cuidadoso, luego hay actas, memorias, miles de fuentes primarias sobre el régimen, sobre la guerra y el Holocausto.
– ¿Qué es para usted una fuente fiable?
En principio ninguna o casi ninguna. Tengo que examinar críticamente cada una para determinar su valor como fuente y tratarla en consecuencia. Está bastante claro que los diarios de Goebbels sólo muestran su punto de vista, en la forma en que él quería aparecer en público y para la posteridad. Es por eso que me gusta trabajar con una perspectiva subjetiva en lugar de una representación directa. Hay una escena en la que Goebbels presenta a su amante al séquito de Hitler. Aquí creé un escenario en el que él se jacta ante ella, queriendo mostrar lo cercano que es al Führer y lo incompetentes que son los demás. De esta manera, hago visible la fuente y su perspectiva, y recuerdo que hay que tener cuidado: lo que se muestra es la visión de Goebbels. Este es solo un ejemplo claro. Pero esta pregunta se relaciona con toda mi obra artística, en la que busco formas de representar la realidad. No acepto la afirmación de que estoy representando la realidad, eso no es posible. De esa manera solo se puede mostrar un aspecto superficial. Quiero hacer una sugerencia sobre cómo funciona la realidad, el espectador debe ser consciente de esto y luego debo entregárselo para que lo examine críticamente. Las películas siempre pueden engañar, las imágenes pueden manipular.
– ¿El ministro de propaganda afronta abiertamente este hecho?
A eso me refiero. Especialmente en el caso de una película sobre el engaño con imágenes es muy importante transmitirlo. Por ejemplo, siempre dejo claro qué es ficción y qué es un documento fílmico histórico. A diferencia de otras películas, los noticieros no se presentan como realidad, sino como una puesta en escena. Nuestra película muestra cómo Goebbels influye en las masas, como en el discurso del Sportpalast. Mostramos las imágenes oficiales y las confrontamos con la realidad que hay detrás de ellas. El espectador siempre es consciente de lo que es ficción y lo que es documento histórico. Los nazis engañaron a los espectadores con sus imágenes dando a entender que representaban la realidad. Una película que pretende exponer estos procedimientos no puede utilizar los mismos. Esto implica revelar lo que de otro modo a menudo queda oculto. El espectador siempre tiene claro qué imágenes muestran a los verdaderos nazis y cuáles a nuestros actores, uno de ellos es el uso del color. Este conflicto no se oculta, nuestra película lo aborda abiertamente.
– ¿Ha huido premeditadamente de escenificar escenas escabrosas?
Recrear el Holocausto, eso no es una opción en nuestra película. Otras, por ejemplo El hijo de Saúl, del húngaro László Nemes, son muy explícitas en términos visuales… Cada película sigue un concepto diferente, para nuestra película la recreación de un sufrimiento tan inconcebible hubiera sido un error. Decidí combinar las escenas escenificadas con imágenes documentales del terror. ¡No es ficción! Esto es inusual y sé muy bien que a la industria cinematográfica también le hubiera gustado tener un héroe positivo. Esto es lo que me instaron antes de trabajar con Till Derenbach, quien entendió inmediatamente mi concepto. Pero eso hubiera sido simplemente un error. Mi investigación ha demostrado que no había ninguna contrafigura positiva alrededor de Goebbels. Así que habría tenido que inventar la contrafigura positiva. Y eso es precisamente lo que no me parece legítimo en relación con mi objetivo en esta película. Trabajo de otra manera.
– ¿Es la tan mencionada «fascinación por el mal» algo completamente ajeno a usted?
¡Absolutamente sí! Conozco el destino de demasiadas víctimas, demasiados traumas. Odio profundamente todo lo que encarnan los nazis. Lo que le hicieron a la gente, al mundo, a todos nosotros es inconcebible.
– Se ha apoyado usted en historiadores de los que ha valorado su rigor y compromiso, como Thomas Weber…
Todos los que participan en la película están personalmente comprometidos, eso es inquebrantable. Weber es muy importante para mí. Para ser bueno, hay que arriesgar algo y Thomas es la persona ideal con la que hablar; indispensable para mí. También el historiador Peter Longerich dio importantes sugerencias, ha escrito obras de referencia sobre Goebbels, Himmler y Hitler, y mi maestro como historiador es Eberhard Jäckel. Till Derenbach y Zeitsprung tuvieron el coraje de producir esta película, lo que implica riesgos considerables. No conozco a nadie más que hubiera sido capaz de hacer esto y que hubiera asumido y superado todas estas dificultades. Y mi dramaturga y montadora Sandra Maria Dujmovic es la más importante, es la mejor profesional que conozco y puedo imaginar. Sin ella no hubiera podido hacerlo y sin ella la película no hubiera existido.
– ¿Qué fue importante en la concepción y desarrollo de los tres personajes protagonistas: Magda y Joseph Goebbels y Hitler?
Antes de escribir ni una sola línea necesito entender a los personajes. No me resultó difícil con Goebbels, sus diarios proporcionan una visión profunda. Goebbels era un arribista despiadado, cínico y oportunista. En otras circunstancias podría haber servido a un régimen diferente. Magda Goebbels era una nazi ferviente, antes de eso una mujer de mundo. Estaba fascinada por la imagen del revolucionario Goebbels, pero aún más por Hitler, que también la encontraba muy atractiva. Ella era muy cercana a Hitler, independientemente de Goebbels. En la cima del Tercer Reich había una especie de tríada. Cuando Hitler exigió el fin del romance de Goebbels con Lida Baarova, Goebbels tuvo que darse cuenta de que no podía continuar con aquello y obedeció. A partir de entonces tuvo un matrimonio de conveniencia con su esposa. El asesinato de los niños, de sus cinco hijos, fue el último acto de propaganda de Goebbels, con el que quería mostrar a la posteridad su lealtad incondicional a su Führer. Para Magda, el suicidio también fue un acto en nombre de Hitler, pensaba que una vida sin él y sin el nacionalsocialismo no merecía la pena. Lo más difícil para mí fue comprender la figura de Hitler. En realidad, llegué a encontrar respuestas través de Goebbels. Goebbels tenía una madre estrictamente católica, escribe repetidamente que la admira, que ella cree mucho más de lo que él puede creer. Esto es exactamente lo que le fascinó de Hitler. A diferencia de Goebbels, Hitler creía en lo que decía. Sólo así pudo ordenar los mayores crímenes que se han cometido jamás y responder por ellos con convicción. Tenía dos objetivos: vivir en el este con la guerra mundial ganada y asesinar a los judíos. Creía en estos dos objetivos y trató de alcanzarlos por todos los medios posibles.
– ¿Fue difícil encontrar el tono para estos personajes principales?
Fue difícil antes de entenderlos. Estamos tratando con los más altos rangos de liderazgo, con personajes que uno cree conocer por su apariencia externa y su lenguaje. Además, estamos hablando de siete años completos, no sólo de una pequeña parte de su vida. Esto es un desafío. Traté de hacerlos comprensibles con citas reales de ellos mismos. Esto dio forma significativa al tono. Palabras como «acróbata emocional» o «cabeza plana sin sentido ni comprensión» provienen del propio Goebbels, mucho de lo que él o Hitler dicen son citas. En la camarilla de líderes, a menudo había un tono locuaz sobre trivialidades o rivalidades, y luego el contenido de la conversación de repente cambiaba, sin cambiar el tono, sobre el asesinato de millones de personas. Esta simultaneidad hace que todo sea aún más horrible.
– La superviviente del Holocausto Margot Friedländer enfatiza que habla sobre todo por y para los que están vivos. Para los jóvenes que aprenden y entienden. En ese sentido usted defiende la vigencia y actualidad de su película…
Absolutamente. Incluso estamos retrocediendo. Lamentablemente, esto es lo que hace que nuestra película sea tan actual. La guerra en Ucrania, la guerra en Gaza… cuando hablé por teléfono con uno de nuestros testigos oculares, estaba atrapado en Tel Aviv poco después de los actos terroristas de Hamás. En Alemania hay disturbios antisemitas. La película no podría ser más oportuna. Para mí, la experiencia más importante relacionada con esto fue la proyección en compañía de Sandra Dujmovic, una superviviente que vivió todo aquello. Después de la película, ella permaneció en silencio durante unos minutos, conmovida. Luego se levantó, nos felicitó y nos abrazó con fuerza, y dijo: «Esta película debió haberse hace veinte años. No estaríamos donde estamos hoy».
Y al término de la entrevista insiste el realizador en la necesidad de no bajar la guardia porque «a la luz de los acontecimientos recientes la película aborda una de las preguntas más importantes de la historia: ¿cómo pudieron los perpetradores cometer crímenes tan inimaginables con millones de víctimas inocentes y por qué la mayoría de los alemanes siguieron a Hitler en la guerra y el asesinato masivo? Como he comentado, el tema me ha preocupado mucho, ya que pertenece no sólo a nuestro pasado sino también a nuestro presente. Sobre todo en un momento en el que los populismos están en auge en todo el mundo, en el que los partidos de extrema derecha ocupan puestos de dirección en los gobiernos, en el que aumentan los actos de violencia antisemita y en el que se minimizan cada vez más los crímenes del Tercer Reich. Para mí, la cita de Primo Levi, superviviente de Auschwitz, con la que comienza y termina nuestra película es válida: ‘Ocurrió y, por tanto, puede volver a suceder’. Ese es el núcleo de lo que tenemos que decir».