Este año se recibieron 555 proyectos de 32 países, de los cuales 59 fueron seleccionados y están siendo representados este mes en Madrid. Los jóvenes creadores de Fringe tienen algo en común: tenacidad a la hora de abrir camino hacia nuevas formas de vivir la experiencia artística; ganas de apostar por lo arriesgado y caminar en el escenario con paso firme precisamente en el momento en el que el tablado económico no deja de temblar.
Cuatro de estos jóvenes creadores charlan con hoyesarte.com. Zoilo Carrillo (dramaturgia y dirección) y Pablo M. Bravo (ayudante de dirección) presentan la obra El estanque de los mártires; Arturo Sánchez Velasco (dramaturgia y dirección) nos invita a una obra-cabaret-fiesta con De las ficciones; por último, Alejandro Cano (creación y dirección) propone una “degustación de emociones” con Le buffet.
¿Fue una sorpresa ser seleccionados para Fringe?
Zoilo Carrillo y Pablo M. Bravo: En nuestro caso, poco o nada lo esperábamos. Nos planteamos que presentarnos a Fringe funcionaría como propulsor para darle forma al proyecto y desarrollarlo después en otras salas. Fue un sorpresón total.
Alejandro Cano: Nosotros ya habíamos participado el año pasado, y también en el ReFringe, en el Teatro Español. Que hayan confiado ya en ti te da cierta seguridad, pero siempre es una sorpresa que un proyecto tan arriesgado y tan poco habitual tenga cabida en el panorama teatral actual. Pero en realidad, si la tiene en algún sitio, es en Fringe, que busca precisamente eso, así que se juntan el hambre con las ganas de comer.
Arturo Sánchez Velasco: Nuestra idea llevaba desarrollándose y cambiando mucho tiempo; Fringe nos llegó como un caramelo. Aunque nos parecía difícil, al leer las bases de los requisitos de selección todo encajaba como un puzle: espacio itinerante, música en directo, una propuesta no convencional, arriesgada…
¿Qué tiene Fringe de especial y a qué nivel posibilita el encuentro e intercambio entre creadores?
AC: Cuando apareció Fringe, y sobre todo cuando se trasladadó del Conde Duque a Matadero, surgió un lugar en el que se multiplicaban las posibilidades. Es un espacio enorme, que organiza encuentros con programadores nacionales e internacionales, que ofrece oportunidades a gente jovencísima… No hay ni un espacio ni un equipo comparable.
ASV: Sí, además se nota que hacen lo posible por conectar a artistas jóvenes y por promover la creación dentro del propio festival, donde hay varios talleres, conferencias… Es una mezcla dinámica de exposición y creación. Además se apuesta por que en un futuro Fringe produzca espectáculos propios.
«El teatro necesita un nuevo público»
¿De dónde nacen sus proyectos?
ZC y PMB: El estanque de los mártires empezó siendo impulsado por Carmen Mayordomo, la actriz protagonista de la obra; ella tenía ganas de presentar algo, yo tenía una idea, los dos conocíamos a gente dispuesta a llevarlo a cabo. Hasta principios de mayo solo teníamos el proyecto; las semanas que siguieron te las puedes imaginar.
AC: Pues te cuento nuestro sistema, no muy ortodoxo: nuestro equipo tiene una “libreta de borrachos” en la que vamos apuntando ideas; este año no pensábamos presentarnos, pero en el último momento tiramos de la libreta y nos lanzamos con Le buffet. Teníamos las vigas maestras, pero faltaba diseñarlo todo.
ASV: De las ficciones surge del deseo de hacer cine; era para mí un medio de recaudar fondos para la realización de un cortometraje. Después, a ese acto embrionario, que tenía algo de fiesta, de obra y de cabaret, se le fueron sumando motivaciones, ideas y gente con ganas de hacer. Al final el corto quedó en segundo plano y lo que había empezado siendo una fiesta de recaudación se convirtió en el espectáculo que ahora tenemos.
¿Hasta qué punto se da el choque entre un público acostumbrado al teatro más convencional y las nuevas miradas y formas de hacer que se proponen en Fringe?
AC: El choque es inevitable, lo que es importante es saber controlarlo, encauzarlo para hacerlo incluyente y no excluyente; un espacio tan sugerente como Fringe encarna esa oportunidad, es el lugar idóneo para educar nuevas miradas.
ZC: Estoy de acuerdo. Que el público acostumbrado a lo más tradicional o simplemente poco aficionado al teatro se pasee por esos espacios es algo increíble, tanto si les fascina como si les aturde.
ASV: Sí, y es que tanto el público como los creadores se aburren cuando una de las partes está sentada, empolvándose en las butacas; hay una necesidad de invitación, de participación, que va muy en la línea de lo que sucede a nivel social. Un cambio de mentalidad, un empoderamiento. El público no necesita una nueva forma de teatro, sino al revés: el teatro necesita un nuevo público.
¿Se está generando entonces en un cambio de espectativas y de actitud por parte del público?
PMB: Yo trabajo en La Casa de la Portera de La Latina, y los espectadores cada vez preguntan más, por ejemplo, si va a haber cambio de sala durante el espectáculo, algo que les estimula, que les hace sentirse activos. Ahí está la experiencia teatral, para la que el texto es un puente. El público quiere dejar de ver al actor inalcanzable, a viente metros de distancia. Si me mira a mí, si me dirige esta parte del texto a mí, si me toca a mí, entonces es una experiencia irrepetible.
AC: Nuestro proyecto, Le buffet, necesita una interacción permanente con el espectador (de hecho, no le llamamos espectador, sino asistente), y esto se hace a través del soporte audiovisual. Lo que proponemos es que las personas que acuden se conviertan en actores, que se establezca un diálogo. Y te das cuenta de que, en el fondo, a todos nos gusta o nos estimula participar y exponernos así.
«Cuando la gente deja de tener dinero, empieza a inventar»
Parece que en vuestras propuestas el espacio tiene un papel protagonista.
ZC: Sí. Está esta ley de que el espacio tiene que ser un personaje más. Al final de El estanque de los mártires la casa se convierte en arboleda. Por eso utilizamos dos salas y una escenografía compleja. El espacio, claro, influye en el comportamiento de los personajes y en las formas en las que el público se reconoce.
ASV: En De las ficciones es también esencial. Es el limbo en el que flotan unos personajes perdidos en sus biografías; el público llega a él como si penetrase los espacios mentales de estos personajes.
AC: Nuestro espectáculo se da en un espacio reducido, personal: tiene un aforo de una única persona. Se disfruta (o se sufre) en soledad, aunque no en intimidad, porque tu imagen está siendo proyectada fuera, donde puede verla cualquiera que se pasee por allí.
Es admirable que en momentos de crisis se dé esta vitalidad y este arrojo en el terreno de las artes. ¿Será que el hambre aviva el ingenio?
AC: Claro, cuando la gente ha dejado de tener dinero ha empezado a inventar. Cuando no tienes dinero para montar en grandes salas, pues montas algo diferente en la peluquería de tu amigo o en el sótano de tu vecino, porque la necesidad de contar está ahí, y quien la tiene necesita sacarla adelante. Por eso hay mucho de grito en las propuestas.
PMB: Sí, precisamente ahora que la situación es tan difícil, Madrid está viviendo un momento de esfervescencia. Mira, por ejemplo, Claudio Tolcachir, que hizo Los Coleman en su casa para sus amigos porque nadie le cedía un espacio, y ahora está dando la vuelta al mundo con ese proyecto.
ASV: En España, en realidad, siempre ha habido carencias en cuanto a oportunidades de formación y a ayudas para gente joven en el mundo de las artes. La sacrosanta burocracia y la titulitis son la guillotina de iniciativas que parecen no tener cabida.
ZC: Por eso, también, hay que proponérselo con más ahínco. En Madrid están surgiendo cosas muy interesantes, hay un Off y hay que aprovecharlo. Hay que arriesgarse.