Graduada en la Universidad de Wesleyan y máster en Antropología y Economía de Desarrollo Internacional por la London School of Economics, Dosa es miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias de EE.UU. Como directora ha firmado los largometrajes premiados en diversos festivales, The Last Season y The Seer and the Unseen, y como productora es responsable de Audrie & Daisy, La democracia en peligro y Una verdad incómoda.
– ¿Cómo nació la idea de Fire of Love? ¿Conocía el trabajo de la pareja protagonista?
Llegué a Katia y a Maurice a través de las investigaciones que realicé para la última película que había dirigido, The Seer and the Unseen, un documental de realismo mágico sobre una mujer islandesa capaz de ver y hablar con los espíritus de la naturaleza. La película comienza con un mito sobre la creación de Islandia y el pacto que los colonos hicieron con esos espíritus para poder vivir allí. Imaginé que la película se abriese con deslumbrantes imágenes volcánicas de archivo y, una vez que empezamos a buscar el material, encontramos el camino que nos llevaría a la historia de los Krafft. A medida que descubría cosas sobre ellos me enganché por completo a la naturaleza de su relación. No era solo una relación entre Maurice y Katia; era casi un triángulo amoroso entre ellos dos y los volcanes. No hay Maurice y Katia sin volcanes. Eso me llevó a indagar sobre muchas otras cosas: la relación humana con la naturaleza y la capacidad de sentir de la naturaleza, la creación, la destrucción, el amor y el sentido de la vida.
– ¿Cómo logró acceder al archivo de los Krafft?
Los Krafft eran muy conocidos en su época, sobre todo en Francia, así que estaban muy bien documentados y habían creado su propia imagen pública, algo con lo que jugamos en la película. No fue muy difícil conseguir las imágenes tomadas por terceros porque existen en muchos archivos públicos europeos, a pesar de que había muy pocas grabaciones de los dos juntos. Sin embargo, el propio archivo de Katia y Maurice había cambiado de manos a lo largo de los años y nos llevó cierto tiempo localizarlo. Lo encontramos en Image’Est, una compañía con sede en Nancy. Bertrand, el hermano de Maurice, les había confiado el archivo y también nos autorizó a acceder a él. Tuve el placer de reunirme con Image’Est en Francia y comprendí que guardaban muy celosamente la riqueza de este material porque les importaba mucho la historia de Maurice y Katia.
Nuestra productora Ina [Fichman] desarrolló una muy buena relación con ellos y pudo negociar el acceso a todo el archivo. Una vez que cerramos el acuerdo se pusieron a trabajar y digitalizaron gran parte del material y empezaron a enviarnos lotes. Esto se produjo durante la pandemia, así que yo estaba encerrada en mi casa. Pero cuando me llegaba el material me sentía transportada a la Islandia de 1973 o a la Indonesia de 1979. Sentí que tenía que viajar a través de sus imágenes. Somos muy afortunados de haber podido montar toda una película gracias a ese material. La mayor parte del que acabamos utilizando no se había visto en casi treinta años y había sido digitalizado por primera vez. Aunque los archivos de Krafft se utilizaron en sus propias películas, así como en documentales científicos y educativos en los años 80 y 90, como Volcano Watchers y The Rhythm of the Earth, en realidad solo se habían difundido los dos minutos que figuran en Dentro del volcán, el documental de Werner Herzog.
– ¿Se ha planteado como los Krafft lograban acercar de ese modo las cámaras a los volcanes?
Es evidente que ambos tenían una capacidad y visión excepcionales para plasmar su trabajo, algo que queda patente, tanto física como emocionalmente, a lo largo de la película. Las imágenes provienen de cámaras de 16 milímetros y a menudo Katia también filmaba con una cámara fija. Tengo entendido que a Katia le resultaba más fácil acercarse con una cámara fija pero disponían de todo tipo de artilugios para proteger sus equipos. Una de nuestras tomas más icónicas es la de Katia justo al borde de un cráter donde estaba midiendo la temperatura, que era de 1.200 grados. Aislaban sus equipos con aluminio y asbesto; no tenían drones ni nada parecido así que intentaban ser lo más creativos posible para conseguir las tomas. Es cierto que hay historias de equipos derritiéndose pero también tenían algunos amigos y porteadores que les ayudaban a acarrearlos. Hay una historia sobre un viaje a Goma, en el Congo, en lo que entonces era el Zaire. Allí se presentó un pueblo entero que quería compartir la aventura con Katia y Maurice Krafft y los ayudaron a trasportar sus equipos.
– ¿Por qué decidió valerse, casi exclusivamente, de material de archivo?
Utilizar solo material de archivo planteó muchos desafíos, pero esos desafíos nos permitieron desarrollar algunas de las estéticas más lúdicas e interpretativas de la película. Me fascinó la idea de intentar escuchar la historia de personas que han fallecido, contada a través de lo que habían dejado atrás, no solo en lo material, sino las preguntas que han quedado abiertas. Me encantó el reto que conlleva escuchar a los protagonistas a través de sus propias palabras en lugar de imponer un juicio o realizar una retrospectiva. Es por eso por lo que elegimos no incluir ninguna nueva cabeza parlante. Si hubiéramos contado con gente comentando el pasado esa perspectiva se habría visto interrumpida. No obstante también realizamos varias entrevistas e investigamos mucho hablando con sus seres queridos, entre ellos el hermano de Maurice, Bertrand, y la cuñada Elisabeth y también colaboradores de los Krafft. Al hacerlo nos aseguramos de que nuestra historia fuera precisa. Hubo discrepancias interesantes en las diferentes historias que escuchamos. Al principio fue confuso, pero pronto comprendimos que parte del proceso no solo era una narración generacional sino la creación de un mito. Vemos a Katia y Maurice como figuras míticas. Sus historias, por supuesto, surgen de verdaderas experiencias vividas, así como de recuerdos e interpretaciones de sus vidas por parte de los que los conocieron y supieron de ellos.
– ¿Con qué dificultades se toparon a la hora de contar su historia?
En primer lugar, el material de 16 mm no tenía ningún sonido. Como uno de ellos siempre estaba detrás de la cámara hay muy pocas imágenes de Maurice y Katia interactuando entre ellos, por lo que tuvimos que imaginar cómo íbamos a contar su historia de amor. No hay imágenes de ellos besándose o tomados de la mano, pero eso nos llevó a pensar creativamente y ver cómo su verdadero amor compartido eran los volcanes; se amaban pero también trabajaron juntos para estar con su tercer amor. Una de las cosas con las que disfruté personalmente fue descubrir con Erin Casper y Jocelyne Chaput, mis dos fantásticas montadoras, la forma de crear imágenes de amor a partir de imágenes volcánicas. Hay algunas escenas realmente explosivas y hablan de la pasión. También hay una escena con cierto tinte erótico, sutil y juguetón. Y, por supuesto, hay escenas peligrosas y premonitorias que, en nuestra opinión, hablan de los riesgos que uno corre cuando se enamora. Los volcanes se convirtieron en nuestro lenguaje para contar una historia de amor y nos pareció que era más fiel a la historia de Katia y Maurice que si los viéramos besarse.
Otra dificultad estribó en que Maurice tenía muchas más grabaciones de audio que Katia. Esto se debe en parte al sexismo de la época y en parte a la forma en que los Krafft dividían su propio tiempo. Maurice eligió hacer más apariciones en los medios. Sin embargo, Katia fue autora de muchos de los libros de la pareja y solía escribir en primera persona. Decidimos tomar estos textos en primera persona y hacer que un actor los leyera para dar mayor profundidad a la perspectiva de Katia. Estos casos figuran en cursiva en nuestros subtítulos y están precedidos por nuestra narradora Miranda July que dice: «Katia escribió después…» para diferenciar esos momentos de las grabaciones reales de audio que ella realizó. Por último, el marco de una historia de amor fue un principio rector para nosotros. Por esa razón elaboramos con precisión nuestra narrativa en torno a la relación de Katia y Maurice, entre ellos y con los volcanes.
– ¿Cómo se involucró Miranda July en el proyecto?
Elaborar la narración fue en gran medida un trabajo de cuatro personas: yo misma, las montadoras Erin y Jocelyne, y Shane Boris, uno de nuestros productores. En cuanto empezamos a escribir nos dimos cuenta de que una voz inquisitiva y muy curiosa resultaría perfecta en lugar de un narrador omnisciente de «voz de Dios», que es cómo históricamente ha funcionado casi toda la narración en muchos documentales convencionales. Queríamos que nuestro narrador provocara, hiciera preguntas y hablara de los vacíos del archivo y se preguntara sobre los misterios de todo lo que nunca podremos saber. El tema de lo desconocido es muy importante en nuestra película. Intentamos establecer conexiones entre el misterio del amor, el misterio de los volcanes y los misterios del archivo. Para dar sentido a los materiales que han dejado atrás los que ya han fallecido.
Empezamos a escribir la narración antes de que Miranda se incorporara al proyecto. Me encanta el trabajo de Miranda desde que hace más de quince años vi Tú, yo y todos los demás, y he leído todo lo que ha escrito y visto todo lo que ha hecho. Nuestro productor ejecutivo, Greg Boustead, la mencionó, y todos estuvimos de acuerdo en incorporarla a la película. Nos pareció que, de alguna manera, habíamos estado escribiendo para ella sin siquiera darnos cuenta. Fue uno de esos momentos maravillosamente fortuitos. Ella es muy curiosa y aporta una profunda intimidad personal. Su voz y su interpretación de actriz y la brillante guionista que es encajan muy bien con el espíritu del narrador que siempre quisimos encontrar. Ha sabido transmitir con su voz una gran profundidad, riqueza, curiosidad y nostalgia durante todo el proceso de grabación, pero de una manera sutil. Su participación en la película ha sido un maravilloso regalo.
– ¿Figura en la película material original totalmente nuevo?
Sí. Hay algunas tomas en las que el director de fotografía, Pablo Álvarez-Mesa, filmó nuevas imágenes para incluirlas en el collage de la película. Por ejemplo, en la escena en la que Maurice y Katia se conocen. No teníamos imágenes de su primera cita. Contamos esta historia a través de las noticias de archivo de los años 60 en Estrasburgo, así como imágenes filmadas de tazas de café expreso con cada vez menos expreso en ellas para indicar el paso del tiempo. También hay varias tomas en la casa de Katia y Maurice que filmamos nosotros mismos ya que, curiosamente, a ellos no les interesaba filmar su vida doméstica, solo la de los volcanes.
– Ha comentado usted que le han servido de inspiración algunas películas de la Nouvelle Vague…
Así es. Para contar esta historia fundamentalmente francesa nos inspiramos viendo muchas películas de la Nouvelle Vague, ya que conformaban el telón de fondo cultural de Katia y Maurice y se reflejan en su trabajo. Desde el punto de vista cinematográfico, en las imágenes de Maurice y Katia había zooms maravillosamente divertidos que están muy estilizados y que se aprecian en muchas películas francesas de la época. Escribían con un estilo rico y divertido que recuerda el estilo de Truffaut. Además, las películas francesas de la Nouvelle Vague nos ayudaron a comprender dos temas clave: la del triángulo amoroso y la del existencialismo. La narración de Sans Soleil sigue siendo una de las cosas más hermosas que he escuchado en mi vida. El tono de nuestra narradora es muy diferente, pero muchos de los temas sobre el tiempo, el espacio, el significado, la nostalgia y las relaciones que provienen de la narradora estaban en nuestras mentes, corazones y oídos.
– ¿Se ha planteado cómo encajan los Krafft en el actual panorama científico y vulcanológico?
Se veían a sí mismos como vulcanólogos de campo. Había muy pocos vulcanólogos que viajaban para ver volcanes activos. Ellos se atrevieron a acercarse más que cualquier otro así que pudieron extraer muestras que nadie había visto nunca. Los datos químicos, geológicos y sus notas y filmaciones fueron una mina de oro para los científicos que estaban deseando dar sentido a los misterios de los volcanes. Ellos también publicaron, pero eran conocidos como científicos que podían extraer toda esa riqueza de observación y todos esos materiales para estudiarlos.
También fueron controvertidos en muchos sentidos. Como por su continuo traspasar las zonas de seguridad. Algunos pensaban que era asombroso lo que hacían en nombre de la ciencia, y otros decían que estaban sentando precedentes peligrosos. En la película, Katia dice que sus compañeros los ven como “bichos raros”. Pero eso les gustaba. Creo que a medida que avanzaban en su labor empezaron a verse a sí mismos más como cineastas y fotógrafos, aunque todo lo hacían en nombre de la investigación científica. A día de hoy, la gente sigue viéndolos como pioneros en el campo de la vulcanología. Algunos siguen criticándolos por su atrevimiento, porque como he dicho a menudo desafiaban las normas de seguridad establecidas por las autoridades. Pero el trabajo que hicieron ellos ya no se realiza desde hace mucho tiempo, en parte debido a la tecnología de los drones y dispositivos de detección remota. Ellos ocupan una franja de tiempo realmente interesante entre «nunca se había hecho antes» y «nunca se volverá a hacer”.
– Y también eran muy conscientes de su labor divulgativa…
Creo que querían que el público viera sus montajes. Tenían una gran base de fans, realizaron giras de conferencias por todo el mundo así que no solo se dirigían a la comunidad científica, que era su audiencia natural. Pero hay muchas imágenes que no creo que estuvieran destinadas al público: momentos de belleza que no tienen nada que ver con los volcanes, pequeños retazos de la vida, jugando entre ellos, probando cosas. Para mí es una prueba de su manera de ver el mundo aunque esas imágenes no acabaran en ninguna de sus películas. Hay momentos maravillosos de Katia mirando al sol. Me dan pistas sobre lo que les gustaba y son ese tipo de descubrimientos los que aportaron mucha vida a la película. Cada vez que se grababan a sí mismos yo tenía la sensación de que estaban dejando su imagen a la inmortalidad porque cualquier momento podía ser el último, y ellos lo sabían. Me pareció que estaban escribiendo su propio mito, algo que trascendía el tiempo.
– ¿Con qué mensaje le gustaría que se quedase el espectador?
Acercarse a lo que amas te ayuda a comprenderlo mejor. Así se vive una vida con sentido y, en última instancia, la muerte también tiene sentido. Katia y Maurice lo demuestran tanto en sus vidas como en sus muertes y, por lo tanto, ese es el mensaje clave que espero que nuestras audiencias se lleven a casa. No es una película sobre el clima, pero espero que la gente vea en ella una historia sobre la capacidad de sentir de la naturaleza y su poder y se enamoren de nuestro planeta como lo hicieron ellos. Creo que vivimos una crisis planetaria de tal magnitud que espero que la gente encuentre una manera de relacionarse con el mundo natural para respetar y tener empatía con la Tierra, que sufre un ataque de enormes proporciones. Creo que, a pesar de que murieron hace treinta años, su historia sigue estando de actualidad con algunos de esos temas.
También espero que ayude a que surjan debates sobre los volcanes y las relaciones ecológicas que van mucho más allá de los 93 minutos de nuestra película. Aunque esta historia refleja las perspectivas de Katia y Maurice, existe, por supuesto, un vasto universo de personas que viven en relación con los volcanes. Como parte del estreno nos gustaría poner en marcha una gira educativa y de conferencias que invite a conversar con científicos, ecologistas y expertos indígenas que también poseen un conocimiento cultural profundo y generacional que surge de las experiencias vividas en paisajes volcánicos. En cualquier caso sigo fascinada con la forma en que los seres humanos siguen encontrando sentido a las relaciones con la naturaleza. Es tan alucinante, variado, diverso y potente… y yo soy tan curiosa que creo que siempre habrá algo que explorar. En relación con Fire of Love, mucha gente cree que la ciencia y el mito son cosas opuestas,pero me gusta la idea de que son solo medios diferentes para contar historias sobre el planeta.