La interpretación de los Opus 51 que hacen Aitor Hevia (violín primero), Cibrán Sierra (violín segundo), Josep Puchades (viola) y Helena Poggio (violonchelo) es dinámica, activa, con un profundo conocimiento del lenguaje, de la estructura, de la forma sonata, de su instrumento y del placer de tocar en cuarteto. El álbum supone así la cumbre de una carrera que iniciaron con la publicación de un primer disco dedicado a Haydn y de un segundo, Revolutions, dedicado a Schoenberg, Berg y Webern. Están en la cima. Sin duda se han ganado por derecho propio la conquista.
El próximo mes de noviembre un nuevo disco, Quintetos para piano y cuerdas de Turina y Granados, grabado con el también internacional Javier Perianes, verá la luz editado por el sello Harmonia Mundi. También por esas fechas marcarán un nuevo hito en su carrera al tocar en el Lincoln Center de Nueva York después de una gira por Estados Unidos. Lo dicho. La subida ha sido dura. Ellos mismos recuerdan los inicios en los que ensayaban sin descanso siete días a la semana. Reivindican en estas líneas la música de cámara, pero sin duda, la mejor manera de encontrarse con ella es con la escucha de su último trabajo. Estamos ante un disco creado gracias a un armazón solidísimo de conocimiento personal, colectico y musical. Eso es, señores, también la música de cámara.
¿Por qué Brahms? Justo supone retomar un repertorio anterior a vuestro disco dedicado a Schoenberg, Berg y Webern.
Helena: Hay una conexión entre nuestro anterior disco, Revolutions, dedicado a la segunda escuela de Viena, y éste. La explicación de cómo se llega un poco a ella se encuentra en Brahms. De hecho, todo lo que hizo Schoenberg no podía haber existido sin Brahms. Es un escalafón que nos faltaba, ya que también conecta muy bien con Haydn y la primera escuela de Viena, nuestro primer CD, y por eso están los tres relacionados.
Brahms tenía en su posesión los manuscritos del Opus 20 de Haydn. Schoenberg era un defensor de Brahms cuando todos le acusaban de ser conservador, académico y de no hacer nada rompedor, cuando en realidad sí que lo estaba haciendo con su ‘Variación desarrollada’, que es ahí donde empieza el primer Schoenberg, aunque luego ya toma un camino diferente.
Sin Brahms no sabemos qué habría pasado con la música de cámara. No digo que estuviera en peligro de extinción, pero hubo un momento crítico después de Beethoven en el que nadie se atrevía a hacer cuartetos. Sin Brahms no murió la tradición, ya que él la recuperó en la etapa media de Beethoven y siguió progresando porque todavía había mucho que hacer con las formas clásicas.
«Hemos querido presentar a Brahms como nada pesado, aburrido ni difícil de escuchar»
¿Fue injustamente tratado por la crítica en ese momento?
Cibrán: No lo sé. Era el momento en que le tocó vivir. Lo que sí es de justicia es ofrecer una visión de Brahms diferente de la que se ha venido ofreciendo hasta ahora y que se ajusta a ese cliché de un personaje académico y conservador.
Me parece que es justo aportar una visión diferente de Brahms y eso es lo que hemos tratado en este disco. Hemos intentado presentarle como un deudor de esa tradición del clasicismo que venía desde Haydn, pasando por Beethoven, hasta su propio trabajo, pero también como el necesario puente para la nueva activación de un lenguaje musical que no habría sucedido sin él.
También hemos querido presentar su música como nada pesada, aburrida ni difícil de escuchar. Es de una inteligencia, cuando empiezas a analizarla, como la de muy pocos autores, como Bartók o Mozart. ¿Cómo es posible que con tres notas (fa-la-mi) construya un armazón tan gigante, ya que en casi todos los compases están esas notas presentes? Nada es fruto del azar sino de un verdadero trabajo de evolución.
Además es injusto olvidarse de que Brahms, como todos, era un contador de historias, porque la música al fin y al cabo es un ejercicio de retórica. Por eso hay una cosa sencilla, si tú comprendes bien el lenguaje y lo administras con convicción puedes presentarlo de una manera que se comprenda y que se pueda disfrutar sin que sea necesariamente un ladrillo, que es lo que muchas veces se ha hecho con Brahms, ya que es muy habitual escuchar esas interpretaciones de Brahms pesadas, densísimas, que a nuestro juicio no hacen justicia, con las herramientas que tenemos hoy en día, a su escritura musical.
Así, lo que entendemos que era justo hoy en día era proponer una lectura y aproximación diferente que partiera del extraordinario valor del texto musical y de su contextualización dentro del devenir de la historia musical europea.
El Cuarteto ha conseguido que se le reconozca en este disco, ¿cómo habéis llegado a tener esa visión conjunta de estas obras?
Josep: Es el resultado de muchos años de trabajo y de maduración. Es el resultado de trabajarlos, de ponerlos en barrica, de retomarlos y hacer una relectura y que como el buen vino vaya cogiendo su cuerpo. Sobre todo es el resultado de ponernos detrás de lo que es la música, de no poner al Cuarteto Quiroga antes de Brahms ni muchísimo menos.
«Interpretar a Brahms es de los retos camerísticos más grandes que hay»
¿Qué es lo más difícil a la hora de abordar estos cuartetos?
Aitor: Uno de las principales problemas de esta música son las dificultades técnicas que ofrece. Son cuartetos que no se suelen ver programados en salas de música, y eso hace pensar que son difíciles para nosotros y para todos los cuartetos que hay.
Más que estas dificultades está la complejidad intelectual y la escritura, ya que es complicado darle una lectura no demasiado abigarrada o pesada, y sí la transparencia que creemos que tiene porque bebe de los clásicos de la primera escuela de Viena.
Como decía un amigo, “para enfrentarte a Brahms tienes que ser un animal muy grande” porque es de los retos camerísticos más grandes que hay. Desde luego, dentro del cuarteto de cuerda está entre las cimas más altas.
Entonces interpretarlos es un reto como un reto fue escribirlos…
Aitor: Como dices, estos cuartetos también fueron un reto para él por muchas circunstancias. Una de ellas por su exigencia personal, ya que llegó a hacer decenas de bocetos y su composición al final le llevó 20 años. Además era un momento en el que nadie quería componer para cuarteto de cuerda y él decidió ser valiente.
¿Por qué nadie quería componer para cuerda y qué supusieron estos cuartetos?
Helena: Brahms fue extremadamente valiente. Nadie se atrevía a hacer un cuarteto de cuerda. ¿Cómo hacerlo? ¿Como los últimos de Beethoven? ¿Como los anteriores? Brahms no encontraba el valor por dos motivos: porque era un hombre muy exigente consigo mismo, y por el peso de la figura de Beethoven tan enorme. Fueron 20 años y veintitantos borradores. Le pasó lo mismo con la sinfonía. Ambos géneros son paradigmáticos del clasicismo y de esta primera escuela. Ambos representan la forma sonata, la estructura primordial, y esto requiere de un buen saber hacer. No puedes hacerlo sin estar muy expuesto.
Por otro lado, una nueva corriente empezaba en Alemania con Liszt y Wagner y mucha gente pensaba que ese era el nuevo camino y que era un poco un error no seguirlo y quedarse anclado, cuando en realidad no había nada bueno ni malo.
Brahms fue valiente porque estaba un poco más solo y el título del disco tiene que ver un poco con eso, con cómo creemos que debió de sentirse. Se murió Schumann, tenía a al violinista Joseph Joachim, pero no era compositor, ni tampoco Clara Schumann con la que tuvo una relación. Por eso el único compositor que se quedó en defensa de todo eso fue él hasta el final de sus días.
«Los músicos no debemos olvidar que la música es un ejercicio de retórica»
Si lo comparamos formalmente con Beethoven…
Helena: Pienso que se puede equiparar al período medio de Beethoven en cuanto a estructura y a densidad, aunque sus cuartetos son más largos. Son muy densos en el sentido sinfónico, ya que tienen muchísimas dobles cuerdas, incluso más que en algunos de Razumovsky. En sentido arquitectónico es impresionante lo que llega a hacer y lo bien compuesto que está. Entiendes que estuvo 20 años elaborándolos. No hay una nota que esté ahí por casualidad.
No es música sensiblera, siempre es de una nobleza y de una profundidad sobrecogedora. Creo que esa es la fuerza que tiene: su convencimiento, su concepción estética, que era algo profundo de su persona y no solamente una pose. Era lo que él quería y por eso lo defendió hasta el final.
Estructuras y notas cuidadas… ¿Todo va tan al detalle?
Cibrán: Sí, Brahms es así. No solamente los cuartetos. La cuarta sinfonía es una tercera, la inviertes y tienes una sexta. Con un solo intervalo construye una sinfonía. Con tres notas es capaz de construir un cuarteto. Con un arpegio ascendente y su ruptura, que es la séptima descendente, construye el primer cuarteto. Está en todos los movimientos en realidad.
Brahms era, de los compositores de la tradición europea, uno de los más espectaculares de todos. En el sentido arquitectónico y de construcción creo que es mucho más espectacular que Beethoven, más que nada porque empiezas a analizar esa sensación de que todo tiene que estar relacionado.
Luego, lo fascinante, y lo que es nuestra responsabilidad como intérpretes, es que su voluntad no era apabullar al personal con ese nivel de inteligencia compositiva. Su voluntad era transmitir algo. Lo que pasa es que, como quien escribe una novela, al final lo que interesa es la historia que te están contando. En ese sentido, los intérpretes muchas veces se quedan en esa complejidad, en lo farragosas y complicadas que son. Eso es un error porque una vez más no debemos olvidarnos que somos contadores de historias, no debemos olvidarnos que la música es un ejercicio de retórica.
«A nadie le importa si lo que tocamos es fácil o es difícil»
¿Cómo lograr ir más allá, entonces?
Cibrán: Es una música muy difícil técnicamente, pero a nadie le importa si es fácil o es difícil. Nosotros tenemos que tocar cosas muy difíciles pero al público eso le da igual. El público viene a disfrutar, aunque como todo en la vida puede ser una emoción positiva, negativa, puede suponer agitar conciencias o despertar sentimientos no siempre agradables. Al fin y al cabo se trata de emocionar, de moverte en el término más estricto del lugar en el cual te encontrabas. Para eso tienes que utilizar tus recursos técnicos, pero no convertirlos en protagonistas, conocer el lenguaje en profundidad, pero no hacer de eso una barrera, conocer el contexto histórico… De hecho creo que no podríamos tocar Brahms de la manera en la que lo tocamos si no hubiéramos hecho un trabajo previo con el clasicismo y con la segunda escuela de Viena.
¿En qué adjetivos se mueven esos cuartetos de Brahms? ¿Qué pasa por cada uno de ustedes cuando los interpretan?
Josep: Intensidad, dramatismo, mucho lirismo…
Helena: Profundidad en mi caso. Cada vez que lo tocamos me doy cuenta de más detalles, aparte de los puramente de la partitura, de cosas que siento al darme cuenta de una voz de la que hasta ahora no había percibido. No se acaban las capas, de la profundidad que tiene Brahms.
Cibrán: Fascinación. Justo por eso también.
Aitor: Yo siento mucha nostalgia. Soledad también en mucho momentos.
«La música de cámara siempre ha sido un género minoritario»
¿El Cuarteto se ha apropiado de este lema de Brahms?
Helena: Sí. La música de cámara siempre ha sido un género minoritario en el sentido de que no mueve a tanta gente, no es un espectáculo brutal como la ópera. Es de un público que lo ama pero no sabemos por qué es más reducido. Siempre estamos luchando, intentado reivindicarla porque es la esencia de la música y no entendemos por qué los programadores no cuentan más con ella, ya que es mucho más sostenible, tiene mucho más sentido y llega a muchísimas más partes.
Sentimos que hacemos esto un poco por amor al arte y es un camino muy duro. También el camino de entender a Brahms y su música. También el camino del cuarteto, que es como una montaña a la que nunca llegamos a la cima. Estamos subiendo.
Habéis grabado también un disco con Harmonia Mundi con Javier Perianes, que saldrá en noviembre… ¿cómo ha sido?
Helena: Ha sido algo natural. De un momento a otro iba a pasar y ha pasado. Tenemos una relación desde hace muchos años extraordinaria, en el sentido de que es tan difícil de encontrar, tan fuera de lo ordinario a todos los niveles: musical, personal, profesional… Que queremos hacerla crecer a todos los niveles. Eso es un tesoro que queremos cuidar y hacerlo crecer porque es una relación que nos enriquece muchísimo. Aprendemos tanto de estar con Javier, tocar con Javier, hablar con Javier… Es una simbiosis de creatividad. Lo pasamos, además, estupendamente. Ya habíamos tocado juntos hace años.
En este caso está conformado por obras españolas…
Cibrán: La idea era grabar algo juntos y grabar algo que contribuyera al catálogo de Harmonia Mundi y al catálogo discográfico en general. Escogimos estas obras porque cumplían todos estos requisitos: música española, componentes españoles, dos quintetos de piano extraordinarios, de grandísimo valor, que es un hecho de justicia histórica reivindicarlos y al mismo tiempo están muy poco grabados.
«Todo lo que hacemos es el resultado de muchísimo debate. Eso le da profundidad»
Sois de retos. Los conciertos con la integral de Kurtág, el disco anterior, ahora Brahms, ¿qué es lo siguiente?
Josep: Tenemos muchos proyectos en la cabeza. En noviembre nos vamos de gira por Estados Unidos y acabamos en el Lincoln Center de Nueva York. Es nuestro debut. Eso va a ser el ‘highlight’ del año y tenemos muchas ganas. También estaremos en Ginebra, Múnich, París… Llevaremos Brahms y también un poco de Revolutions, de Schoenberg, Webern y también Haydn. Hacemos el camino entero. ¡Ah! Y algo español para poner el sello.
Cibrán: En cuanto a grabaciones tenemos un par de proyectos en la cartera interesantes pero que todavía no sabemos muy bien el orden en el que lo vamos a hacer.
Aitor: No tenemos prisa tampoco
¿Todo se decide por consenso?
Cibrán: Nuestro cuarteto es un cuarteto muy democrático. Todo lo discutimos. Eso hace que el proceso de toma de decisiones siempre, desde las cosas más pequeñas hasta las más complejas, sea de mucho debate. Todo es muy lento. La interpretación es muy lenta, la toma de decisiones es lenta, hay que hacer un verdadero ejercicio de consenso colectivo y eso hace que no nos movamos con tanta presteza como los solistas o las orquestas, que van marcados por un calendario muy fijo.
Para nosotros ésta es una seña de identidad del cuarteto de cuerda como género y la practicamos porque es la única manera de hacer cuarteto de cuerda como lo concibió gente como Brahms. Por ejemplo, nosotros no podemos montar estos cuartetos en dos semanas y grabar. Tiene que ser un proceso de años y de escudriñar en ellos. Todo el proceso que hacemos es el resultado de muchísimo debate. Creemos que eso le da profundidad y otra dimensión.
No tenemos prisa. Queremos que todo quede bien. Preferimos un producto independiente en el que, como la obra de Brahms, todo tenga sentido (la música, el texto que va dentro y las fotos) en vez de un producto rápido, fulminante. Es nuestra manera de ser y no queremos renunciar a ella.