Reflexivo y directo, al referirse a Girl, el realizador recuerda: «Después de Cannes estuve de gira con la película durante unos dieciocho meses. La proyectamos por todas partes: en Toronto, Tokio… y en muchísimas otras ciudades. Además, la película fue seleccionada como candidata belga al Óscar, así que pasé mucho tiempo en Estados Unidos. Como primera experiencia fue muy emocionante, pero también abrumadora. Debí pasar por todos los altibajos emocionales durante ese período. Cuando llegó el momento de pasar a otra cosa tuve que olvidarme de la película, dejarla en el pasado, como una parte de mí. Cuando finalmente volví a casa y me senté frente a una página en blanco fue todo un shock. Tenía que pensar en un tema del que pudiera hablar con la misma pasión y, en cierto modo, retomar lo que había empezado con Girl. Descubrí el cine a través de mi madre y no tardé en darme cuenta de que quería hacer películas íntimas y personales. Quería intentar explorar cosas que me inquietaban en mi infancia y adolescencia. En Girl mi intención era hablar de la identidad y de la dificultad de ser uno mismo en una sociedad apuntalada por las normas sociales, las etiquetas, los encasillamientos. Era también una película física, que se centraba en una lucha externa e interna, y quería seguir explorando el tema de la identidad y el conflicto que surge en función de cómo te perciben los demás.
– A partir de esa experiencia, ¿cómo surgió la idea de contar la historia de amistad que encierra Close?
Exploré varias ideas, pero estaba un poco perdido. Entonces, un día, fui de visita a mi antigua escuela primaria, en el pueblo donde crecí. Me vinieron a la cabeza los recuerdos de la escuela de aquella época, en la que era muy difícil ser yo mismo, sin filtros. Los chicos se comportaban de una manera, las chicas de otra, y yo siempre sentía que no pertenecía a ningún grupo. Empecé a ponerme nervioso con las amistades que tenía, especialmente con los chicos, porque había muchas burlas. Tener una relación estrecha con otro chico solo parecía confirmar las suposiciones que los demás tenían sobre mi identidad sexual.
Una de mis antiguas profesoras, que ahora es la directora, rompió a llorar al verme regresar allí. La reunión del colegio fue especialmente emotiva y los recuerdos de los que hablamos no fueron todos felices. Aún hoy sigo asimilando los dolorosos años de la escuela primaria y secundaria, sin querer parecer demasiado dramático. Así que intenté escribir estos sentimientos y expresar algo sobre ese mundo desde mi propia perspectiva. Puse algunas palabras en el papel: amistad, intimidad, miedo, masculinidad… y de ahí surgió Close. El guion empezó a tomar forma tras las conversaciones con Angelo Tijssens, también mi compañero de escritura en Girl.
– ¿Desde el principio concibió el filme con el tono dramático que transmite?
No, eso vino después. Sin embargo, mi intención era hacer una película que rindiera homenaje a los amigos con los que había perdido el contacto por mi propia culpa, porque mantuve la distancia y me sentí como si los hubiera traicionado. Fue una época confusa. Además quería hablar de la pérdida de un ser querido y de la importancia del tiempo que pasamos con los que amamos. La historia se basa esencialmente en la ruptura de una relación íntima y el consiguiente sentimiento de responsabilidad y culpa. En algunos aspectos es el inicio del viaje hacia la adolescencia. Quería hablar de esa pesada carga que llevamos cuando nos sentimos responsables de algo pero no somos capaces de hablar de ello. Léo, el protagonista, se enfrenta a este sentimiento provocado por la pérdida de una amistad muy cercana que define su identidad; quería mostrar en pantalla qué es lo que le rompe el corazón.
– ¿Cómo ha trabajado los personajes de Léo y Rémi, los dos chicos que protagonizan Close?
Siento que en cierto modo soy tanto Léo como Rémi. Hay una parte de mí en cada personaje. En primer lugar determinamos la edad de los actores, un momento muy preciso entre la infancia y la adolescencia: el comienzo de la escuela secundaria, el inicio de las preguntas sobre la sexualidad, los cambios físicos, la relación de uno con el mundo y cómo evolucionan estas cosas. El libro Deep Secret’s, de la psicóloga Niobe Way, en el que estudia a cien chicos de entre 13 y 18 años, fue una gran fuente de inspiración para mí. A los 13 años, los chicos hablan de sus amigos como si fueran las personas que más quieren en el mundo, en las que pueden volcar su corazón y abrirse. La autora describe cómo cada año se reunía con cada uno de los chicos y observaba cómo, con el paso del tiempo, los chicos se esforzaban cada vez más por plantear la noción de intimidad con sus amigos varones. Este libro me ayudó a comprender que no era el único joven gay que creció luchando con el aspecto íntimo de la amistad. En cuanto al personaje principal, Léo, quería que tuviera miedo de que los demás percibieran su amistad como algo sexual. Su amigo Rémi se enfrenta a los mismos juicios, pero no le importa y no hace nada para cambiar su comportamiento. Léo es muy importante para él, le quiere profundamente y no entiende su cambio de actitud. Hay algo de mí en ambos personajes, aunque la forma en que tiendo a ver las cosas es más pronunciada en Léo. Rémi, en cambio, representa a las personas que intentan ser fieles a sí mismas.
– ¿El cuerpo y el movimiento son fundamentales en su trabajo?
Sí, creo que sí. Me di cuenta durante mis estudios de cine. Mientras todos los demás estudiantes hacían prácticas en producciones cinematográficas, yo hacía prácticas con coreógrafos. Si soy sincero, no quería ser director, mi ambición era ser bailarín. Abandoné ese sueño a los 13 años porque me daba vergüenza. Cuando bailaba, me sentía juzgado y no tenía la fuerza necesaria para que no me importara lo que pensaran los demás. Sin embargo, cuando bailaba conseguía expresarme, ser realmente yo mismo. Toda esa experiencia me dejó una herida casi física, pero a pesar de todo eso siempre he permanecido cerca de coreógrafos y bailarines. Escribir me dio otra forma de canalizar este deseo. Me di cuenta de que me resulta más difícil expresarme a través de las palabras que del movimiento y la danza. Me interesan tanto los movimientos de mis personajes como los míos propios. Ésta es sólo mi segunda película, así que me cuestiono más, y creo que mis películas incorporan el movimiento como mi medio de comunicación. Cuando escribo, las palabras suelen traducirse en intenciones corporales. Para mí el movimiento está siempre presente en el inicio de mi escritura.
– ¿Fue complicado encontrar a los dos jóvenes y brillantes actores protagonistas?
Llamémosle destino o suerte, pero poco después de escribir la primera escena de la película conocí a Eden Dambrine (que interpreta a Léo) en el tren que iba de Amberes a Gante. Estaba charlando con sus compañeros y me di cuenta de que tenía algo increíble, una gran capacidad de expresión. Hablé con él y le invité a hacer una prueba para el papel. Me reconoció porque fue a la misma escuela de danza que Victor Polster (que protagonizó Girl). Durante el proceso de casting conocimos a muchos chicos. Seleccionamos a cuarenta y los hicimos actuar por parejas. Había algunas combinaciones increíbles, pero cuando vimos a Eden y a Gustave De Waele (que interpreta a Rémi) actuar uno frente al otro supimos que tenían una conexión especial. Consiguieron sumergirse en la emoción de las escenas, pero luego salieron rápidamente de ella. Eran infantiles y, sin embargo, abordaban sus papeles con madurez. Fue una pareja fantástica.
– Repite con muchos de los profesionales con los que trabajo en Girl…
Así es. El mismo coguionista, director de Fotografía, montador, compositor de la partitura, ingeniero de sonido… Para mí era muy importante, casi una obviedad. Estoy orgulloso de lo que conseguimos con Girl, que también es una especie de documental sobre nuestro grupo, sobre todos nosotros. Me sentí menos seguro al hacer esta segunda película. La primera vez no sabía nada de la industria del cine; nunca había conocido a un periodista ni había mostrado una película a un público, así que apenas había presión. Alguien me explicó una vez muy bien esta sensación: cuando te lanzas en paracaídas por primera vez saltas porque no tienes ni idea de lo que te espera. La segunda vez tienes mucho más miedo porque sí lo sabes. Por eso era muy importante para mí estar rodeado de mi “familia cinematográfica” para esta segunda película, con un equipo en el que podía confiar, gente que es mi amiga en la vida y que me permite cometer errores. Estos lazos alimentan nuestra colaboración.
– ¿A través del título, Close, busca comunicar al tiempo intimidad y encierro?
Close, es una palabra que aparece con frecuencia en el libro Deep Secrets: amistad íntima. Es una palabra inevitable para describir la relación íntima entre estos dos chicos. Es esta intimidad escudriñada la que cataliza los acontecimientos de la película. Cuando perdemos a alguien intentamos buscar la intimidad con la persona que se ha ido. Nos vemos abocados a una especie de lucha filosófica. La palabra evoca con la misma facilidad la noción de estar confinado, de llevar una máscara, la incapacidad de ser uno mismo. La primera propuesta para el título de la película, We Two Boys Together Clinging, es el título de un cuadro de David Hockney inspirado en un poema de Walt Whitman que representa la hermandad entre dos hombres. Pero Close es una palabra especialmente expresiva para el deseo de aferrarse con fuerza a alguien. Con esa nos quedamos.