Bayo es sensible, elegante, y está a unos niveles de madurez y emotividad únicos, fruto de un inmenso trabajo y del poso de más de 25 años de carrera. Muchos la han considerado ya “la mejor Susanna de las últimas décadas”, el famoso personaje de Las Bodas de Figaro. En el año 2009 recibió el Premio Nacional de Música, ha pisado los escenarios de los principales teatros del mundo como la Scala de Milán, el Staatsoper de Berlín, La Monnaie de Bruselas, el Covent Garden de Londres o el Metropolitan de New York. Hoy sigue destacando como pocas por su gran versatilidad.
En las distancias cortas, Bayo es una mujer sencilla. La diva ha bajado del escenario y se ha convertido en una mujer de carne y hueso, reflexiva y asentada en unos profundos valores. Es consciente de ello. También de los colores hipersensibles que la música ha dejado en su alma y que iluminan su mirada. A pesar de todo afirma vivir un momento artístico duro.
¿En qué momento se encuentra?
Es un momento complicado para mí porque tengo una carrera de 25 años a mi espalda, y es complicado seguir ahí, en esa exigencia que he tenido de buscar otros caminos con otros roles, con otros personajes… En nuestro mundo te encasillan mucho en ciertos papeles que tú has hecho, con los que has tenido mucho éxito, y entonces te dejan un poco fuera, no viendo tu evolución. Todos evolucionamos de una forma, y la voz, lógicamente, también. Es un momento complicado porque quieres imponer una serie de cosas y cuesta. Cuesta que te crean, que te cojan.
Ha pasado el medio siglo de vida… ¿una edad clave para una cantante?
Hay muy pocas artistas que tengan una trayectoria como la mía, que tengan los años que tengo sobre el escenario y que sigan cantando. Pasan muchas, pero pasan rápido. Hay muy pocas artistas que lleguen.
Hoy en día, un poco por las exigencias del mundo en el que nos envolvemos, todo tiene que ir rápido y se busca la juventud y no la madurez, tan importante en el arte. El arte no es como otras profesiones, el arte es un poso que vas adquiriendo, una sabiduría. Si tú mantienes tu voz, tu estatus, puedes aportar tantísimo… Lo que pasa es que en la sociedad en la que nos encontramos eso no importa mucho. Te das cuenta de que hay gente que ha pasado los 50 y que ya no la quieren. Sin embargo, pienso que pueden decir muchísimo. Quizás si tuviésemos unos pilares mucho más concretos… Creo que hemos perdido en gran parte los valores.
El arte tiene una evolución diferente a la de otras profesiones. Hoy en día a partir de los 50 olvidan. La gente habla mucho del empleo juvenil, todo el mundo se tiene que marchar de España y todo esto, pero no hablan demasiado de la generación de los 50, de los que hemos aportado muchas cosas y que podemos aportar todavía muchas más. Creo que estamos en un momento en el que todo aquello que nos enseñaron: hacer bien las cosas, ser honestos contigo mismo y con el trabajo… Todo eso se ha perdido. Nos dijeron: el saber no ocupa lugar, prepárate bien, y de pronto, llegas a unos años y te dicen: no, ya te no queremos. Es complicado.
[1]¿Qué es lo que se busca hoy?
Hoy en día la voz, a veces, es lo que menos importa. El problema de la ópera para mí también viene desde el punto escénico. Yo soy una persona muy abierta, he hecho escenas muy contemporáneas, muy transgresoras, muy complicadas… Me gusta hacerlo, siempre y cuando haya algo que decir de acuerdo con la esencia que el compositor ha querido plasmar. El problema es que se ha trasladado a que el artista tiene que tener una serie de elementos que no pertenecen al cantante, unos elementos mucho más visuales que lo que es el oído realmente.
A veces no hace falta que tengas ese físico, porque lo llevas ya dentro de lo que te estás exprimiendo en forma de música y texto. Hemos traspasado una frontera que es muy complicada porque nos quieren ver como maniquíes. Ahora como todo es audiovisual quieren ver por ejemplo a Fiordiligi, que en el libreto tiene 15 o 16 años, con una niña de esa edad cantar el rol y no puede ser. No puede ser porque además en esa época la vida era distinta, era mucho más corta. La vida va alargándose y los 50 años no se es como la gente de 50 años de hace 20 años, y menos de hace 200 años cuando una niña era ya madura a los 16 años porque igual a los 25 o a los 30 había muerto. No podemos poner aquello que el compositor pedía en ese momento. Podemos trasladarlo a la actualidad. Además, vocalmente una niña no puede cantar ese personaje ni tiene tampoco su madurez.
«Todo es complicado cuando has pasado los 50»
¿La versatilidad que tiene es el reflejo del trabajo hecho?
Sí, por supuesto. Todo viene de un trabajo. Es lo que me inculcó mi maestra. Somos una generación perdida totalmente. Todos esos valores que nos inculcaron ahora no sirven de nada, y te encuentras con un dilema. Yo he tenido unas exigencias conmigo misma a todos los niveles: he querido prepararme musicalmente, estilísticamente, a nivel del idioma… He querido buscar la perfección y todo es complicado cuando has pasado los 50.
Ha llegado donde has llegado viniendo de una generación que no tenía acceso fácil a la educación musical, ¿cómo fueron esos orígenes?
Bueno… Yo tenía unas cualidades innatas (eso lo tienes o no lo tienes), que luego he ido desarrollando y madurando. Por ejemplo, mi hija lleva la musicalidad en los genes. Es algo que palpa y sería muy natural que ella quisiese ser músico, pero yo no he vivido eso para nada.
A los 10 años empecé a trabajar solfeo con las monjas del pueblo porque me atraía mucho todo lo que era el arte y cualquier tipo de actividades artísticas. Empecé con la música, aprendiendo solfeo y también piano, aunque lo dejé en dos días porque me aburría terriblemente. Luego cogí la guitarra, que era un instrumento mucho más agradable porque sacabas más de él. Así empecé.
Cuando cumplí 18 años me pregunté que qué hacía con mi vida y decidí que lo que más me gustaba era la música y que quería hacerlo profesionalmente. Empecé en el conservatorio mientras estudiaba para puericultora, porque dedicarse a la música en esos años se veía como un suicidio.
El sistema educativo musical ha cambiado mucho…
No nos damos cuenta de lo que hemos hecho en 20 años en este país con las artes en general, pero con la música, sobre todo: no teníamos estructuras de estudios musicales, no teníamos nada, y era como un suicidio. Entonces hablabas de una carrera de cantante lírica y la gente se preguntaba qué era eso.
Cuando terminé mis estudios profesionales en el conservatorio me planteé si finalmente me dedicaría a puericultura o a la música. Ahí es cuando decidí irme a Alemania. En esa época había tal depresión también que era muy triste.
Hoy en día es un poco diferente porque hemos montado una estructura. Lo malo es que nos hemos dado cuenta de que esa infraestructura hay que llenarla de contenido y ahí es donde estamos fallando en estos momentos. El auditorio necesita de un contenido para que funcione.
¿Y entonces?
Pues la estructura no nos sirve de nada si ahora nos cargamos todo eso: quitamos las orquestas que hay, no hacemos conciertos, no fomentamos la música, no fomentamos la cultura, no fomentamos el arte, ¿de qué sirve todo eso que hemos creado?
«En España somos unos adolescentes»
Usted que vive fuera de España… ¿ve mucha diferencia?
Cuando me marché sí que vi mucha diferencia en la formación musical alemana y en la española. Lo primero que me sorprendió es que en ese país había cincuenta y tanto teatros de ópera con sus correspondientes orquestas y con sus correspondientes cantantes dentro del organismo. Teatros de distintos niveles dependiendo del lugar y de la población. Cuando empecé allí en la universidad, en España no existía ese nivel superior universitario, y en el fondo, yo creo que en estos últimos años se ha desarrollado mucho.
¿Cree que España ha avanzado más en el nivel profesional que en el nivel medio, en el que estamos por debajo del europeo?
Sí, yo creo que sí. Pero es que todo tiene que tener un bagaje y somos unos adolescentes. De hecho, el Teatro Real sólo lleva 15 años abierto. Además, los medios de comunicación tampoco aportan mucho al conocimiento de nuestro arte. Dicen que es elitista, pero yo no creo que sea elitista, yo creo que los medios no ponen mucho empeño en dar a conocer nuestro mundo.
Ha hecho más de 80 roles…
He trabajado muchísimo. Recuerdo que los primeros años de mi carrera me decían: «Haz este rol porque es muy clásico y vas a hacerlo mucho y todo eso». Pero los roles más clásicos al final los he hecho dos producciones nada más, y los roles que no eran tan clásicos pues igual son los que más he hecho.
Entre todos los compositores, Mozart es especial para usted…
Para mí, Las Bodas de Fígaro es una ópera muy especial porque es la que me abrió los grandes teatros del mundo.
En cambio, siempre ha huido de Verdi…
Decían que «si no hacías Verdi parece ser que no hacías carrera». Estaba muy en contra de todo ese tópico y quise demostrar que no.
Se ha caracterizado por recuperar obras desconocidas, obras que no están normalmente en los programas…
He tenido curiosidad, no he querido encasillarme y hacer siempre los mismos roles, aunque también te lo exige un poco la carrera. Te dicen que montes nuevos programas y parece que siempre tienes que estar haciendo algo más atractivo para que te puedan contratar. Y sí… yo también tenía que buscar cosas atractivas para que me contrataran.
La música antigua ha encontrado en usted una aliada…
Sí, ha sido una parte de mi carrera muy importante porque me dio a conocer. Sobre todo en La Calisto. He hecho grandes producciones. Se ha dado un renacimiento de la música antigua en estos últimos tiempos que se había vivido primero en Francia y Alemania. Ahora se ha estancado un poco, pero se ha nivelado. Yo viví mucho ese resurgimiento de la música antigua, que efectivamente parecía ser la hermana «pequeña» de la música «grande».
«Mucha música italiana no tiene la calidad de nuestra zarzuela»
También eres gran defensora de la zarzuela…
Sí, porque pienso que hay mucha música italiana que no tiene la calidad de nuestra zarzuela, que ha sido un poco la Cenicienta. También viví una época en que se había hecho mucha zarzuela, pero que se había grabado sólo con métodos muy antiguos. Luego se empezaron a hacer grabaciones con métodos más actuales, dándoles un matiz mucho más moderno.
¿De dónde cree que viene esa alergia generalizada hacia la zarzuela?
Todo creo que se degradó un poco. Tuvimos a grandes intérpretes como Teresa Berganza, como Pilar Lorengar, como Victoria de los Ángeles o Alfredo Krauss, que montaron el género al más alto nivel, sin embargo, dentro del país se hacía la zarzuela de forma bastante floja. Creo que degradó bastante el género. No se hacía al nivel que debía porque es muy difícil de cantar. Parece muy fácil, pero tiene una tesitura muy ambigua, que no sabes muchas veces si es para mezzo o soprano. Hay una gran música dentro de muchas zarzuelas.
Ser cantante implica mucho más que una voz, ¿cómo es todo ese proceso que comienza cuando te llega un rol?
Ahora estoy montando un papel muy actoral que es un gran reto para mí, La voz humana. Es una obra complicadísima. Con música de Poulenc y libreto de Jean Cocteau. Es un monólogo de casi una hora en la que te enfrentas tú sola a una partitura muy compleja, con un teléfono hablando con tu amante. Es un reto en el que llevo trabajando ya tres meses y todavía no la tengo. Espero tenerla para el año que viene, para marzo, que es cuando la estreno en los Teatros del Canal.
[2]¿La voz humana sería un buen ejemplo de dónde puede llegar la voz en cuanto a madurez?
Sí. Es un monólogo al estilo de los comienzos del barroco, como el recitativo del barroco, que era muy teatral, como Monteverdi. Parece que está muy alejado, pero no lo está tanto. Tiene que tener una dosis de madurez actoral muy fuerte porque tienes que estar cautivando al auditorio durante casi una hora con poquísimos elementos. Casi con ninguno. Tienes solamente una habitación, una cama y un teléfono. Tienes que llamar la atención y mantener la tensión… Esto es el reflejo de toda una carrera, de un bagaje.
Después de una interpretación de este tipo supongo que terminará exhausta…
Sí, por eso cuando te piden hacer dos recitales seguidos casi siempre me he negado. Este año que viene voy a hacer dos seguidos, pero siempre me he negado. No es por la voz, es más por el físico, por la energía que necesitas. Para la voz usamos mucho la energía corporal, de todo el cuerpo… Somos como unos atletas, entonces no es tanto la voz que se canse, como tu físico. Además si tu físico se resiente, la voz se resiente también. Se necesita un tiempo de sosiego, de pausa, para que vuelva toda esa energía..
En estos tiempos de crisis animar a la gente que no es asidua es complicado, ¿no?
Pienso que los medios tampoco ayudan mucho. Creo que la gente tiene una idea muy elitista de la ópera y piensan que no la van a entender, que se va a aburrir… Tienen una idea muy poco real de lo que es.
Lo primero que les diría es que se acercaran, pero no a óperas como Wozzeck (próximamante estará en el Rel), ya que para quien ve una ópera por primera vez puede ser un rollo. Se pueden acercar a El barbero de Sevilla, a Don Pasquale o L’Elisir d’ Amore, por ejemplo, óperas que tienen un componente más ligero y que pueden ayudar a entrar a la gente en este mundo.
«Hay mucho diletante en el mundo musical»
En cuanto a toda la polémica que hay últimamente sobre la escenografía y el enfado del público del Real por el Don Giovanni…
Pienso que un buen director de escena aunque te plantee una obra no en su tiempo si realmente el mensaje del compositor está ahí y no lo desvirtúa… está bien. He hecho cosas preciosas y estupendas puestas en otro momento. El problema es que hay mucha paja en todo esto y muchos directores de escena que quieren hacer cosas y que no están a la altura. Ahí surge la polémica.
¿Qué es lo mejor de seguir ahí?
Seguir estando ahí haciendo las cosas al mejor nivel. Eso es lo más complicado y difícil en estos momentos. Para mí el reto es hacerlo en las mejores condiciones y al mejor nivel, efectivamente. Para mí es muy difícil bajarme de ese nivel. Cuando hay un director de escena que me parece muy diletante me cuesta mucho hacerlo. Hay mucho diletante en el mundo musical.
¿El premio nacional fue un punto de inflexión?
Fue un momento muy bonito de mi carrera, un momento de satisfacción por todo el trabajo que he hecho, un incentivo más para seguir en esa línea porque a veces no es fácil. A veces te apetece tirar la toalla. Al final siempre ha podido el poder de la música, de este arte tan maravilloso, sobre todo de la ópera, que para mí es el máximo porque son todas las artes unidas y es el que más me gusta hacer. Es con lo que mejor, más desarrollada y más llena me siento.
¿Cómo se describiría?
Como una persona muy sensible, con una hipersensibilidad, como todos los cantantes, adquirida durante todos los años de carrera. Soy una persona a la que le gusta la perfección en su trabajo. Me gusta rodearme de gente buena, pero soy muy normal dentro de todo este mundo. No quiero dejar de tener los pies en el suelo en cuanto a ver la sociedad como es, aunque cuando me subo a un escenario lógicamente tenga que ser la diva. Pero sí, creo que sé poner los pies en el suelo.