Ahora Leonor Watling y Alejandro Pelayo sacan este sexto trabajo sin Óscar Ibarra, que ha partido hacia el otro lado del Atlántico en busca de aires nuevos. Como ya ocurriera con Un día extraordinario, está escrito en español con la intención precisa de seguir su impulso. Producido por Sebastián Krys y con tintes renovados, en él participan Enrique Bunbury, Fito Páez y La Santa Cecilia. Entre recuerdos, fórmulas para crear, inspiración, crisis y conciertos, Leonor y Alejandro desgranan la historia de la banda. Se quitan la palabra, se dan pies, confirman y añaden. Se conocen bien. Se cuentan y nos cuentan.
«No dábamos un duro por nosotros»
¿Qué sienten con este nuevo disco? ¿Qué sensaciones tienen?
Alejandro Pelayo: Para mí es emocionante. Esa es la palabra. Después de seis discos, 10 años, estar aquí… Al final es como que no te quieres acostumbrar a que sea una rutina. Hemos hecho seis discos, no 150.000.
Bueno, pero seis ya es una carrera…
A.P.: Por eso la palabra es emocionante, porque tienes una sensación como de responsabilidad, mucha ilusión, muchas ganas de tocar… Luego nunca sabes qué va a pasar. Es un mogollón de información toda mezclada que pone un poco nervioso, pero es muy bonito que nos siga pasando. No dábamos un duro por nosotros hace 10 años. Por eso, que estemos ahora presentando un nuevo disco es una maravilla.
Leonor Watling: Tengo la ilusión y la conciencia de que todavía hay gente que nos da la oportunidad de hablar del disco, pero los nervios para mí son terminar de componerlo, grabarlo, decidir… todo eso. Ahora ya está cocinado, ya está hecho, y surgen las ganas de ver a quién le va a gustar, quién se va a quedar a los postres.
A.P.: A mí me dan mucha envidia los del teatro. Cuando presentan una obra, la hacen y pasa todo ahí. Nosotros hace rato que terminamos el disco, aunque aún no lo hayamos empezado a tocar y es en ese impás cuando estamos hablando de nada… Necesitaríamos tocarlo mucho para hablar muy preciso del disco.
«Las canciones son una manera de comunicarnos y de curarnos»
¿Hacia dónde han ido? A pesar de que también cantan en español este disco suena diferente al anterior…
A.P.: Creo que hay un giro de década. Lo que ha hecho Sebastián Krys [el productor del disco] con nuestras canciones ha sido darles un empuje rítmico. A la vez, estilísticamente las ha encaminado con los arreglos hacia finales de los 60, principios de los 70. Ese es el punto de partida de las canciones. Es como si arrancaran en una década y terminaran en otra. Eso se mezcla con que geográficamente no acaban de estar en ninguna parte del continente americano. Hay elementos de México, de Argentina, de Colombia y de Estados Unidos, pero luego el que está tocando el piano soy yo, que tengo una manera peculiar de tocar; y la que está cantando es Leonor, que tiene una forma de hacerlo muy antigua, casi más francesa. Todo eso hace que si tienes que situar la canción geográficamente no sea tan fácil como estilísticamente. La mezcla de las dos cosas es lo que me resulta más interesante.
¿Y por qué volver a cantar en castellano?
L.W.: Creo que nuestra manera de trabajar, y de enfrentarnos a la vida también, es a través de las canciones, que son una manera de comunicarnos y de curarnos. Todo es una conversación. Cuando terminas un tema, lo grabas porque lo tienes que grabar, pero siempre te queda algo por decir. Lo que nos quedaba por decir a nosotros era en castellano. Ahora ya hemos entendido cómo se escribe en él y es un idioma muy difícil. Es como si hubiéramos empezado a correr. Parar no hubiera tenido sentido.
«Somos como vasos conductores. Nos compensamos muchísimo»
¿Cómo ha sido el proceso de composición de todas estas canciones?
A.P.: Primero se da una primera parte individual en la que coleccionamos, escribimos cosas, grabamos con el teléfono… Es una especie de trabajo de campo. Hay una segunda que es como de pasar a limpio con el otro. Se trata de poner sobre la mesa cosas que pueden ser un punto de partida. Es una conversación tipo partido de tenis. Digo algo y Leonor lo completa. Nos lo vamos pasando hasta que encontramos un punto que puede ser del que tirar del hilo o del que construir alrededor.
Otra forma de componer que utilizamos es más arquitectónica. A partir de una idea decidimos cómo nos gustaría más que fuera la casa. A veces es a partir de una imagen.
L.W.: También hay otra que ocurre en algunas ocasiones en la que Alejandro se pone a tocar, yo me pongo a cantar y dices…. ¿esto es de alguien? Porque nos la sabemos…
A.P.: Sí, la improvisación es otra forma. El piano te permite una libertad que también es muy tramposa porque ya está marcando mucho la canción armónica y rítmicamente. Luego está el oficio de terminarla.
¿Qué aporta Leonor y qué aporta Alejandro a Marlango?
A.P.: Leonor aporta su cuerpo y yo el cerebro, como todo el mundo puede ver. Oye no… es al revés [Bromea con las risas de fondo de Leonor]. No… yo creo que lo que hacemos todo el rato es ser el espejo del otro. No hay una línea que separe mi trabajo del suyo. Somos como el entrenador y el rival del espejo del otro a todos los niveles. Es raro que yo me ponga muy excesivo o muy alegre en una entrevista. Si eso pasa verás que ella lo estará compensando. Eso se da tanto cuando estamos trabajando en una canción como cuando estamos en la furgoneta de viaje. Al final, nos conocemos hace 15 años y pasamos mucho tiempo juntos.
L.W.: Sí, somos como vasos conductores. Nos compensamos muchísimo. Creo que las fotos que hicimos para la portada de este disco explican super bien lo que aporta cada uno.
En el álbum colaboran La Santa Cecilia, Bunbury y Fito Páez. En él también una versión del Pena, penita, pena, ¿han hecho un poco lo que han querido, no?
A.P.: Al principio fue todo una sucesión de errores, casualidades y mala suerte. El proceso ha sido muy largo desde que terminamos el disco anterior, pero al final todo se ha cuadrado y se ha dado el mejor de los escenarios. Encontrar a Sebastián Krys, encontrarle en este momento de su carrera y de su vida…
Siento que todo está como debe estar y eso en música no suele pasar. Estamos educados en esa cultura en la que la música no puede estar bien y en la que el error es una cualidad de ella. Sin embargo, también se puede hacer de una manera más quirúrgica, distinta, más alemana.
«No tenemos los problemas de los que tienen las cuentas en Suiza»
¿Cómo han cambiado en estos diez años?
A.P.: Hemos intentado salir siempre al escenario con la premisa de que lo que tenemos es el punto de partida. No vamos a repetir nada de lo que hicimos ayer porque eso lo hicimos para otro tipo de público. Eso lo hemos tenido presente en los más de 1.000 conciertos que hemos hecho durante estos 10 años y confío en que algo haya cambiado cuando vayamos a subirnos ahora a los escenarios. La versatilidad que tenemos ahora, por ejemplo, no tiene nada que ver con la única forma que teníamos de hacer los primeros conciertos.
L.W.: Entonces sólo teníamos 14 canciones. No teníamos más recursos. Ahora tenemos muchos más…
A.P.: Sí, es como ponerle banda sonora a la hora y tres cuartos que dedicas a esa ciudad a partir del aroma que te ha dado.
L.W.: Yo tengo al sensación con este disco y con esta gira, estando muy conscientes de donde estamos, que me parece que vamos a mandar más en el baile. Por la energía que tienen las canciones… Me parece que vamos a mandar más.
¿Cómo ven la situación musical actual?
L.W.: La música siempre ha estado en crisis. Cuando firmamos por Subterfuge hace 10 años ya comentaba Carlos Galán qué vaya momento habíamos elegido porque la industria iba a desaparecer. Siempre ha estado en crisis.
A.P.: No vivimos la época dorada. Ya arrancamos en decadencia y siempre hemos vivido con eso. Nosotros no tenemos los problemas que tuvo la gente en esa edad dorada. Hacemos esto al final por una razones mucho más egoístas y más personales que tienen que ver con otras cosas.
Somos coleccionistas de cosas, las apuntamos en un lenguaje musical, tenemos la suerte de que nos permiten grabarlas y cuando vamos a tocar hay gente que nos va a ver. Luego vamos a cenar, podemos pagar la cuenta y volver a casa más contentos que unas castañuelas. No tenemos los problemas de los que tienen cuentas en Suiza.