Protocolo, Inédita, Confort o Bailas (o Mueres) llevan pasos de Radio Futura, Golpes Bajos o los Beastie Boys. También están salpicadas de otros géneros que a priori pueden parecer más dispares, como Soundgarden o Eels. Palomitas y regaliz. Pica-pica y Kojak. Madurez y frescura. Marruecos y Aragón. Hedonismo reflexivo. Sí, eso, reflexión, aunque sea de color sandía.

Un sexto disco, ¿son palabras mayores?

La verdad es que asusta. Hay un recorrido de 10 años desde que se publicó el primer álbum pero de casi 13 desde que empecé con el proyecto. En realidad tampoco me preocupa mucho el tema del paso del tiempo y esos golpes de reloj que son un disco. Sigo haciendo canciones porque es lo que me mantiene vivo. Voy disfrutando y me dejo llevar.

¿Cómo definiría Suite, su último trabajo?

Creo que es mi disco más homogéneo, más compacto, más directo, más claro. Es un trabajo con el que intento demostrar que la música de baile no está reñida con el contenido de las letras. Para mí es muy importante explicar cosas y contar no sólo problemas sino planteamientos que hagan reflexionar y que sean fácilmente adaptables por cualquiera.

Hay canciones como Confort que invitan a empujarse uno a sí mismo a un cambio, desde el punto de vista individual, pero también colectivo. Otras como Bailas (o Mueres) son un reflejo al final, una metáfora de la existencia: tomas las riendas de tu vida, tomas tú las decisiones o si no la vida se te lleva sin querer. Es elegir el camino.

«Me gusta dar alegría porque los marrones ya los da el telediario»

¿Se trata entonces de demostrar que el synthpop, los sintetizadores o la música de baile son compatibles con la reflexión?

Exacto. Por eso digo que para mí es un disco de hedonismo reflexivo. Es una manera de intentar buscar el optimismo de la vida y seguir adelante pero siendo muy conscientes de dónde estamos, por qué estamos, y hacia dónde queremos ir. Para mí el hedonismo no deja de ser la cara b del existencialismo. Por eso me parece importante destacar esto.

¿Nos cuesta dejarnos llevar por el hedonismo?

Sí, sí. Hay un mundo llorón, que yo también lo tengo, pero hacia afuera intento sacar el otro lado. Todos tenemos las dos caras. Unos seremos más conscientes y otros menos, pero todos las tenemos. A mí, y más en un tiempo así, me gusta dar alegría porque los marrones ya los da el telediario, y otras cosas.

Hacer un disco tan optimista en estos tiempos es muy difícil…

Sí, la verdad. Salió de mis ganas de escenario. Quería hacer un disco para subirme a las tablas y disfrutarlo. Sí que llevo unos cuantos años buscando entre mis discos anteriores temas para llevar al directo más dedicados al baile, más nocturnos. Como veo que la gente disfruta en los conciertos y que les gusta más ese momento más acelerado pues quería hacer algo así.

Lo ha compuesto en hoteles, ¿es una manera de mantener esa idea romántica del músico que viaja todo el rato y que compone en cualquier lugar?

Trabajo normalmente en casa. No se me había dado esa situación, pero el año pasado estuve un mes viviendo en Casablanca por un proyecto de cooperación entre dos festivales, Pirineo Sur y L’ Boulevar de allí, en el que me encargaron fusionar mi música, el synthpop y el electro pop, con algo de raíz magrebí o sonidos del Atlas y demás.

En esa estancia es cuando nace un poco el germen de estas canciones. Digo el germen porque realmente la forma, grabación y composición final, se hicieron en La Confitería Sónica, mi estudio. Incluso algunas letras se cambiaron de arriba a abajo y algunas que había en inglés las pasé al español. Fue el germen lo que nació en una habitación, que no era para nada una suite, pero que quedaba mucho mejor.

Además, me gustaba mucho la analogía con la Suite del Barroco para mi disco más bailable. Esa idea de una obra compuesta por una serie de piezas breves enfocadas a danzas y demás. Me parecía muy chulo. Conceptualmente es muy interesante.

«No tengo prejuicios e intento hacer lo que me apetece más allá de la gente»

En relación a esos días en Casablanca, ¿la música de aquí y la de allí se diferencian tanto?

Cuando fui allí esperaba encontrar la raíz del Magreb y me encontré con que los músicos con los que me tocó trabajar son como yo, pero que tenían muy pocas ganas de darme su raíz. Ellos querían darme sus gustos. En realidad es lo mismo que habría pasado si ellos hubieran venido aquí buscando mi raíz, les hubiera dicho que no iba a colaborar con ellos haciendo jotas porque soy aragonés. De hecho, uno venía del reggae y otro del dub y del electro, por lo que me encontré con una cosa que no me esperaba. Realmente los gustos de la gente de allí no están tan lejos de los nuestros. Otra cosa es que te vayas al folk o a la música tradicional. Entonces sí que encontramos otras cosas. Para el resto, el mundo ya es muy pequeño.

Los géneros musicales, ¿han quedado ahora más que nunca un poco difuminados?

Sí, sin duda. Yo, por ejemplo, no creo que haga una cosa concreta. Si me preguntan digo que hago pop y que canto en castellano, pero me gusta muy poco definirme de manera más específica, sobre todo porque lo que haría es definir canciones y no mi música en general. Puede ser que en algunas me acerque más a una cosa y en otras a otra, pero no única y exclusivamente hago eso.

En mi primer disco hay un tema que está inspirado en la música jazz de los años 20 y 30, casi música jazz gitana de los franceses, y en este disco hay temas que a lo mejor pueden recordar a LCD Soundsystem. Hago lo que me apetece. Creo que no tengo prejuicios e intento hacer lo que me apetece más allá de si luego la gente o mis seguidores reciben lo que esperan de mí o no.

«Más que en un disco siempre he pensado en escribir canciones que luego agrupaba»

¿Se puede hacer lo que uno quiere cuando graba con una discográfica tan grande como Warner? ¿Cómo es?

Pues la verdad es que no conozco muchos casos de gente que esté en discográficas grandes y que tenga libertad 100% como es mi caso. Creo que soy un espécimen raro en ese sentido por lo cual me considero muy afortunado y tengo mucha suerte. Siempre, desde el primer disco, he tenido libertad total y nunca jamás me dijeron nada, sólo una vez me sugirieron cambiar un título.

Es más, este disco lo firmé con Warner sin que ellos hubieran escuchado nada. Y no solo eso, no había escrito las canciones todavía cuando les propuse volver a esa idea de los años 50 de vender singles y no discos. Por eso empecé adelantando tres canciones: en mayo de 2014 salió la primera, en septiembre la segunda y luego la tercera.

¿Hay que replantearse la manera de ofrecer las canciones al público?

No sé si es la nueva vía, pero creo que es la realidad. Es decir, tengo 41 años y tengo un hijo de 15 que consume canciones y no discos. Todos sus amigos, igual. Veo esa dirección delante de mí. Veo que muchas veces le damos mucha importancia al disco, que para mí la tiene, pero en realidad nunca he pensado en hacer discos como tal, con un concepto, sino que siempre he pensado en escribir canciones que luego agrupaba.

En este caso lo vi más evidentemente y decidí llevarlo más allá publicando los singles por adelantado. Me parece que merece la pena y estoy muy contento del resultado que ha dado desde el punto de vista de la repercusión mediática. Fantástico.

¿Cómo se lleva ser músico y no vivir en una de las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia?

No sólo vivo en una ciudad pequeña, Huesca, sino que encima no vivo en la ciudad, sino en el campo, en un pueblo de unos 1.000 habitantes. Es una decisión que tomé con mi mujer. He vivido en Madrid y en Barcelona también y creo que la decisión de irte fuera la puedes tomar una vez que tienes unos contactos. Yo tenía ya mi discográfica, mi editorial… Pensé que podía trabajar desde otro sitio porque tengo el estudio e internet nos facilita muchas cosas.

Vivir en un pueblo tiene sus inconvenientes porque muchas veces te pierdes ese momento social, eso de salir por la noche y relacionarse con otros músicos. Eso sí que lo echo de menos. Soy consciente también de que si me dejara ver más evolucionaría de otra manera, pero es la elección que he tomado y sigo teniendo la suerte y la capacidad de poder llegar a los sitios, aunque uno siempre quiere más. A mí también me gustaría estar en vez de en seis festivales en 20, pero eso nos pasa a todos, supongo.

«Cuando quieres que la atención del espectador sea plena tienes que sacar un videoclip»

¿Y cómo es hacerse todo uno mismo frente a los grupos de cinco o seis integrantes?

Pues es más difícil, desde luego. En ocasiones más satisfactorio también. Sobre todo porque te permite esa libertad absoluta que yo necesito. Quizás son muy exigente y muy autoritario. Me gustan las cosas como las quiero yo y me parece que es una muy buena fórmula. Luego mis músicos trabajan de maravilla conmigo y yo con ellos, estamos super a gusto, pero me propuse esta manera de trabajar.

Sí que es cierto que en algunas ocasiones sí necesitas a alguien que te diga si vas bien porque muchas veces pierdes un poco el sentido, pero bueno, al final me compensa. También tengo la suerte de que María Tresaco, mi mujer, está metida al 100% en el proyecto, porque además de hacer de manager personal y tour manager en las giras, está metida en la parte creativa y hacemos los guiones para los videoclips juntos. También participa en la creación de canciones, más que en su composición directa, haciéndome ver cosas que yo no veo.

¿Fomentar tanto el videoclip es parte del acabado de una canción?

Para mí es muy importante, aunque entiendo que tiene que haber de todo porque, por ejemplo, uno se puede poner a trabajar con las canciones de fondo y eso está genial, pero cuando quieres que la atención del espectador sea plena hay que sacar un videoclip. Además, yo vengo del mundo de la imagen. Hice fotografía, me he dedicado a escribir crítica de cine también cuando vivía en Valencia… Es una pasión frustrada porque me gustaría haber hecho cine. Me desahogo de alguna manera haciendo videoclips e intento plasmar mi parte más plástica en ellos.

¿Cómo ve, como consumidor de música y como artista, todos los festivales que han florecido en ciudades pequeñas?

Estoy encantado, claro. Me gusta como consumidor y como músico porque se nos abren muchas puertas. Llenar salas es cada vez más complicado. Creo que la gente se reserva para los festivales porque al final ve a cinco grupos por 30 euros el mismo día. Son una oportunidad fantástica. Como negativo diría que muchas veces se peca de programar en todos lo mismo prácticamente, aunque sí que hay algunos que tienen más personalidad y eligen un repertorio más original.

¿Cuáles son sus próximos retos?

Estamos pensando en editar en Brasil porque ahí tengo bastante público. De momento es una opción. Siempre es una buena experiencia porque una de las cosas buenas que tiene ser músico es viajar. A mí me encanta y sería genial.

Ahora, sobre todo, tengo ganas de subirme al escenario y cantar Suite. Sí que es cierto, y me ronda por la cabeza, que acabe plasmando unas versiones que España había presentado a Eurovisión. Hice unas versiones que quedaron bastante interesantes y creo que merece la pena grabarlo.

Otra de mis pasiones es escribir, así que supongo que en algún momento me pondré a ello porque me gusta mucho. Al final todo tiene que ver con lo mismo, escribir, sean canciones o textos.

SUITE Pecker

 

 

Suite
Pecker
Warner Music
Precio: 9,90 (orientativo)