con este defensor de la viñeta como espacio de aventura y conocimiento, ahora que su siguiente obra, Las calles de arena (Astiberri, 2009), ya está lista.
¿Cuál le pareció el mejor álbum nacional de 2007?
María y yo (Astiberri, 2007), por el tema que toca, por cómo lo toca y por su apuesta gráfica. El cómic es uno de los pocos medios que pueden sorprender todavía al espectador, ni el cine ni la literatura tienen, yo creo, esa novedad que aún conserva el cómic, en el que se está innovando. María y yo es algo inclasificable. ¿Es un nuevo género? ¿Es un cómic? ¿Es una novela ilustrada? ¿Qué es?
Esa fue una de las obras finalistas del Premio Nacional del Cómic, que usted recibió. ¿Qué se siente al ganar a monstruos como Gallardo y Carlos Giménez?
Uno se siente muy bien y más cuando en el jurado estaban personas como Max o Miguelanxo Prado. También es cierto que se valoraba una obra más que una trayectoria. Desde ese punto de vista quizás Arrugas podía parecerles mejor, pero la verdad es que competir con estos autores, que son parte de la historia, y ganar, te hace sentir muy bien. Asustado pero muy bien.
La respuesta hacia Arrugas por parte del mundo del cómic ya sabemos cómo ha sido. Nos gustaría conocer la obtenida de aquellos que se dedican al cuidado de personas con esta enfermedad.
Ha tenido una buena acogida y ha servido como material didáctico para asociaciones de alzhéimer, aunque en primer lugar no estaba hecho para eso, ya que cuento qué es la enfermedad pero no de una forma médica sino para saber qué pueden sentir las personas mayores. Les ha gustado tanto el cómic que han hecho ediciones especiales para dar gratis a socios, familiares e incluso colegios. Se está convirtiendo en un material importante porque antes no había nada. Además, lo bueno del cómic es que hace que sea fácil sumergirse en un tema duro, como el alzhéimer o la vejez. Algo que también creo que sólo puede hacerse en este medio.
¿Cuánto tiempo dedica a la documentación y qué diferencia la que ha hecho en Arrugas de la de un proyecto “histórico” como Hijos de la Alhambra (Planeta de Agostini, 2007)?
Para mí la documentación es muy importante para dar credibilidad a las historias. Durante medio año estuve yendo a residencias para documentarme, leí bastante sobre patologías de la vejez y, sobre todo, fui recogiendo anécdotas de gente. Mi documentación fue muy localizada, en diferentes residencias públicas y privadas de Valencia y en el entorno de mis amigos, pero ahora que ha salido en Italia, Francia y España te das cuenta de que hay cosas que se repiten en cualquiera de estos países. Al final Arrugas va sobre el alzhéimer y la vejez pero, ante todo, sobre la soledad.
La selección del Premio Nacional 2008 incluyó alzhéimer, autismo y guerra civil. Ni asomo de los géneros tradicionalmente vinculados al cómic. Parece que se tiene que demostrar que estamos ante un medio capaz de contar cualquier historia, ¿no cree que aún pesa cierto complejo de inferioridad?
Está claro. Quizás es pronto para darle un Premio Nacional a Salvador la Roca o a una obra de género como puede ser el Blacksad de Guarnido, por ejemplo, que tienen la misma calidad o más que las otras. Pero sí, parece que es pronto por eso, porque el cómic sigue asociándose a otro tipo de historias y por corrección política se premian cosas que tocan temas más sociales.
¿Se nota el premio en las ventas? ¿Tiene pensado dedicarse en exclusiva al cómic y dejar otros trabajos?
Pues sí que se está notando, de momento hemos terminado la segunda edición y la tercera ha tenido que salir muy rápido para aprovechar el tirón. En cuanto a dedicarme a esto, pues ahora sí que podría hacerlo pero, quizás por mi ritmo, entiendo los cómics fuera del mercado. Para mí hacer un cómic implica dedicarle el tiempo que necesito para hacerlo y hacerlo también cuando tengo algo que contar. Eso hace que todo sea más lento. Al mismo tiempo, hago ilustración publicitaria y para libros, lo que me permite afrontar el cómic de otra forma: si ahora me apetece hacer una historia sobre ancianos no me preocupa que vaya a ser un fracaso total. Bueno, me preocupa que la editorial pierda dinero, pero no en el sentido de que esto sea mi única manera de ganarlo. Compaginar esas dos facetas para mí es el equilibrio perfecto.
Hace un tiempo leí en Con C de Arte, el magnífico blog de Pepo Pérez recientemente clausurado, una cita de Jason, autor de Yo maté a Adolf Hitler (Astiberri, 2008), en la que decía que había que atreverse a aburrir. En Arrugas me parece que consigue un tono para el drama bastante adecuado y luego lo hincha con escenas como la de la escapada o la llave inglesa. ¿Contrastamos pareceres?
Hice una selección de lo que vi en la residencia y dejé fuera lo que me pareció demasiado sórdido, como suicidios y cosas relacionadas con sexo, que no aportaban mucho. Lo de la llave inglesa era un anécdota que me contaron y que metí como el punto dramático más alto. También se dan casos como ese: una persona mayor a la que no se le hace ningún caso y acaba saltando de esa forma.
La fuga es el final que me hubiera gustado que tuviera el álbum, que de la vejez se pudiera escapar así. Es como un falso final, que queda en nada pero me sirve para contar la historia. Es un punto de inflexión. Necesitaba que hubiese un antes y un después en el paso del tiempo. En esa viñeta en blanco que hay desde el accidente hasta la conversación con la directora de la residencia hay un lapsus de tiempo indefinido que sirve para acelerar la enfermedad de Emilio. A partir de ahí, Emilio ya ha cambiado. Era un poco el último chiste antes de la caída total.
Arrugas es una historia casi de aventuras, de un personaje que llega a un entorno más o menos hostil y encuentra una especie de guía espiritual. La estructura es la clásica de aventuras y necesito que el lector vaya siguiendo la historia con esos giros, con esas crestas. Es una forma diferente a la de Jason, por ejemplo, que es más lineal en apariencia. Imagino que cada autor tiene una manera de captar al lector y la mía es muy clásica, de aventuras.
¿No le parece demasiado optimista la evolución del personaje de Miguel?
Puede ser. Todos los personajes están basados en personas reales y, en el caso de Miguel, había un personaje que se solía repetir en las residencias, alguien que odia a los ancianos e intenta aprovecharse de ellos. Mientras escribía el guión, Miguel simplemente era eso, un personaje que se iba aprovechar de todos, que odiaba la vejez y era un poco el contrapunto de un personaje como Antonia, que no es optimista ante la vejez pero sí la considera como parte natural de la vida. Poco a poco fue teniendo más vida y al final me pareció que él era el protagonista de la historia, que iba de su problema con la soledad y de cómo descubre algo que no había conocido en toda su vida. Quizás sea un mensaje idealizado, pero bueno, podría ser. Las residencias al final son micromundos en los que puedes ver casi de todo.
Ya que hemos citado a Jason, ¿puede recomendar algo para quien haya empezado a leer cómics con Arrugas y quiera continuar?
De los autores que me parecen interesantes destacaría, de las últimas cosas que he leído, el No Pasarán (Norma, 2000) de Vittorio Giardino. Es un autor que, aparte de parecerme de los mejores a nivel gráfico, se documenta un montón, algo que para mí es un valor añadido. Sus historias son muy buenas. Precisamente, a propósito de lo que comentabas de las cosas que pueden ser reales o no, me encontré con él y me contó emocionado que su madre había muerto de alzhéimer, que había leído Arrugas y se había emocionado al ver reflejadas sus vivencias. Al final hay mil lecturas y cada uno encuentra la suya.
Para terminar, los comienzos. Podríamos decir que empezó en el porno, ¿es así? ¿No le parece otro ejemplo de lo grande que es el cómic el hecho de que alguien que haya empezado en la pornografía pueda acabar siendo Premio Nacional?
Creo que si he llegado a Premio Nacional ha sido gracias al consejo que me dio el editor de la revista erótica en la que empecé a publicar. En esa época debía tener 18 años, hice unas páginas de prueba y estaba bastante avergonzado, porque creo que al final uno se abre más íntimamente cuando hace porno que cuando hace una autobiografía o algo de ese estilo, ya que está contando sus fantasías más privadas. Con ellas bajo el brazo fui a Barcelona a ver a este editor. Estuve esperando a que me recibiese, sudando, y cuando pasé a verle resultó ser un hombre mayor, algo que no esperaba. Paso a su despacho, me ofrece sentarme, me siento, le doy las páginas que había dibujado, se pone sus gafas de ver de cerca y con todo detalle empieza a pasar una, yo sudando, y otra, yo avergonzado… las ve todas y cuando termina, las deja sobre la mesa, se quita las gafas y me dice “los penes más venosos y las vaginas muchísimo más húmedas”. Y yo “¿Cómo?”. “Si haces esto puedes publicar en nuestra revista”. Con ese consejo retumbando en la cabeza empecé a dibujar y gracias a él llegar hasta el premio ha sido un paseo.